#Sentipensares 2025 Las tradiciones del pueblo y la sabiduría de las mujeres mantienen encendida la esperanza

Las tradiciones del pueblo y la sabiduría de las mujeres mantienen encendida la esperanza
Las tradiciones del pueblo y la sabiduría de las mujeres mantienen encendida la esperanza

"Mis ojos han visto a tu Salvador, al que has preparado para bien de todos los pueblos" (Lc 2, 22-40)

Simeón y Ana, un anciano y una anciana, nos recuerdan que la fe de nuestro pueblo no nace en los palacios, sino en la resistencia cotidiana de quienes han sostenido la esperanza contra viento y marea. Ana, en particular, es una profetisa, una mujer que no solo ora, sino que también denuncia, que alaba a Dios y habla del niño “a todos los que esperaban la redención de Jerusalén”. En ella vemos el rostro de tantas mujeres que, en medio del sufrimiento, han sido la voz de los que nadie escucha.

Hoy, en pleno siglo XXI, la voz de Ana resuena en las mujeres migrantes que cruzan fronteras llevando en sus brazos la vida, en las abuelas que cuidan niet@s mientras sus hijas e hijos buscan el sustento, en las madres que, con el corazón desgarrado, deben dejar a sus niños y niñas en iglesias de Estados Unidos porque temen ser deportadas y perderlos para siempre. Como Ana, ellas no dejan de alabar a Dios y de proclamar la justicia, incluso en medio del dolor.

Simeón, por su parte, reconoce en el niño Jesús la salvación, el consuelo de su pueblo. Sus palabras nos recuerdan a los profetas de la liberación, a quienes, con su testimonio, siguen anunciando que Dios no está del lado de los imperios ni de quienes imponen muros, sino del lado de las y los pobres, de las mujeres que luchan, de las comunidades que resisten.

LA ESPERANZA QUE NO SE RINDE

Las leyes, costumbres y tradiciones del pueblo son la memoria de la resistencia. No son un peso muerto, sino una fuerza viva que nos impulsa a seguir caminando. Las mujeres han sido las guardianas de estas tradiciones, las que enseñan a orar, a cuidar, a organizarse. Hoy más que nunca, cuando nuestros niños y niñas son arrancados de los brazos de sus madres, cuando nuestras familias son separadas por la violencia de políticas inhumanas, necesitamos la sabiduría de nuestras Anas y Simeones para recordar que “la esperanza no defrauda” (Rom 5,5), lema del Año Jubilar 2025.

Ante la situación tan difícil por la que pasan las personas migrantes, una de las tareas de la Iglesia “está indudablemente en la denuncia profética de los atropellos que sufren frecuentemente”… Además, “la realidad de la migración no se ha de ver nunca sólo como un problema, sino también y sobre todo, como un gran recurso para el camino de la humanidad.” Es más, se deberá promover una “ciudadanía universal en la que no haya distinción de personas” (Aparecida, Nos. 413-414). Para Dios, “nadie somos extranjeros, pues todos somos hijos de Dios” (Juan Pablo II). El Papa Francisco nos recuerda que “el migrante debe ser acogido, acompañado, promovido e integrado” y “que no se vale que paguen los más pobres el desequilibrio (social, económico)” en el que vivimos.

No podemos cerrar los ojos ante el dolor de los niños y niñas de nuestro tiempo. Si en Estados Unidos nuestras familias migrantes son separadas por políticas inhumanas, en Gaza las madres lloran a sus hijas e hijos asesinados por bombardeos que no distinguen entre combatientes y civiles. Es el mismo clamor de las madres de Belén cuando Herodes mandó matar a los inocentes (Mt 2,16-18). Es el mismo dolor de María al ver a su hijo crucificado. Pero también es el mismo llamado a la justicia, a no quedarnos en la indiferencia, a recordar que cada niño y niña es sagrado ante los ojos de Dios y que la paz solo será posible cuando pongamos la dignidad humana por encima del poder y la codicia.

MARÍA, JOSÉ Y LAS MUJERES QUE RESISTEN

En esta fiesta de la Presentación del Señor, recordamos a María y José, una pareja de migrantes que, con fe y valentía, presentan a su hijo en el templo. Pero no están solos: la fe del pueblo los acompaña, representada en los ancianos Simeón y Ana.

Hoy, esa misma fe nos sostiene. Es la fe de las mujeres que organizan redes de apoyo para las migrantes, de las madres que luchan por el derecho a criar a sus hijas e hijos en paz, de los pueblos que no se rinden ante la injusticia. Presentemos a Cristo en el mundo con la misma valentía y esperanza, con la certeza de que, a pesar de todo, “la esperanza no quedará defraudada” (Rom 5,5), lema del Año Jubilar 2025.

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