#Adviento. 2024 ¡Falto yo, falto yo!

¡Falto yo, falto yo!
¡Falto yo, falto yo!

Allá por diciembre de1989 el estudiante de medicina en su sexto año comentó en familia que tenía planeada una posada para los niños del lugar donde estaba realizando su servicio social desde hacía once meses. Este lugar era denominado Casa de Asistencia Margarita Maza de Juárez y ahí se albergaban niños varones entre cuatro y catorce años en situación de calle.

Estos niños tenían una situación muy precaria, habían sido recogidos de las calles por las autoridades,  pues vivían en compañía de otros indigentes, sin ningún adulto que los cuidara o supervisara por lo que eran llevados a ese tipo de casas. En ésta había 200, su trabajo consistía en atenderlos médicamente.

Cuántas cosas desgarradoras fue percibiendo este futuro médico y de cuántas atrocidades fue testigo, eso solo él que las vivió las llevará en su memoria, para recordarle que siempre hay alguien necesitado a quién puede tenderle la mano. Huella impresa en su ser que le fue permitida vivir para orientarlo y sensibilizarlo en su camino profesional al servicio de los demás.

Recuerdo un hecho singular, uno de los niños pequeños se había perdido dentro de las instalaciones, pues no había la posibilidad de haber salido a la calle. Así permaneció por varias horas o días, no recuerdo del todo, hasta que se descubrió que otro niño mayor lo había escondido en un tubo y le había prohibido salir de ahí. Han pasado 35 años y me sigue cuestionando el sufrimiento de aquel pequeño.

¿Por qué pasó, los cuidadores estaban alerta o se descuidaron, el niño mayor actuó malintencionadamente, el pequeño había podido salir por su cuenta o estaba atorado,  y si se podía mover cuánto miedo habrá tenido para decidir no salir de ahí, cuánto frío, hambre y sed aguantó,...? Pero sin importar el tiempo, cuánto miedo habrá experimentado, solo sin la protección ya ni siquiera de unos padres, sino de un cuidador.

Así que el futuro médico comentó invitando a su familia a ayudarlo en el proyecto decembrino que tenía en mente. Les haría una posada. Su mamá, algunos de sus hermanos, su esposa y su sobrino mayor se comprometieron a participar. El trabajo era titánico, había que recolectar los medios necesarios para llevar a cabo la propuesta y se necesitaban muchas manos para lograrlo.

Por lo que su esposa fue la encargada de hacer muchas piñatas, la mamá y la abuelita prepararon para los niños una cantidad inmensa de comida, mientras otros miembros de la familia se dedicaron a hacer sencillos aguinaldos. Pero este hombre joven conociendo a los pequeños quería algo significativo para ellos, así que se dio a la tarea de preguntar en varias panaderías quien podría hacer un inmenso pastel en forma de pino con mucha crema pastelera y una inmensa rosca de reyes tan grande como de dos metros de diámetro y que además tuviera por lo menos docenas de niños dioses de plástico, tantos para que a cada pequeño sin excepción le tocara uno. Después de peregrinar por varias panaderías, en una al ver su interés y el objetivo, se comprometieron a hacerla en partes pero tan bonita y decorada con frutas vistosas para el deleite infantil.

Llegó el gran día, mi pequeño e inquieto amor de cuatro años fue con la consigna de que iba a permanecer tranquila al cuidado de su bisabuela materna porque yo sabía que el medio ambiente era violento, desalentador y con muchas carencias.

Llegamos a la Casa de Asistencia, los niños estaban reunidos en el gimnasio, se les dio instrucciones a los pequeños y el hermano, el futuro médico que los conocía, organizó grupos y nos fue asignado uno a cada integrante del equipo, para participarles qué era una posada, lo que íbamos a hacer y por qué romper la piñata, así como encargarnos que todos los infantes de cada grupo comieran pastel, llevándose a cabo dentro del mayor orden. Los que estábamos a cargo teníamos nuestras responsabilidades y de nuestra cooperación y eficiencia iba a ser el logro de la convivencia. Sabíamos que muchos de esos niños no acataban normas con palabras, mucho era a base de fuerza verbal, emocional y a veces física. Eran sobrevivientes de las calles, las drogas, la promiscuidad, el desamor, el hambre, la sed, la violencia, el abuso sexual, entre muchas más inimaginables.

Por lo que me llevé a mi grupo de unos 20 niños, pequeños entre unos seis y ocho años de edad, a una de las áreas verdes y ahí les quise empezar a dar los conocimientos básicos de lo qué era y cómo se realizaba una posada. !Por supuesto que ni ponían atención ni les interesaba!

Mi profesión es ser Guía Montessori, tenía experiencia con niños, pero es muy diferente el comportamiento de niños que tienen mucho y hasta demás, que niños que carecen de todo y de lo más importante de alguien que los amara y/o se los hiciera sentir y hacer saber.

No era lo mismo, que yo a mi pequeña de cuatro años, amenizara su hora de alimentos con canciones, juegos, ternuras y mimos, a que estos pequeños si querían comer lo hacían, si se sentían mal anímicamente muy pocas veces eran consolados, y qué decir de las insuficientes ternuras expresadas para ellos, o  tal vez, solo para algunos cuantos,  con los que se sintiera algún cuidador o cuidadora identificado.

Pensando cómo interesarlos mientras veía sus caritas que aunque limpias tenían las huellas del dolor e indiferencia, algunos de cicatrices en sus brazos, otros con miradas resentidas, también estaba ahí mi pequeña hija, de repente sentí como alguien se limpiaba en mi falda blanca. Uno de los pequeños había embarrado abundantes de sus mocos verdes en ella. Al darme cuenta, sentí asco, luego en silencio volteé a ver al que lo había hecho, me acerqué le soné la nariz, limpié mi falda y proseguí sin hacer ningún comentario, mientras todas las miradas infantiles observaban. Paulatinamente empezaron a poner atención. Así que regresamos al gimnasio y ahí nos asignaron dos piñatas y entre mis cantos, voces de aliento y algarabía para animarlos,  empezaron a pegarle a la piñata comenzando por los más pequeños. Procuraba que le pegaran apenas lo suficiente para que todos alcanzaran, eso no fue posible, algunos la golpeaban como si quisieran destruir algo que solo ellos sabían pero lo que sí recuerdo es que uno de los pocos que ya no alcanzó a pegarle, lloraba desgarradoramente, diciéndome: —falto yo, falto yo.— Aun hoy con casi cuatro décadas después, sigo escuchando su lamento. Cada grupo tenía que permanecer con el adulto asignado y en su conjunto, no podía ir a otro, bajo la consigna de ser sacado del gimnasio si no obedecían, esas habían sido las órdenes iniciales que les fueron dadas a los infantes por los cuidadores institucionales.

Cuando les sirvieron el pastel estaban felices, la instrucción era darles una gran ración y así se hizo. Algo notorio fue que cuando se había terminado todo, y la familia empezamos a recoger, la enorme tabla del pastel estaba tan limpia, que parecía que nunca había sostenido un pastel, los niños la habían limpiado con los dedos y la lengua. En el suelo no había quedado casi ningún resto de las piñatas, aún los papelitos con que fueron forradas habían sido llevados, ni un dulce, cacahuate o tejocote había.

Durante la piñata y la repartición del pastel, mi niña para mi asombro, había permanecido muy quieta sentada al lado de su bisabuela. Las dos observaron sorprendidas el comportamiento de esos niños desprotegidos y sin familia. En mi  memoria vuelvo a recordar algunos hechos de esa ocasión que dejaron una huella profunda en mi ser. Creo que a todos los integrantes de la familia que participamos también.

Ahora sé que la Madre/Padre amor, permitió que su Hijo Jesús, viviera en una familia humana con María y José, sintiéndose amado, cuidado y protegido. Pero para ello tuvo que aprender como a muchos se nos permite porque nacimos en una, el saber estar en familia, el cuidar de ella, el amarnos en familia, independientemente de nuestros errores, el aprender a perdonar y superar nuestras fallas como familia para así tener la capacidad de cuando se presente la oportunidad y eso es cotidiano si está uno atento, a ver, a escuchar, a servir, a amar a otro que estando solo necesite de nuestro compartir para así ser FAMILIA con esa persona necesitada en el nombre de Cristo Jesús, y guiados por la Ruah divina, cuando la ocasión se presente.

Por eso en especial es necesario acoger a cada MUJER que observando está sola, a abrazarla de diferentes formas y SORORAMENTE hacerle sentir que es parte de uno, que es FAMILIA y que es AMADA por la MADRE celestial.

Todas y todos las y los bautizadas, bautizados somos llamadas y llamados  a seguir el ejemplo de la FAMILIA DE NAZARETH.

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