Una novela de vidrieras





Por estar situado este blog "tras mi vidriera" -sin saber antes nada sobre su autor- comencé a leer este libro, "Las ventanas del cielo", sólo porque en la información que llegó hasta mis manos decía que en él se trataba sobre las vidrieras. He leído de prisa y completas las 731 páginas del libro, y he constatado que se trata de una buena novela. Explicaré por qué.


La novela
La información previa sobre el libro decía que se trata de "una novela épica y de aventuras". Me sorprendió, de entrada, que el tema de las vidrieras no aparecía para nada en los primeros centenares de páginas del libro.

El libro está situado en la segunda mitad del siglo XV, en plena efervescencia del gótico mas puro. Pero arranca sólo como un trepidante relato, situado primero en Burgos y luego en los ambientes pesqueros de Bermeo y de la lejanísima Terranova, sin que tenga que ver nada con las vidrieras el argumento que se empieza a desarrollar.

Sólo en la segunda parte del libro, en la página 220, ya en Flandes, en una ocasional visita a la catedral Amberes, es invitado el protagonista, Hugo de Covarrubias, a visitar el taller de un famoso "artesano de vidrieras" -un personaje histórico-, Hendrik van Diependaal, que está construyendo una para esta catedral. La visita le impresiona mucho al personaje, pero luego prosigue el relato trepidante con una larga estancia suya en Africa, arrancando sal en las afueras de la ciudad de Quastiliya (en la final "Nota del Autor", se informa que se trata de Túnez) y, sólo tras la dificultosa vuelta de África, ya en la página 453 del libro, se sitúa al personaje en el taller del vidrierista para aprender el oficio de vidriero.

La novela, desarrollada hasta que el personaje toma contacto profesional con las vidrieras muy avanzada la tercera de las cuatro partes del libro, está muy bien trabada y está contada con un arte narrativo poco común. Sucesivamente situada en los ambientes de los diversos personajes, la narración fluye muy espontáneamente, sin perder el ritmo del interés, siempre atada a referentes muy concretos.

Los personajes están tratados con mucho verismo, con rasgos definitorios muy acusados, resultando muy fácil imaginarlos, acompañarlos e interesarse por ellos. El protagonista, Hugo, se relaciona primero con su padre, un gran comerciante de la lana, don Fernando de Covarrubias, con su falaz administrador Policarpo, con la que será el final amor de su vida, Berenguela, y luego, ya metido en la aventura marinera, con el capitán vasco del barco, Obeko, "pura bondad revestida de rudeza", se le define en la Nota del Autor; Azerwan, un esclavo al servicio del barco, que será posteriormente rescatado por Hugo para coprotoganizar toda la aventura africana; Ubayda, el gran amor de Azerwan, a su muerte acompañante de Hugo en la vuelta a Flandes para comenzar el trabajo de las vidrieras.

No pretendo esbozar siquiera el argumento de la novela. Sólo insistir en que está muy bien contado, muy bien pensado y coherentemente trabado, y en que capta así muy bien el interés del lector. Con técnicas cercanas a las de los "best seller"´, logra un relato muy vivo. Sólo se le podría tachar que introduce muertes varias para sacar adelante el argumento -se ven incluso venir desde mucho antes-, aunque lo hace de forma muy trabajada y casi connatural con el mismo argumento. El alargar tanto la historia antes de llegar al momento de las vidrieras intenta justificarlo la Nota final del Autor exponiendo que la vinculación entre Flandes y Castilla que establece el maestro de vidrieras que llega a ser Hugo se puede comprender mejor conociendo la relación entre Castilla y Flandes existente en el siglo XV en los mercados de la lana, de los que arranca la novela. La justificación puede no ser muy válida, pero la trama completa de la novela es muy compacta y, por el propio desarrollo del argumento, podría hasta auto justificarse. Buscando una unidad a las muy heterogéneas partes del libro, la Nota del Autor afirma que está "el amor urdiéndolo todo".


Catedrales y vidrieras
La inspiración primera del libro, con todo, parece estar en las vidrieras. "Esta novela -le tutea al lector en la Nota del Autor-nació con la única pretensión de hacerte disfrutar y ayúdate a entender en qué consiste el maravilloso mundo de las vidrieras durante el gótico tardío". Todo comenzó, "coincidiendo con mi primer viaje a París -confiesa el autor-, casi de casualidad, entré en la Sainte-Chapelle..., el impacto que recibí fue tan formidable que nunca se ha podido borrar de mi recuerdo": en la novela, intenta trasmitir su recuerdo de esta fortísima impresión a través de lo que al personaje Hugo le hace sentir una visita dentro de su época a esta capilla privilegiada de París.

Las catedrales, además de por su arquitectura espectacular, son para el autor el lugar de asiento de las vidrieras, "ciudades bajadas del cielo", "auténticos sagrarios de luz y color al abrir sus ventanas al cielo". Porque para el autor, y de ahí el título de la novela, las vidrieras son "ventanas del cielo", que permiten "vivir la mística de la luz y de color", que posibilitan "la comunicación entre la divinidad y el hombre".

En el "happening" final de la novela, cuando la Reina Isabel la Católica inaugura las vidrieras realizadas por Hugo de Covarrubias y el vidrierista flamenco real e histórico Niclaes Rombouts en la Cartuja de Santa María de Miraflores de Burgos, la vidriera de la Santísima Trinidad confeccionada por Hugo, con la luz fuerte del sol, se revitaliza: "de repente, cada uno de los vidrios que formaban parte de aquel vitral parecieron cobrar vida, y la luz se aprovechó de ello para empezar a bailar con los cuatro ángeles que acompañaban a la Virgen, recorriendo sus vestidos, besándola en la mejilla".

En su Nota final al libro, el autor confiesa que sólo pretende introducir en el conocimiento y el amor hacia las vidrieras: "Esta novela nació con la única pretensión de darte a conocer, hacerte disfrutar y ayudarte a entender en qué consistió el maravilloso mundo de las vidrieras durante el gótico tardío, una disciplina escasamente tratada en la novela histórica y un tema que, a mí, lo confieso, me ha enamorado". Algo alambicada, con todo, parece la reflexión aportada sobre los cuatro elementos, dando cohesión tanto al arte de las vidrieras como a la vida de Hugo: "Tierra, fuego, agua y aire son los elementos básicos para la creación de una vidriera. Y serán, también, los elementos que Hugo va a necesitar para construirse a sí mismo. Del particular equilibrio que en un momento dado se establece entre ellos, surgirá su capacidad artística".

Las vidrieras, con todo, están en el origen y los momentos más culminantes de la novela. La información que se facilita sobre los procesos de producción de las vidrieras es abundantísima, casi exhaustiva. Una cita del "reconocido especialista en historia del vidrierismo español, Victor Nieto Alcaide", explicita el por qué de la importancias concedida a las vidrieras: "Colores y piedras hacen patente una compleja síntesis de dogmas, de historias bíblicas y humanas, de lírica, de genios creadores, de luz natural y contenido sacro, en ese modelo de templo gótico donde ser cruzan los caminos de peregrinos y las rutas de la trascendencia, al compás de una belleza imitadora de Dios que tenía que conducir a Él".


El autor


Me llevó a este libro el tema de las vidrieras, que da nombre a este blog y que resulta ser la pretensión última de esta extensa novela. He descubierto así al autor del libro, Gonzalo Giner, nacido en Madrid en 1962, y autor ya de otras seis novelas, todas situadas en periodos históricos pasados. Lo que caracteriza más al autor es su carrera y profesión de veterinario, no frecuentemente relacionada con la literatura. Su novela de más éxito es sobre los caballos, "El domador de caballos", y en este mismo libro su afición a los animales convierte a un halcón, Aylal, en un personaje más de la novela.

El deseo del autor sobre su libro se convierte también en la intención de este modesto comentario: "Espero que después de haber leído esta novela, cada vez que entres en una catedral gótica o en un temple revestido con vidrio, te detengas un momento para contemplar sus vidrieras. No es necesario saber mucho de ellas para poder vivirlas. Ojalá puedas ver cuando la luz del día las esté atravesando: relájate entonces, siéntate quizá en un banco y experimenta las sensaciones que producen. Si eres religioso, sin duda alguna te ayudarán a comunicarte con Dios durante unos minutos; para eso se hicieron. Y si no lo eres, déjate trasportar por ellas. Quizás inicies un viaje a al interior de ti mismo que llene tu corazón de paz, o quizás t3condizcan a un mundo que no hayas pisado todavía: el de la trascendencia". Es el final del libro y de esta sencilla Nota.
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