Cuando Jesús dijo esto, uno de los guardias del templo lo golpeó en la cara y le dijo:

—¡Ésa no es manera de contestarle al jefe de los sacerdotes!

Jesús le respondió:

—Si dije algo malo, dime qué fue. Pero si lo que dije está bien, ¿por qué me golpeas? Jn 18, 22-23

—¿Por qué me pegas?

—Para que aprendas

­­­­­­­­­­­­—¿Para que aprenda qué?

—A que yo soy él que decido y tú haces lo que yo digo. No necesito de tus estúpidas ideas. Así que si no quieres otro golpe, calladita te ves más bonita.

Ahí estabas Jesús, indefenso ante la prepotencia tanto del que tiene el poder, como del servil que le sigue por conveniencia. Igual que yo como MUJER, sometida injusta y violentada por la fuerza de un macho, de una sociedad patriarcal que sin vencer sus complejos muestra su inseguridad con violencia, queriendo sumisión.

Los dos pisoteados en nuestra dignidad, violentados en nuestro ser. Tú como el Hijo de la Madre/Padre celestial y yo como criatura hecha a su imagen y semejanza. ¿Por qué?

¡Sí ahí estamos,  presos los dos del abuso! Cuando esos opresores debían por su ser ellos, por su posición en la sociedad, cuidadores de la justicia, cooperadores de los proyectos que engrandezcan a los que los rodean, constructores de ideas que forme mejores seres humanos, ¡pero no, hacen lo contrario! Ya que lo que tienen es miedo de que gente como Tú, Hijo de la Altísima/del Altísimo que muestra continuamente el cómo vivir en libertad fecunda o como yo,  mujer menos fuerte físicamente que ellos varones, pero con la misma dignidad creada, con la misma fuerza creadora, pero con  características tanto físicas como emocionales  propias de mi género. Dadoras de vida, constructoras de paz.

No obstante, tienen miedo, sí temor, de no saber qué hacer con nosotras generadoras de ideas, cooperadoras en igualdad de importancia y dignidad que ellos, tienen miedo de reconocer que las OTRAS podemos engrandecerlos si lo permiten, podemos ayudarlos en igualdad de seriedad si están dispuestos a reconocer nuestra valía, si se preparan para entendernos,  si nos miran de igual a igual con la misma integridad, pero con las características propias y valiosas de cada género, si están dispuestos a entendernos, si... No obstante, para muchos que no se quieren  quedar en la sensación abrumadora de ignorancia o reconocer que hay que esforzarse en el conocimiento de la OTRA, les es más fácil responder con violencia.

Pues algo terrible que puede experimentar el ser humano es el miedo a lo desconocido, que pueda hacerle evidenciar su pequeñez, su fragilidad. Cuando no alcanzan a comprender que desde la humildad siguiéndote, pues eres el Maestro, se tiene oportunidad primero del autoconocimiento para luego de acrecentar el engrandecimiento personal. Cuando pasan la vida, sin entender que fueron creados para la coexistencia sana, generadora, libre,  al relacionarse con las OTRAS, sin  temer. Pues en la convivencia sana, fecunda y cooperadora se crece y se genera vida, tanto personal como comunitariamente.

¿Por qué me pegas, por qué me odias, por qué me temes?

Cada golpe dado a una MUJER, ya sea de forma física o mental o emocional, es un acto de cobardía que te achica como varón y te hace despreciable a los ojos de los demás. ¿Por qué has olvidado la dignidad tan grande con que fuiste creado, y quieres con violencia someter a aquélla que te cuestiona, que con toda razón te interpela, diciéndote: Por qué me pegas?

Martha Eugenia,

Mujer Mariposa.