Rocío de las Hermandades
Hablar del Rocío al que no lo conoce resulta muy difícil. Es casi imposible dar a entender: el marco externo de la aldea (un habitat del todo insólito, con un perímetro de muchos kilómetros y muchos miles de segundas viviendas en inmensas calles enarenadas); población de más de un millón de personas en los cuatro días de la Romería y pocos centenares de residentes estables todo el año; amplias terrazas en todas la viviendas; peculiares actos religiosos oficiales (presentación de Hermandades, Misa en el Real, concentración inmensa para un Rosario larguísimo, procesión inimaginable); ermita a todas horas repleta de gente, durante la romería... Al intentar contar el Rocío a personas distantes de lo andaluz, el que lo intenta se da cuenta de que el otro no se está enterando. Un fenómeno muy peculiar, muy difícil de explicar a los extraños.
Este año he conocido una vertiente distinta del Rocío, la de las Hermandades filiales. Son actualmente 121 Hermandades distintas, aglutinadas desde Almonte por la entidad organizadora, la denominada la Hermandad Matriz. La experiencia desde las 121 Hermandades es muy distinta de la de la Hermandad Matriz.
Vuelta a la naturaleza
El primer elemento diferenciador es que las 121 Hermandades hacen el camino desde sus localidades de origen hasta la aldea del Rocio, en casi todos los casos haciendo una o varias noches durante el recorrido según la distancias desde la que se desplazan. El camino se hace acompañando al simpecado, el estandarte con la imagen de la Virgen del Rocio que durante el año recibe el culto de sus devotos en las respectivas ciudades de origen. En la Hermandad Emigrantes de Huelva, la experiencia que he vivido personalmente este año, acompañaban a la carreta del simpecado unas 2.000 personas: a caballo, en carros bellamente adornados, en inmensos trailers tirados por tractores, en charrets, y varios centenares caminando a pie, un conjunto de una larga comitiva con alrededor de un kilómetro de larga. Hay Hermandades más numerosas, de hasta 10.000 personas, y otras más reducidas, de decenas o centenares de personas.
El camino encierra el encanto de una profunda vuelta a la naturaleza, pues se realiza casi todo lejos del asfalto, sobre pistas de barro o sobre caminos de blandas arenas. Un contacto directo con la naturaleza (pinares espléndidos de Doñana, en este caso), realizado por personas que ya viven todo el año en ambientes urbanos. Caminar por el campo, dormir malamente, comer y beber de las viandas autotransportadas -el costo- vivir constantemente rodeados por otros peregrinos, es entrar en un régimen que seduce enormemente a los participantes. Es zambullirse transitoriamente en un sistema de vida que ya ha desparecido casi por completo. Y todo esto casi siempre con los trajes de gitana o de flamenco, con cantes o bailes de sevillanas muy frecuentes, con reiteración de la sarta de ¡Vivas a la Virgen del Rocío! muy frecuente.
Desbordamiento de lo religioso
El que hace el camino es muy consciente de que está acompañando al simpecado, de que camina con la Virgen. Pero la vivencia de lo religioso en el camino -en realidad, en todo el Rocío- es muy diversa de la religiosidad tradicional de las Iglesias. Es como si la religión rompiese aquí sus propios moldes y se desbordase, adquiriendo formas de expresión muy diferentes. Participan de estas formas ampliadas de religiosidad personas no frecuentadoras de las Iglesias, hombres y mujeres de aspectos estrictamente seculares, con atuendos y expresiones a los que no están acostumbrados los muros de los templos.
Por la mañanita del día de camino, se dice una misa de romeros, bajo los pinos, en el seno de la inigualable catedral que es la naturaliza. La gente participa y hasta se emociona, muchos comulgan, viviendo de forma poco común la liturgia estricta de la Iglesia.
Pero hay que reconocer que la vivencia de casi todos es mucho más fuerte en otro peculiar acto religioso que se realiza a otra hora y de forma muy distinta, casi al final de la jornada del segundo día del itinerario. Hay una charca por la que el camino tiene que cruzar, rodeado de un amplio anfiteatro de vallados sobre el que se acomoda toda la comitiva. La carreta con el simpecado se introduce en el agua no profunda de la charca, y entonces empieza la ceremonia. Desde lo alto de un caballo, un hombre saca una guitarra y arranca cantar. Cantos hondos flamencos, con letras alusivas a la Virgen y a la Hermandad y a los sentimientos más profundos de la gente, que electrizan por completo a los asistentes. Todos se siente muy cómodos y participan con los olés y rubrican con los aplausos. Siguen cantos por sevillanas e intervención de otras varias voces, todas muy conectadas con el sentir de los asistentes. Un auténtico happening en el que todos se implican.
Ya en la aldea, las Hermandades depositan su simpecado en la sencilla capilla de su Casa, desde la que lo conducen en procesión a la Presentación ante la Virgen y a los distintos actos oficiales de la Romería. El simpecado es el lazo de unión de la Hermandad con la imagen de la Virgen del Rocío, que en la Procesión devuelve la visita a todos los simpecados que han venido hasta la aldea a rendirle culto durante la romería.
Es otra forma de vivir los sentimientos religiosos, mucho menos exigente desde luego pero no menos honda y sentida. Es el fenómeno amplio de la religiosidad popular, del que el Papa Francisco ha hablado con gran respeto, ha recomendado cuidar con esmero. Todo el conjunto de las manifestaciones religiosas del Rocío, los oficiales y los individuales que el pueblo experimenta en sus cantes y en sus contactos personales con la Virgen, desbordan los moldes estrictos de la religiosidad tradicional, acogen a personas menos ortodoxas y ocasionalmente situadas también al margen de la severa moral católica. Es un fenómeno mucho más amplio, que se presta a interpretaciones diversas.
Para colmo, esta vivencia profunda y tan heterogénea de la religiosidad popular se encuentra envuelta en el contexto todavía muchísimo más amplio de las restantes manifestaciones del Rocío: el cante y el baile, la comida y la bebida, el lujo de los trajes típicos andaluces, la naturaleza exuberante de Doñana y de la marisma, la convivencia y la amistad en sus grados más altos... Un universo muy heterogéneo, en el que hasta el vocabulario es diferente, términos que hay que transcribir en letras cursivas para dar a entender su diferencia. Dentro de su variedad, el Rocío es probablemente la manifestación más completa de todos los elementos de Andalucía, de su tierra y de sus gentes, de su cultura, de su gastronomía, de su formad e ser y también de su religiosidad, todo fundido en un conjunto inseparable, en el que no resulta fácil deslindar y valorar la importancia aislada de cada aspecto.
Reflexión final sobre las Hermandades
La articulación más fuerte de todos las variadas manifestaciones de lo rociero son las Hermandades, el tema de este sencillo comentario. Actualmente existe la discusión sobre hasta dónde puede llegar el crecimiento del Rocío. Las Hermandades oficialmente admitidas como afiliadas son ya 121, y varias decenas más son las Asociaciones en la lista de espera para ser igualmente reconocidas, pero el Rocío es un fenómeno mucho más amplio complejo. Algunos dicen que las costuras se rompen, que ni la aldea ni los actos oficiales de culto admiten más ampliaciones. La discusión no es fácil de resolver.
El actual responsable más directo del Rocío, el Presidente de la Hermandad Matriz de Almonte, Juan Ignacio Reales, en entrevistas de prensa de este año, a la pregunta "¿Tiene límites el Rocío?", deja una cosa clara: "Sinceramente, no lo sé", responde inicialmente. "Pero tengo claro que esos límites no los podemos poner nosotros, desde el pueblo de Almonte o desde la Hermandad Matriz. Para nosotros es un honor y es un orgullo que la imagen de nuestra Patrona sea venerada en todo el mundo, y eso es algo que nos tiene que llenar de alegría y de satisfacción; y, al mismo tiempo, es una responsabilidad muy importante: saber reconducir y reorientar ese crecimiento de forma que no altere la esencia y la autenticidad del Roció. Per no podemos ser nosotros los que pongamos vallas a esa devoción".
En otra entrevista también de este año, con una confianza puede que excesivamente optimista, deposita precisamente en las hermandades la posibilidad de una crecimiento ordenado del fenómeno rociero: " El crecimiento del Rocío, si viene de la mano de las hermandades, no es peligroso, porque son éstas las que mejor pueden garantizar que ese crecimiento no sea sólo cuantitativo, sino que también sea cualitativo; es decir, que vengan al Rocío personas que están debidamente preparadas, que llevan todo un año de preparación, que participan en sus cultos, que hacen obras de cariad, que se preocupan de la formación de los hermanos... Mientras sean las hermandades las que articulen la devoción rociera de la mano de la Hermandad Matriz, todo está bajo control. Lo contrario sería limitar el crecimiento, ponerle puertas al campo, tirarnos piedras contra nuestro propio tejado. Si es una devoción que crece tenemos que favorecer eso, pero reconduciéndolo. Que no sea un crecimiento desorbitado o descontrolado, ni que venga la gente por libre, sino siempre dentro de la Iglesia y del cauce de las hermandades. El crecimiento está siendo de una o dos hermandades por año, y eso permite asumirlo y organizarlo bien ".
El tema es arduo. La respuesta no es fácil. Tal vez del sistema de evolución darwiniano provenga a la larga algún tipo de autorecorte, algún punto máximo de saturación. Este apunte sobre las Hermandades puede focalizar la mirada en el principal punto del que puede provenir la solución mejor del problema del crecimiento del Rocío. Las hermandades, desde luego, son un hermoso elemento dignificador de la mejor esencia del Rocío.
Otras páginas sobre El Rocío, en este blog:
09/06/2017 Un detalle sobre el pasado Rocio
16/05/2016 El acto más hondo del Rocío
26/05/2015 Romería del Rocío, honda religiosidad en una manifestación
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