Un santo para cada día: 16 de abril Sta. Engracia y Compañeros Mártires (Patrona de Aragón y de la Universidad de Zaragoza)
Su cadáver, destrozado, fue arrojado sin piedad a las calles. Los cristianos lo recogieron y lo enterraron junto con las cenizas de sus 18 acompañantes. Actualmente sus restos reposan en la cripta de la iglesia de Zaragoza que lleva su nombre
| Francisca Abad Martín
Santa Engracia es recordada con júbilo en toda la región aragonesa. Su nombre proviene del griego y significa fuerte y poderosa. La historia del martirio de esta santa la conocemos gracias al himno que le dedicó el poeta hispano, Prudencio, en el siglo IV, especialmente los detalles de las torturas que tuvo que padecer. Él dice haber visitado la celda donde la mártir agonizó lentamente hasta morir y conmovido por el recuerdo, recrea cada tormento, diciendo que se le privó a Engracia de una muerte digna y rápida.
Diocleciano había subido al trono en el año 285, dejando un reguero de sangre, ya que las suyas fueron unas de las persecuciones a los cristianos más cruentas de la historia.
Se creyó que Engracia había nacido en la ciudad lusitana de Brácara (la actual Braga), hija de un noble cristiano, aunque modernos estudios descartan su origen portugués y dicen que pudo haber nacido en alguna ciudad española próxima a Zaragoza, ya que Prudencio le dedicó un emocionado himno.
Parece ser que el padre de Engracia había concertado la boda de ésta con un caballero de Narbona (al Sur de Francia). Engracia se dirige allí escoltada por 18 jóvenes esclavos de su padre, para encontrarse con su prometido y celebrar los desposorios. Se detienen a descansar en la ciudad de Caesaraugusta (Zaragoza) y es aquí donde va a tener lugar su glorioso martirio.
Daciano, que era por este tiempo el gobernador de Caesaraugusta, había sido el causante de un luctuoso suceso. Había prometido respetar la vida de los que, negándose a sacrificar a los dioses, estuvieran dispuestos a abandonar la ciudad, pero esto era una trampa mortal, porque cuando familias enteras abandonaban la ciudad, Daciano mandó a sus ejércitos sobre ellos y fueron masivamente pasados a cuchillo. Las riberas del Ebro se tiñeron de sangre. Son los llamados “innumerables mártires de Zaragoza” o también “Las Santas Masas”.
Esta terrible noticia llegó a oídos del séquito de Engracia quien, indignada, solicitó audiencia con el gobernador. Cuando estuvo en su presencia le recriminó lo que había hecho y éste, sabiendo que era de noble familia, trató de persuadirla con halagos y falsas promesas, pero ella se volvió contra él, tratándole de “demonio”. Entonces Daciano mandó que la entregaran a los verdugos.
Estos se ensañaron con ella, la desnudaron, la ataron a un poste y la azotaron y lo mismo hicieron con sus acompañantes. Todos ellos lo soportaban cantando himnos a Dios. Luego, a esos 18 jóvenes los llevaron a las afueras de la ciudad, los degollaron y después quemaron sus cuerpos.
A Engracia la sometieron a horribles torturas, la ataron a la cola de dos caballos y la arrastraron por toda la ciudad, después la torturaron con garfios de hierro, le arrancaron con unas tenazas un pecho y también el hígado. Por último, el mismo gobernador clavó un enorme clavo en su frente, por eso la suelen representar con un gran clavo en su mano. Luego la arrojaron a una mazmorra para que acabara de agonizar. Prudencio nos lo describe así: “A ninguno de los mártires aconteció/ que quedara en nuestras tierras quedando aún en vida/ tú eres la única que permaneces en el mundo / sobreviviendo a tu propia muerte/Hemos visto parte de tu hígado arrancado /y apresado aún a lo lejos de las tenazas comprimidas/ ya tiene la muerte pálida algo de tu cuerpo / aun cuando estás viva”
Su cadáver, destrozado, fue arrojado sin piedad a las calles. Los cristianos lo recogieron y lo enterraron junto con las cenizas de sus 18 acompañantes. Actualmente sus restos reposan en la cripta de la iglesia de Zaragoza que lleva su nombre.
Reflexión desde el contexto actual:
Impresiona el arrojo y valentía de esta joven, que sin tener ninguna necesidad, se enfrenta al gobernador para recriminarle la injusticia cometida con otras personas, que eran inocentes. ¿Cabe mayor solidaridad? Todo un ejemplo para nosotros que nos lavamos las manos y siempre tenemos la disculpa preparada: “Eso no va conmigo”