Un santo para cada día: 26 de marzo S. Braulio. (Eficaz colaborador de S. Isidoro de Sevilla)
| Francisca Abad Martín
Los últimos años de la primera mitad del siglo VII van a estar ocupados por una figura egregia de la Iglesia con un papel relevante en los concilios V y VI de Toledo. Sobre todo, en este último celebrado el año 638 donde va a resplandecer como un astro. Se llamaba Braulio, nacido hacia el año 590. Ignoramos el nombre de su madre, aunque sí conocemos el de su padre, Gregorio y el de algunos de sus hermanos, pero tampoco hay certeza acerca del lugar de su nacimiento, unos apuntan a Gerona y otros a la misma Zaragoza.
Las primeras noticias que tenemos de él están relacionadas con su hermano mayor, Juan, quien en la escuela aneja al Monasterio de Santa Engracia, donde éste era abad, recibe Braulio una primera instrucción, tanto en la vida común, como en la doctrina y en la piedad. Con tan competente maestro logró Braulio adquirir una buena formación, de la que posteriormente hizo alarde.
Pero la plenitud y la madurez la adquiere Braulio en Sevilla, al lado de San Isidoro, cuando ya Juan había sido nombrado Obispo de Zaragoza y había nombrado arcediano de la Catedral a su hermano Braulio. La relación entre Isidoro y Braulio, más que de profesor a discípulo, fue la de amigos y colaboradores, aunque siempre teñida con el sello de la protección paternal por parte de Isidoro. Cuando Braulio regresa a Zaragoza sigue una asidua correspondencia con Isidoro, que no abandonarían nunca, elogiándose mutuamente sus muchas virtudes y sabiduría.
Hasta tal punto llegó la confianza y la compenetración entre ambos, que es Braulio quien anima a Isidoro a escribir las “Etimologías”, su obra cumbre y es Braulio quien, al final de la vida de Isidoro, organiza y recopila el texto que el maestro, a instancias suyas, le ha enviado.
A la muerte de su hermano Juan, Braulio ocupa la Sede Episcopal de Zaragoza. El anciano Isidoro vuelve a encontrarse con su discípulo, ya Obispo de Zaragoza desde hacía dos años, en el IV Concilio de Toledo, Isidoro como Presidente de la Asamblea. Pasados tres años del Concilio fallece Isidoro y Braulio recoge el testigo, convirtiéndose en la primera figura de la Iglesia española.
A los tres meses de la muerte de Isidoro se convoca, en el año 636, el V concilio de Toledo, ya presidido por Braulio; él dirige las deliberaciones y redacta los Cánones, pero es sobre todo en el VI Concilio de Toledo, en el 638, donde Braulio se impone y resplandece.
La importancia y destacada posición del obispo Braulio en la Iglesia visigótica española perdurará hasta su muerte. Los mismos reyes, como Chindasvinto o Recesvinto, le reciben en audiencia y le piden consejo,
Aparte de la innumerable correspondencia que de él nos ha llegado, se conservan 44 cartas suyas, tuvo gran fama como bibliófilo, organizó y recopiló códices antiguos, escribió una vida de San Millán de la Cogolla y un himno en loor del mismo santo, también se le atribuyen las actas de los mártires de Zaragoza.
Falleció el año 651 y fue sepultado en la Basílica de Nuestra Señora del Pilar. Es Patrono de Aragón y de la Universidad de Zaragoza. Fue canonizado en el siglo XIII.
Reflexión desde el contexto actual:
Es bueno recordar a quienes se muestran tan críticos con todo el clericalismo religioso, que gracias a hombres como el obispo Braulio se pudo recuperar la cultura de tiempos pasados y de la que hoy podemos disponer. Por exigencias de una elemental justicia histórica, habría que reconocer al obispo Braulio no solamente su labor apostólica sino también su ingente obra cultural