"Porque fuiste tú quien me sacó del vientre,
quién me mantuvo a salvo en el regazo de mi madre;
a ti fui confiado desde el seno,
desde el vientre de mi madre eres mi Dios.
¡No te quedes lejos, pues se acerca la angustia y nadie me socorre!"
Sal 22, 10-12

¡Madre celestial gracias!
Gracias por el don de la vida,
gracias por tu protección continua.
gracias por amarme tal como soy.

Me llamaste por mi nombre
y te empecé a conocer.
Con ternura infinita
me acogiste en tu seno
y me protegiste aún de mí.

Madre pronuncias mi nombre
con compasiva ternura
cada vez que me aparto de Ti
para que pueda volver al redil

Has hecho comunidad conmigo
en mis alegrías o en mis pesares
pero ahí estás sosteniéndome,
corrigiéndome y amándome.

Me has creado Mujer
con dignidad infinita
para saberme
para sentirme tu amada

Cuando te invoco,
tu Ruah divina,
me envuelves
me acoges
y con paciencia infinita
haces comunidad conmigo
¡Gracias, gracias, gracias!

Somos familia,
pues así te lo implora el Hijo, mi hermano
"que también ellos sean uno en nosotros;
para que el mundo crea que tú me enviaste."

Por eso vuelvo a ti mis ojos implorándote: —Madre celestial, vuelve tu mirada a nosotros los que sabemos y sentimos tu Presencia, a todos los que no saben de tu amor protector, a todos los que te niegan, sabe que solo junto a ti somos. Y aunque nuestra dureza es mucha, más infinitamente más, es tu bondad.

Madre celestial, nos has dado la Buena Nueva en el Hijo, nuestro hermano, te has donado en el amor continuo en la Ruah divina. Por tu eterna misericordia, acógenos en tu seno, pues infinitos peligros acechan pero solo junto a Ti, saldremos avante.

Madre soy de tus entrañas, soy Martha Eugenia, tenme paciencia y sígueme tomando de la mano.

Que tu sonrisa siga siendo el faro que me guía, que tu calor siga siendo mi acogida, y que tu palabra llene mi ser para continuar el rumbo hacia Ti.