La oscuridad no teme ser confrontada; lo que más le inquieta es que a su vera se haga la luz. La oscuridad siembre esquivará el resplandor y su mirada tierna y sus manos cálidas. Al día de hoy, en esa virtual cita buena parte de nuestra esperanza. Putin por ahora rehuye. Ojalá acceda. Ojalá se encuentre finalmente con el Papa Francisco, ojalá acepte la entrevista a la que el líder de la cristiandad le ha emplazado.
La fuerza irradiadora de una aura santa es incalculable. El presidente ruso es inteligente y sabe que sólo con la mirada de amor del Papa argentino puede quedar noqueado. Seguramente teme más al encuentro con esa alma limpia que a la confrontación artillera en el campo de batalla. Quien ha auspiciado la cruel invasión es consciente de que la fuerza avasalladora y bárbara que él encarna, puede mermar con la mirada desbordada de compasión del hombre de blanco.
Seguramente sabe que estrechar esas manos venerables y callar los cañones, detener la guerra puede ser todo uno. Por eso da largas, por eso constituye seguramente su encuentro más temido. Día, hora y lugar por favor para esa importante reunión que puede ser antesala de paz, detener en Ucrania y Rusia ingente dolor y sufrimiento gratuitos.