CARNAVAL, ¿maduro y consolidado?



Los largos años de estancias en Canarias me dieron la oportunidad de conocer y vivir un Carnaval muy maduro y consolidado. No era una celebración más, una fiesta de unos pocos, sino algo global en lo que –durante los años setenta y ochenta- participaba toda la ciudad. Tanto en Tenerife como en Gran Canaria, en sus capitales y en los pueblos, también en las Islas Menores, prácticamente en todas las localidades del Archipiélago, el Carnaval introducía a toda la población en un ambiente de gran fiesta.

Cuando vivía allí, comparaba la importancia del Carnaval con la que en las ciudades andaluzas tenía ya entonces y siguen teniendo las ferias, una celebraciones que paran de algún modo la vida de las localidades y consiguen que toda la población se entere y que casi todos participen y vayan algún día a los feriales. En Canarias me sorprendía esta paralización de las ciudades por la fiesta del Carnaval y el que en los actos participase, no sólo la gente joven, sino la población de todas las edades. Acostumbrado a la entonces insignificancia del Carnaval en los lugares de la península donde había vivido, recuerdo el impacto que me produjo ver a los alcaldes de las capitales de las dos provincias –por aquellos años, dos señores mayores y muy respetados, Manuel Hermoso y Juan Rodríguez Doreste-, vestidos de máscaras y participando activamente en las murgas y en las cabalgatas. El Carnaval en Canarias era algo distinto, mucho más intenso.

Al volver a vivir en la península, siempre pensé que -salvo en alguna ciudad por excepción, como Cádiz, donde no se había interrumpido ni siquiera durante los años del franquismo- el Carnaval seguía siendo algo poco importante. Los esfuerzos de ciertos Ayuntamientos por introducirlo de nuevo chocaban con la inercia de muchos años, con la indiferencia de casi todos y la participación escasa de sólo niños, disfrazados en las fiestas organizadas en los Colegios y muy ocasionalmente por las calles, más la colaboración de lo que en Canarias se denomina el “chiquillage”, los adolescentes y jóvenes siempre dispuestos para el jolgorio.


Sorpresa, este año
Se me ocurrió este año –el sábado inmediato al Miércoles de Ceniza y a la Cuaresma- asomarme a la Cabalgata del Carnaval organizada en Huelva, y me he llevado una gran sorpresa. La cosa era más importante, más colectiva, de lo que había pensado.

La Cabalgata no era de un minúsculo grupo de entusiastas, sino que ocupaba un larguísimo recorrido, probablemente de más de un kilómetro de largo. Desfilaba tal vez una decena de grandes carrozas, arrastradas por tractores enormes, desde las que niñas y jóvenes tiraban serpentinas y confetis -¿de dónde se sacará tantísimo papel de colorines?- a la población agolpada para ver el cortejo. Pero lo más significativo no eran las carrozas, algo más asequiblemente organizable, sino la numerosísima participación de grupos y comparsas desfilando a pie, en algunos casos con charangas musicales tocando a pleno gas, con todas las personas disfrazadas con atuendos inimaginables por lo variopinto. Entre la población desfilante, no sólo había gente joven, sino personas también mayores, mujeres y hombres, impresionando a todos por la vitalidad insospechada a esas edades de las contorsiones y de los bailes. Tampoco se puede uno imaginar de dónde habría salido tanto disfraz mamarracho, tantos gorros deformes, tanta infinidad de pelucas, tantos complementos inútiles. Además de los disfraces trasformantes –normalmente, de hombre a mujer, o resaltando enormemente las gorduras-, me sorprendió descubrir entre la comitiva a embarazadas de verdad y a alguna madre con su pequeño hijo en brazos. La cabalgata rebosaba participación popular, entusiasmo en todos por el número de participantes y por la facilidad con la que todos se interrelacionaban.

El periódico local -Huelva Información- del día siguiente a la Cabalgata, rebosaba también entusiasmo. Los titulares ya lo denunciaban: “La ilusión nunca se congela (aludiendo al gran frío que hacia por la tarde) – Paso importante para que la ciudad viva en la calle las fiestas de febrero – El frío no impide una respuesta masiva a las convocatorias en torno al desfile de ayer”. Había euforia además en la crónica del acontecimiento: “Ganas ayer de fiesta y las familias se echaron a la calle. Los más pequeños, para recuperar viejas costumbres, disfrazados. También padres y adultos. Basta colocarse un complemento de colores llamativos para participar de la fiesta”.


Organización potente, por detrás.


En la Cabalgata descubrí que, también con disfraces carnavaleros, había hombres mayores, serios e intensos y como trabajando, marchando de atrás adelante y de delante para atrás, claramente organizando la comitiva. Me acerqué a uno de ellos, y le pregunté. Me aclaró que la Cabalgata no era sólo improvisación, que la organizaba la Federación Onubense de Peñas, que contaba con el Visto Bueno y la colaboración del Ayuntamiento de Huelva; que la participación de las personas era espontanea y gratuita, pero que las murgas recibían alguna ayudas.

He comprado después, en una bien aseada página web, que la “Federación Onubense de Peñas y Asociaciones del Carnaval” (FOPAC) informa con detalle que vienen trabajando en el Carnaval desde hace más de treinta años, “sin escatimar esfuerzo, sacrificio, tiempo y en algunas ocasiones aportando económicamente de sus bolsillos”, en palaras de su Presidente, aunque “no siempre recibieron el trato justo a su dedicación y entrega”. La FOPAC es la que organiza el Concurso de Agrupaciones del Carnaval Colombino, en el Gran Teatro de la ciudad, durante una larga quincena y este año con 39 Agrupaciones inscritas: murgas, comparsas, coros, cuartetos y chirigotas. Las Bases para este Concurso tiene 35 páginas, y prevén con mucho detalle todo el acontecimiento. La FOPAC –sólo 7 miembros figuran en su Junta Directiva- es también la organizadora de la Cabalgata que recorrió las calles de la ciudad.

Como posible causa de la participación masiva de este año señalan la invitación gratuita a un plato de garbanzos –una garbanzada- en el lugar de arranque de la Cabalgata, la popularísima Plaza de las Monjas.

Evidentemente, detrás de lo espectacular de este año, existe una estructura organizativa, que este año cuando ha obtenido un éxito considerable.



¿Es bueno el desarrollo del Carnaval?
Desconozco sin en todas las ciudades españolas se estará dando un desarrollo paralelo de las fiestas del Carnaval, Al constatar la madurez obtenida por el Carnaval en Huelva, tras muchos años de esfuerzo de los organizadores, me pregunto si esto será o no bueno para todos, si de ello habrá que alegrarse o entristecerse.

Desde el enfoque trascendente -o incluso religioso- con el que “tras mi vidriera” observo las cosas y los acontecimientos, pienso que no es del todo malo que el Carnaval inunde también la calle. Existen fenómenos que han nacido desde lo religioso que ocasionalmente inundan también la calle –la Semana Santa, la Cabalgata de Reyes, el Corpus Christi, las procesiones de patronos y patronas,…-, y por esto parece que puede resultar incluso bueno que explote también en la calle una manifestación laica, que tiene ya escasísima relación con lo religioso (sólo el hecho -ya remotísimo- de que el Carnaval se situó originariamente en las fechas inmediatamente anteriores a la Cuaresma, para despedirse de la diversión antes de los rigores cuaresmales). Con esto, al menos, se reivindica el derecho a ocupar la calle cuando el pueblo quiere manifestar públicamente sus sentimientos o celebrar colectivamente sus fiestas, con o sin sentido religioso; por ser populares, y no por estar o no relacionadas con lo religioso: si en esto laico puede haber manifestaciones callejeras, también las puede haber con motivaciones populares religiosas.

Es cierto que las “carnestolendas”, las manifestaciones relacionadas con el Carnaval, han sido tradicionalmente mal vistas desde los ambientes eclesiales más severos, por los excesos que pudieron ser incluidos históricamente en estas fiestas. Pero en el mundo plenamente secularizado actual, el vestido provocativo o cualquier otro gesto procaz se puede encontrar en cualquier otro ambiente, y no sólo en el de alguna manera mas justificado del Carnaval.

Bienvenida, pues, la maduración y consolidación del Carnaval, si es que de verdad se está produciendo en otros lugares de España. Lo que no es malo hay que acogerlo, aunque no sea religioso.

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