Un santo para cada día: 14 de junio S. Eliseo (El agricultor que dejó el campo para seguir a Elias y convertirse en el profeta de los prodigios)
A los 10 años del reinado de Joás y cumplida su alta misión profética, Eliseo sintió que su fin estaba próximo, muriendo rodeado de sus discípulos el año 849 a. de Cristo, no sin antes haber dejado profetizado que el rey sirio sería derrotado
Eliseo fue un profeta judío sucesor de Elías, que juntamente con él habría de ser considerado uno de los Padres del Carmelo. Nació en Abel-Mehola (Isarael) nueve siglos antes de la venida de Cristo; fue hijo de Safat, de la tribu judía de Rubén, quien era dueño de una saneada hacienda. De joven se dedicó a la agricultura y al pastoreo de ganados, experto labrador era capaz de arar los campos disponiendo de 12 yuntas de bueyes. Feliz vivía entregado a sus faenas agrícolas y ganaderas hasta que un día fue llamado por Elías y sin dudarlo un momento se despidió de los suyos y se fue a vivir con él. Ambos se dirigieron al Monte Carmelo para llevar una vida de oración y penitencia, esperando allí la llamada divina que llegaría 12 años después. Cuando Elías fue arrebatado al cielo, en un carro de fuego, le arrojo su manto a Eliseo como señal inequívoca de que le pasaba el testigo.
La vida de Eliseo está llena de predicciones, milagros y prodigios, que quedaron puntualmente relatados en el libro de los Reyes: Divide la corriente del río Jordán, potabilizas las aguas de la fuente de Jericó, multiplica el aceite de la alcuza de una viuda, hace que la estéril sunamita tenga un hijo y le devuelve la vida cuando éste muere, multiplica los panes con los que da de comer a un centenar de personas, predice la victoria milagrosa sobre Moab, predice también los siete años de hambre en la tierra de Canaán y la muerte de Ben-Adad, rey de Siria, descubre lugares secretos etc. etc. Como taumaturgo aventajó sin duda a su maestro espiritual Elías, aunque no alcanzara la relevancia de éste.
Eliseo fue enviado de Dios para abrir los ojos de los gentiles, como queda de manifiesto en el relato de Naamán, que se nos hace en el capítulo 5 del segundo libro de los Reyes, en él que puede apreciarse como el profeta supo poner de manifiesto el poder de Yahvé con obras. A través de este relato podemos conocer mejor la semblanza taumatúrgica y política de este profeta de Israel, por cuya razón merece la pena ser recordado.
Entre los años 860-843 a. de Xto. gobernaba en Siria el Rey Ben-Adab II y en Israel el rey Joram, fue entonces cuando un valiente general del Rey sirio llamado Naamán aquejado de la enfermedad de la lepra, pidió una carta de recomendación a su Señor para ir a visitar al rey de Israel, porque una de sus criadas le había informado que en esta tierra existía un profeta que podía curarle de su enfermedad. Obtenido el escrito de recomendación, se presentó ante Ben-Adab, quien al abrirla pudo leer estas palabras: “Cuando recibas esta carta, verás que te envío a mi ministro Naamán para que lo libres de su enfermedad”. Esto disgustó sobre manera al Rey sirio porque el favor que se le pedía estaba fuera de su alcance y lo interpretó como un pretexto para buscarle las vueltas, por lo que se indignó rasgándose las vestiduras.
El suceso llegó a oídos de Eliseo, que se encontraba en el monte Carmelo en territorio de Samaría, dando aviso de que se dirigiera a este lugar donde él se encontraba, así lo hizo Naamán llevando con él sus caballos, sus carrozas y todo su séquito. Habiendo llegado a la casa de Eliseo, un emisario le sale al paso y de parte del profeta le dice que, si quiere librarse de la lepra, lo que tiene que hacer es bañarse 7 veces en el río Jordán. Muy simple le pareció el remedio al general, que pensó que era una tomadura de pelo, por lo que estaba dispuesto a dar media vuelta y volverse a su tierra y así lo hubiera hecho, de no haber mediado la intervención de sus acompañantes, que le convencieron de que nada se perdía por dar cumplimiento a algo tan fácil de realizar. Una vez bañado siete veces en el Jordán, tal como ordenaba el profeta, pudo ver con estupor que su cuerpo había quedado limpio, por lo que regresó al lugar donde se hallaba el profeta para decirle que “reconocía que no hay otro Dios sobre la tierra más que el de Israel” y también para hacerle entrega de unos valiosos regalos en prueba de agradecimiento, que el profeta no aceptó, pero sí un hermano de la Comunidad llamado Giezi, quien pensó que vendría muy bien para remediar las necesidades de los hermanos que vivían muy pobremente, motivo por el que habría de ser castigado con esta misma enfermedad de la lepra. No hace falta mayores explicaciones para comprender que la misión divina a Eliseo encomendada, consistía precisamente en dar a conocer a los hombres y mujeres de su generación que la salvación solo viene de Yahvé, no hay que olvidar que el nombre de Eliseo lo que significa no es otra cosa que “salud de Dios”.
A los 10 años del reinado de Joás y cumplida su alta misión profética, Eliseo sintió que su fin estaba próximo, muriendo rodeado de sus discípulos el año 849 a. de Cristo, no sin antes haber dejado profetizado que el rey sirio sería derrotado.
Reflexión desde el contexto actual:
La figura del profeta Eliseo habría de dejar huella profunda en las generaciones futuras. Los Santos padres y los doctores de la Iglesia verían en él una prefiguración de Cristo. Es como si se tratara de un anticipo de plenitud mesiánica corroborada, en que la sobreabundancia de milagros de todo tipo no dejaba lugar a ninguna duda. La memoria de Eliseo entre nosotros estuvo siempre avalada y lo sigue estando, tanto por la devoción acendrada que le profesan los carmelitas descalzos, como por los calzados, a quien consideran su padre juntamente con Elías.