#LectioDivinaFeminista La colocaron en el centro, sin piedras y sin ley

La colocaron en el centro, sin piedras y sin ley
La colocaron en el centro, sin piedras y sin ley

Juan 8, 1-11

La colocaron en el centro, sin piedras y sin ley

Vamos caminando por el quinto domingo de cuaresma y los textos nos han ido moldeando, iniciábamos conducidas por el Espíritu, adentrándonos con Jesús a nuestro propio desierto, buscando vivir junto a Él nuestra transfiguración, aprovechando al máximo el tiempo recibido para cavar, abonar y dar fruto, también, hemos recapacitado y nos hemos puesto en camino junto al hijo menor y aquí estamos, con el corazón a mil por las circunstancias que nos ponen en el centro. 

Las invito a adentrarnos en está maravillosa experiencia de la Lectio Divina, invocando la presencia y sabiduría de la Ruah, que con vientos renovados nos suscita miradas nuevas para acoger y vivir lo propuesto. 

Canción sugerida: SOPLA SEÑOR.  https://www.youtube.com/watch?v=bzSJL88cqIo

Lectura: ¿Qué dice el texto? Jn 8,1-11

Les recomiendo a quienes deseen, hacer la lectura del texto bíblico desde su biblia y con mucha apertura de corazón, acercarse a esta relectura que realizó del texto por medio de un ejercicio de narrativa, que en honor y defensa de esta mujer he querido titular sin piedras y sin ley.

Hemos rodado por montañas, riscos, caminos, valles, desiertos, ríos y hoy estamos aquí. Al ser inanimadas, pareciera que perdemos autonomía y, en realidad, así lo es. Entonces, los humanos deciden por nosotras y, en algunos casos, sufrimos transformaciones positivas, creando verdaderas obras de arte. Somos llevadas de un lado a otro y sobre nosotras, escuché, que se construirá la Iglesia. ¿Qué Iglesia? La que estuvo predicando Jesús, junto a diferentes caminos, es una Iglesia con una enseñanza nueva, que nos dejó sin uso, pero que, en este caso, me alegró y no fue solo a nosotras, sino que también abolió la ley por un bien mayor. Te contaré, una de las experiencias más profundas que recuerdo. 

Era una tarde hermosa y yo me encontraba en el monte de los Olivos, cuando supe que Jesús venía para acá. Junto a mí, pasó la noche orando a su Padre y por la mañana volvió al templo. Cuando vi que se alejaba, sentí nostalgia. Me agradaba tanto su presencia, pues llenaba de paz todo el lugar. Pensé que no volvería a verlo, porque no podía seguirlo. Pero pasado un rato, un hombre llegó y empezó a empacarnos en su costal. Nos arrojaba con tanta ira, que me sentí intimidada. No sabía lo que pasaba, pero presentía que mi destino sería diferente al de la paz que estaba a acostumbrada en este monte. 

Yo no sabía hacia dónde nos lleva, pero me alegré mucho cuando por las hendijas pude comprobar que estábamos en el templo y fue mayor mi gozo cuando escuché a Jesús. Además, lo vi rodeado de mucha gente a la cual instruía. 

De repente, sentí un gran tropel, venían muchos hombres y empezaron a tomarnos en sus manos. Yo sentía miedo, porque se percibía su ira, pero sentí aún más dolor, cuando supe para qué habíamos sido traídas hasta este lugar. Seríamos utilizadas para apedrear a una mujer que, decían, había sido sorprendida en adulterio. 

Aún recuerdo ese momento, la colocaron en el centro, la veía tan frágil, que forcejee la mano del hombre que me sostenía para caer y no ser lanzada sobre ella. Quienes la acusaban, también llevaban la ley y se justificaban en ella para cometer este acto. Yo, tenía miedo de esa ley, porque en ella, éramos utilizadas para matar. 

Pero noté algo raro en esta ocasión y es que antes de aplicar la ley ciegamente, como estaban a acostumbrados a hacer, se dirigieron a Jesús para que la validará. Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en adulterio. La ley de Moisés ordena que mujeres como esta sean apedreadas; tú, ¿qué dices? Sentí una tranquilidad inmensa cuando le preguntaron a Él, porque lo he escuchado hablando con su Padre y conozco su corazón. 

Yo sabía que algo bueno iba a suceder. Pero me preocupé al ver que Jesús se agachó y se puso a escribir en el suelo, como si no hubiera escuchado la pregunta o visto a la mujer que tenían y el peligro que corría en manos de esos hombres. Entonces, ellos insistieron y más me preocupé. Cuando vi que Jesús se incorporó y les dio una respuesta que paralizó mi corazón. El que no tenga pecado, tire la primera piedra. Yo suplicaba, en mi interior, que no se encontrará un hombre así.  El silencio fue eterno, quienes nos sostenían con tanta determinación al inicio, nos fueron soltando y, poco a poco, se fueron marchando. 

Mientras esto sucedía, Jesús, volvió a agacharse y continuó escribiendo, lamento no saber leer para poder decirles qué fue eso que escribió. Ella, por su parte, no se movía, seguía allí en el centro, en el lugar donde había sido puesta para ser juzgada, y de nuevo Jesús se incorporó, y esta vez se dirigió a la mujer: ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado? Ella contestó: —Nadie, señor. Jesús le dijo: —Tampoco yo te condeno. Yo no pude contener un grito de alegría, que seguramente nadie escuchó, pero de lo que sí estoy segura es que este día las piedras saltamos de gozo. 

Me hubiera encantado seguir a la mujer, verla celebrar su libertad y dignidad, pero en esta ocasión nadie llevó a las piedras ni a la ley. Sin embargo, puedo imaginar lo que fue su destino, la valentía con que enfrentaría la vida a partir de esa experiencia, el coraje con que enfrentaría a la sociedad y jamás permitiría que se le colocara en el centro a menos que fuera para ser exaltada. 

Por mi parte, continúo aquí en el templo, donde he tenido que afinar mi oído y ensanchar mi corazón para seguir acogiendo las enseñanzas de Jesús. 

Meditación: ¿Qué me dice el texto?

Quiero contarles que este ejercicio de narrativa, fue inspirado en un taller: La Narración Expositiva y al Conservatorio "Otras Narrativas, Una Mujer Sin Condena". Promovido por Con efe y dirigido por Cecilia Mestizo. 

Entonces, con el deseo de llegar al texto desde otra mirada, elegí las piedras y la ley. Cecilia, lo narro desde una amiga y la verdad fue muy conmovedor.

Oración: ¿Qué me hace decirle a Dios?

Te agradezco Señor

porque en ti, el estar en el centro tiene otro sentido 

porque en ti, las piedras y la ley desaparecen

Porque en ti, la palabra tiene poder 

Porque en ti, el diálogo se hace fecundo 

Porque en ti, reina la libertad y la dignidad

Porque en ti, soy una mujer nueva

Te lo agradezco Señor.

Contemplación: ¿Qué me da a conocer?

Te invito a traer a este espacio de contemplación, la vida de tantas mujeres condenadas, apedreadas, señaladas, maltratadas, puestas en el centro para ser humilladas de mil formas y en un acto de reparación y liberación, unidas al poder sanador que nos da Jesús, digamos a una voz: Tampoco yo te condeno. 

Compromiso: ¿Qué camino de vida me invita a tomar?

Vamos por la vida, repartiendo y compartiendo a manos llenas el amor que nos ha enseñado Jesús. 

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