Un santo para cada día: 23 de febrero San Policarpo (Patriarca de Asia)
Sin llegar a conocer en persona al Maestro, Policarpo tendría el privilegio de entrar en contacto directo con alguno de sus discípulos, por ello sus enseñanzas serán tenidas muy en cuenta
| Francisca Abad Martín
Sin llegar a conocer en persona al Maestro, Policarpo tendría el privilegio de entrar en contacto directo con alguno de sus discípulos, por ello sus enseñanzas serán tenidas muy en cuenta. Se da como sabido que vivió en Esmirna (Turquía) a finales del siglo I y murió a mediados del siglo II. Cuando San Pablo pasó por allí, dejó asentada una comunidad cristiana, en la cual abrazó la fe San Policarpo.
Existen pocos datos acerca de su vida, pudo llegar a conocer a alguno de los Apóstoles, incluso algunos afirman que pudo haber sido consagrado por San Juan. También fue cercano y mantuvo contactos con otros Padres Apostólicos, que tuvieron o pudieron tener contacto con los Apóstoles, tales como Ireneo de Lyon, que fue su discípulo e Ignacio de Antioquía, a quien tuvo por amigo y que camino de su muerte solicitó a San Policarpo que escribiera a su Comunidad de Asia Menor.
Muerto Ignacio de Antioquía, Policarpo se convierte en el primer personaje de la cristiandad oriental, tanto es así que San Jerónimo llega a llamarle “Príncipe de Asia”. Su reputación había llegado hasta Roma. Siendo obispo de Esmirna (Turquía), tuvo que desplazarse a Roma a dialogar con el Papa Aniceto, con la intención de unificar la fecha de celebración de la Pascua, toda vez que los cristianos de Asia y los de Europa la celebraban en días distintos. El encuentro acabó sin resultado alguno, por lo que Policarpo siguió celebrándola el 14 del mes de Nisán, sin tener para nada en cuenta el día de la semana que fuera, tal como lo hacía S. Juan apóstol.
Policarpo vivía entregado a su diócesis y aunque no habían llegado las graves persecuciones contra los cristianos, existía una cierta tensión y algunos cristianos habían sido ejecutados en Esmirna, por lo que Policarpo se vio obligado a tomar precauciones y esconderse en una casa de campo, pero hubo un chivatazo y Policarpo fue encontrado y conducido hasta los tribunales. Es entonces cuando se produjo un diálogo entre él y el procónsul, encargado de juzgarle y del que tenemos noticia, gracias a las cartas que los cristianos de Esmirna enviaron a las iglesias cristianas y a través de ellas también conocemos como fue su martirio
Todo sucedió el 22 de febrero del año 155, cuando Policarpo tenía 86 años. Estaban de fiesta en Esmirna. Habían terminado los juegos de cacería en el Estadio Público y el populacho pagano esperaba, con salvaje avidez de sangre, la sentencia del Procónsul sobre Policarpo, el anciano Obispo de la ciudad. Varios cristianos habían perecido ya despedazados por las fieras, pero el pueblo prorrumpió en gritos desaforados pidiendo para él la hoguera. La firmeza de su fe la interpretaban como una obstinación. La gente juntaba madera a su alrededor y le sujetaron a una estaca, pero él les convenció de que no hacía falta, porque no se movería y mirando al cielo exclamó: “Señor mi Dios, bendigo tu santo Nombre por considerarme digno en este día y esta hora de compartir con los mártires la copa de tu Cristo, para luego compartir la resurrección a la vida eterna del alma y el cuerpo en el Espíritu Santo. Concédeme ser recibido entre ellos hoy en tu presencia como sacrificio digno y aceptable” Una vez concluida la oración fue encendido el fuego y los testigos que presenciaron el hecho cuentan que grandes llamaradas rodeaban el cuerpo del mártir como si fuera una muralla y viendo que el fuego era incapaz de consumir el cuerpo, se dieron órdenes al verdugo para apuñalarle y cuando así lo hizo de la herida brotó sangre que extinguió el fuego, saliendo de ella una paloma interpretando, los que allí se encontraban, que era el alma de Policarpo que volaba al cielo. Así fue de ejemplarizante la actitud de este elegido de Dios, venerado tanto por la Iglesia Católica como por la Iglesia Ortodoxa que por su fortaleza y entrega a Dios alcanzó la inmortalidad.
Reflexión desde el contexto actual:
Por mucho tiempo que haya pasado desde entonces, un ejemplo de entereza como el de Policarpo conmueve y lo primero que a uno le viene a la cabeza es que necesariamente tiene que haber detrás un motivo muy fuerte y poderoso para enfrentarse al tormento y a la muerte con serenidad y hasta con alegría. Los mártires son en todas las épocas , los testigos vivos de la fuerza del amor .