¿Qué queda de la Cuaresma?



En un estudio sociológico de lo que queda de la Cuaresma saldrían las prácticas que actualmente se mantienen en las Parroquias e Iglesias, en los Centros de Espiritualidad, en las organizaciones relacionadas con lo religioso y en las diversas vidas privadas de todas las personas para las que la Cuaresma significa algo.

Por lo pronto, es claro que ya la Cuaresma no reviste las características que en otro tiempo tuvo en el seno de la Iglesia e incluso de toda la sociedad. La religiosidad ha cambiado mucho en los últimos tiempos

Los Carnavales, que rigurosamente finalizaban con el entierro de la sardina en la víspera del miércoles de ceniza, han roto ya las fronteras de la Cuaresma tanto por delante como por detrás de la Cuaresma, definiéndose como fiesta pagana y sin apenas connotaciones con lo religioso. Guardan estas fiestas tan sólo una cierta liberalizada relación con el calendario cuaresmal, en recuerdo del exceso que en otras épocas se permitían antes de entrar en las austeridades cuaresmales.

El tono generalizado que antes pudo tener la Cuaresma -tiempo de ayunos y penitencias- ya ha quedado del todo amortiguado, pues los ayunos y abstinencias que oficialmente mantiene la Iglesia son muy mínimos, sin que supongan una penitencia real para los muy reducidos observadores de estas prácticas y casi sólo como un mero recordatorio del tiempo cuaresmal. El cubrimiento de crespones morados de los altares, que en otros tiempos diferenciaban mucho a los templos durante la Cuaresma, han sido ya suprimidos por la Iglesia por el escasísimo sentido simbólico que hoy podrían tener para los fieles.

¿Qué queda, entonces, de la Cuaresma? ¿Ha perdido del todo su significado para los creyentes? Del todo no lo ha perdido, pues se mantiene el ser un tiempo de preparación para la muerte y resurrección de Jesús, para la Pascua, con todo la intensidad personal que pueda cada creyente y cada comunidad poner en el seguimiento de la oración oficial de la Iglesia -liturgia eucarística y oficio oracional-, que sí están del todo diferenciados -con tintes trasnochados, muchas veces- durante todo el tiempo cuaresmal.

Conserva todavía la Cuaresma el ser un tiempo de más oración, en el que la oración personal, la lectura de la Biblia o de literatura religiosa, se incrementan generalmente para los creyentes practicantes. Aumenta también mucho la celebración personal y comunitaria de retiros, experiencias comunitarias de oración de todo tipo (con niveles diversos de imaginación y creatividad) y, sobre todo, de Ejercicios Espirituales, breves y más prolongados, como exponentes de la mayor búsqueda de Dios que tanto las comunidades como las personas pretenden con sinceridad en este tiempo. Las casas y el personal religioso, por este motivo, tienen en la Cuaresma su tiempo de mayor actividad, su "agosto".

La más importante repercusión de la Cuaresma, conn todo, está en la mayor participación en la liturgia de la Iglesia, con más predicación en las Eucaristías y con más practica del sacramento de la reconciliación. El incremento importante de la práctica sacramental se mantiene como la más honda repercusión de la Cuaresma en la vida de los creyentes. Particular mención merece a este respecto la creciente celebración de los cultos de la Semana Santa, generalizados para todos los públicos en las Parroquias y en todas las Iglesias y con características diversas de intensidad en las Pascuas que se organizan para jóvenes y para otros públicos, en casas de retiro o en otras instalaciones eclesiales e incluso en actividades itinerantes.

Queda por último lo que para importantes sectores es la mayor expresión de la Cuaresma, la participación en los diversos cultos -triduos, quinarios, novenas- y en las estaciones de penitencia -Via Crucis y Procesiones de la Semana Santa-, organizados por las Hermandades y Cofradías. La intensidad religiosa de estas muy numerosas participaciones está en relación con la personal maduración en la fe de cada uno de los participantes, pero la organización de todos estas actividades a cargo de los cofrades y la invasión de la calle que estos días se produce desbordan el carácter meramente religioso y se convierten también en fenómenos sociales y estéticos el que muchos mas participan. La intensidad de la Semana Santa popular no decae y mantiene una vitalidad hasta creciente.

De las fiestas, cada uno habla según su propia experiencia. La Cuaresma y la Semana Santa no son en esto una excepción. La valoración que se les concede depende de la implicación y de los criterios personales que se les aplican. El consenso valorativo no es unánime. La Cuaresma y la Semana Santa son tiempos importantes, aunque cada cual se relaciona con ellas de forma diferente.
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