Un santo para cada día: 21 de diciembre San Pedro Canisio (Patrono de la prensa católica)
Es el segundo apóstol de Alemania, después de San Bonifacio. Fue apodado “el martillo de los herejes”. Doctor de la Iglesia y el primer jesuita alemán
| Francisca Abad Martín
Es el segundo apóstol de Alemania, después de San Bonifacio. Fue apodado “el martillo de los herejes”. Doctor de la Iglesia y el primer jesuita alemán.
Pieter Kanis nació el 8 de mayo de 1521 en Nimega, ciudad de los Países Bajos, que entonces pertenecía a la diócesis de Colonia. Hijo del noble Jacob Kanis, alcalde de Nimega, que era un católico convencido, lo mismo que su esposa Edigia Houweningen, por esta razón y dado que gozaban de una buena posición económica, una vez cursados los estudios elementales en su ciudad natal, a los 14 años pasó a la Universidad de Colonia para cursar en ella los estudios superiores. A los 19 años recibió el título de “Maestro en Artes” y comenzó a estudiar Derecho Canónico, pero lo abandonó para dedicarse a la teología en Maguncia, movido por la predicación del jesuita Pedro Fabro, cofundador con San Ignacio de Loyola de la Compañía de Jesús.
Después de realizar unos ejercicios espirituales bajo la dirección de Fabro, ingresa en la Compañía de Jesús en el año 1543, convirtiéndose así en el primer jesuita alemán. En 1545 obtiene el título de “Bachiller en Teología”. Pronto Comenzará a enseñar Sagrada Escritura en la Universidad, predica y escribe. En 1546 es ordenado sacerdote y ya destaca como educador de la juventud y como predicador. Al enterarse de su valía, San Ignacio pone los ojos en él. Pronto destaca en el Concilio de Trento, haciendo grupo con los jesuitas españoles Laínez y Salmerón. Es llamado a Roma y allí hace su profesión solemne en 1549. Con el “Doctorado en Teología” obtenido en la Universidad de Bolonia, ya está preparado para lanzarse a la aventura evangelizadora por tierras alemanas.
Tenía una gran elocuencia y un gran poder de persuasión, lo mismo predicaba en la corte que en las plazas de los pueblos, lo mismo a los mayores que a los niños en la catequesis. Pero el grave problema que había entonces en Alemania era el protestantismo, implantado por Lutero. Pedro Canisio es implacable con ellos, por eso le apodaron “el martillo de los herejes”, pero siempre dentro de un respeto. Él siempre decía: “No hieran, no humillen, pero defiendan la religión con toda su alma”. Fundó Colegios Jesuitas en Praga y en Friburgo, este último se convirtió posteriormente en la Universidad de Friburgo.
Fue incansable en sus recorridos por las tierras alemanas, de donde llegó a ser Provincial de su orden. Dicen que a lo largo de su vida recorrería unos 30.000 Km. Destacó también como escritor, aunque fue un hombre más de acción que de letras. La más famosa y popular de sus obras fue “Suma de la Doctrina Cristiana”, un Catecismo, adaptado a varios niveles, que ya en vida del santo, tuvo 200 ediciones y fue traducido a 15 idiomas, para contrarrestar el de Lutero. Podemos contarle también entre los iniciadores de la Prensa Católica, por cuyo motivo ha sido nombrado “Patrono de la Prensa Católica”.
La muerte le cogió en Friburgo, trabajando y rezando, a los 76 años, un 21 de diciembre del año 1597 y veintiocho años más tarde se tramitaba en Roma el proceso para su beatificación, que se paralizó por la supresión de la Compañía de Jesús. Por fin el 24 de junio de 1864, le beatificó Pío IX y el 21 de mayo de 1925 le canonizó Pío XI, declarándole doctor de la Iglesia.
Reflexión desde el contexto actual:
No fue Canisio uno de esos hombres contemporizadores que decía sí a todo. Sabía muy bien hasta donde podía llegar y fuera de esos límites se mostraba inflexible. Con los protestantes, con quienes tuvo que mantener frecuentes relaciones, fue esmerado en el trato, pero inflexible por lo que se refiere a la postura de Lutero. Quién le iba a decir al “martillo de los herejes luteranos”, que andando el tiempo y con motivo del V centenario de la Reforma, se hablara y mucho sobre la posibilidad de que la figura de Lutero, considerado en el pasado como el peor de los herejes, podría ser reivindicada nada menos que por el mismísimo papa, bien iniciado el siglo XXI. Y es que, aunque las esencias del cristianismo permanezcan, los tiempos cambian.