Palabras de uso muy equívoco, no sólo en Cataluña
Las palabras se pueden usar bien, dándoles el sentido que en realidad tienen, y se pueden usar mal o muy mal, engañando a todos sobre lo que se está expresando. El momento actual de Cataluña ofrece un ejemplo clamoroso del uso equívoco de las palabras y las expresiones que se están usando en el debate político.
Golpe de Estado
Lo que más me llama la atención es que una expresión tan fuerte y tan clara como "golpe de estado" se esté empleando para calificar la actuación de los contrarios, tanto por los "constitucionalistas" como por los "separatistas". Para unos, los constitucionalistas, el "estado" es el descrito y contenido en la Constitución, y atenta contra él quien no lo tiene en cuenta y actúa en contra de sus mandatos; para los otros, los separatistas, el "estado" es el que ellos han unilateralmente proclamado en contra de los artículo de la Constitución, y atenta por ello contra este estado el que lo desconoce y hasta intenta derribarlo: Puigdemont habla constantemente del "golpe de estado" que el "clan del 155" ha llevado a cabo para destituirlo. La incomprensión mutua es absoluta. La expresión se usa como arma de fuego, para atacar a su contrario, con sentidos del todo contradictorios.
Palabras y expresiones muy equívocas
En el uso de otros términos y palabras consagradas, todavía la confusión es más patente.
La palabra "democracia" queda sin contenido, o con significado incluso contradictorio. Primero, están los que la usan para para calificar como democrático el comportamiento de los que han puesto en práctica todos los recursos y artículos de la Constitución; por otra parte, están los que han actuado en contra de la Constitución para obedecer el "mandato democrático de las urnas y del Parlamento". Un uso de la palabra, con sentidos enteramente opuestos. La palabra "fascista" es similarmente usada para las mutuas descalificaciones del comportamiento ajeno.
Comentarios sobre el tema
Este uso arbitrario de los términos ha sido bien destacado por los comentaristas.
Raul del Pozo, en su columna de El Mundo, afirma: "Se injurian unos a otros con los mismos calificativos: "golpista", "fascista".
Javier Marías, en su última página de El País Semanal, hace un pequeño ensayo sobre "Las palabras ofendidas". Afirma que hay "palabras manoseadas y profanadas", hay un "desaforado y ofensivo vaciamiento, o abaratamiento de las palabras", una "banalización constante de palabras de peso, serias, que no se pueden utilizar a la ligera sin cometer una afrenta". Para demostrarlo, enumera el uso abusivo de las expresiones: "Visca Catalunya llure" o "Freedom for Catalonia"; o las palabras: "oprimidos", "ocupados", "humillados", "desafectos" y "tibios" (los términos, dice, "que en su día usó el franquismo en sus siempre insaciables depuraciones"), "fascista" y "traidor" y "renegado" (aplicadas a personas tan alejados de estos conceptos como Juan Manuel Serrat, Isabel Coixet o Juan Marsé). Lamenta que el empleo indebido de estos términos ofenden seriamente a los que de verdad sufrieron por estos conceptos: "los españoles que vivimos y padecimos el franquismo", las poblaciones actuales de Irak y Siria, las mujeres saudíes y de otros países musulmanes, los cubanos y los chilenos y los argentinos..., "todos cuantos sufren y han sufrido torturas verdaderas en el universo". "Nos encontramos en efecto, concluye, ante émulos de Mussolini que extrañamente se dicen oprimidos, sin libertad y humillados, y que cometen la infamia de llamar `fascistas´ a sus verdaderas víctimas".
Humildad necesaria
Los creyentes no podemos escandalizarnos mucho por este uso equívoco de las palabras, pues la palabra más sagrada de todas, Dios, es también usada de forma hasta contradictoria por las diferentes confesiones. "Cercano, y difícil de captar, es Dios", dijo F. Höldernin; y comenta Olegario González de Cardedal: “Esta divina palabra –Dios- no la podemos olvidar, ni asegurar como propiedad, ni usar como moneda de cambio para los gastos diarios... Porque ella sigue siendo santa y santificadora, a pesar de haber sido manchada y ensangrentada por los hombres... Sobre ella se ha proyectado todo el amor y todo el odio del que es capaz el corazón humano" (Dios, Sígueme, páginas 9,64,117). En lo más sagrado, resulta también posible la mixtificación.
Si la palabra Dios es mal usada en tantas ocasiones, no puede producir extrañeza completa el uso equívoco de palabras menos transcendentes. En los temas religiosos, está la Biblia, la Iglesia, el Papa, los santos y los mártires, como elementos de referencia para contrastar nuestras propias opiniones y existe también el "discernimiento de espíritus" para averiguar la voluntad de Dios en los temas discutible, confusos o dudosos; pero, a pesar de todos estos posibles elementos de referencia, existen distancias abismales en el uso de la palabra Dios y de los valores de Dios, no sólo entre los increyentes y los católicos o lo budistas o los musulmanes, sino incluso entre los mismo cristianos y hasta entre los mismo católicos.
De forma similar, si en el tema catalán, que es sólo humano, se le pierde el respeto a los elementos de referencia -la Constitución, la Justicia o Gobierno de la nación-, no es extraño que broten los usos desmadrados de los términos más elementales. Si no se escucha a los demás, cada uno endiosa sus propios puntos de vista.
Las propias opiniones no pueden ser fortalezas aisladas, sin comunicación con las opiniones ajenas. El parecer propio tiene que estar abierto a calibrar el valor de la opinión de los demás. El dicho popular "un respetito es algo muy bonito" tiene máxima aplicación a la actitud respetuosa y humilde que hay que tener para que las palabras no pierdan su sentido, no se conviertan en proyectiles contra la opinión de los demás. Sin esta apertura a la opinión de los demás, la convivencia resultará imposible en todos sitios. Ahora lo vemos claro en Cataluña, antes y después de las elecciones.