Un santo para cada día: 8 de febrero Sta. Josefina (Bakhita, la Madre Moretta)
El papa Juan Pablo II la canonizó recientemente, el 1 de octubre de 2000, hecho éste especialmente significativo, porque de esta forma en la persona de Josefina Bakhita se honra a todos los africanos víctimas de la esclavitud y se les tributa un más que merecido homenaje
A Josefina se la conoce más vulgarmente como Bakhita, que es el sobrenombre que utilizamos generalmente cuando queremos referimos a ella; significa “afortunada” y fue impuesto, oh ironías del destino, por los mismos negreros en el momento que la secuestraban de la forma más inesperada y que ella misma nos cuenta en su autobiografía. Había nacido Josefina en la segunda mitad del siglo. XIX, en el pueblo de Olgossa en Darfur y tenía 9 añitos cuanto sucedió algo terrible para ella. Paseando plácidamente con una amiga por el campo se les acercaron dos extranjeros y uno de ellos le pidió que fuera al bosque a buscar alguna fruta; Josefina obedeció y cuando ya se hubo internado en la selva la capturaron, trasladándola a El Obeid, donde fue vendida en el mercado de esclavos. Aquí comenzaría el calvario de una niña que fue pasando de amo en amo, a cual más cruel. La vida que le daban resultaba insoportable, sobre todo con uno de los amos, cuando ella tenía 13 años, tuvo que soportar humillaciones y torturas, fue tatuada, le practicaban dolorosas incisiones y le aplicaban sal para evitar infecciones: “Sentía que iba a morir en cualquier momento, nos cuenta ella misma, en especial cuando me colocaban la sal”. La única solución a esta dolorosa situación hubiera sido escaparse y claro que lo intentó, pero nunca lo consiguió, hasta que cayó en manos del comerciante Calixto Leganini, que le dispensó un trato humano y digno.
Fue entonces cuando, según escribe ella misma, se hizo honor a su nombre y se sintió bien durante el tiempo que estuvo con Leganini “Esta vez fui realmente afortunada, escribe, porque el nuevo patrón era un hombre bueno y me gustaba. No fui maltratada ni humillada, algo que me parecía completamente irreal, pudiendo llegar incluso a sentirme en paz y tranquilidad”. Más tarde pasó a depender de la esposa de su amigo Augusto Michieli, a la que sirvió como niñera, llegando a intimar con una de sus hijas llamada Minnina. Ambas decidieron ingresar juntas en el Instituto de las Hermanas de la Caridad, Las Canossianas. Fue allí donde conoció al Dios Cristiano y se percató que había sido Él quien le había dado fuerzas para poder soportar la esclavitud. Poco después recibió conjuntamente el bautismo, primera comunión y confirmación, el 9 de enero de 1890, de manos del Cardenal de Venecia. A medida que pasaba el tiempo fue interiorizándose y un día sintió la llamada de Dios y no dudó en convertirse en una de las hermanas de la Orden. El 7 de diciembre de 1893, a los 38 años de edad, se cumplía su deseo, a pesar de que la Sra. Michieli de regreso de Sudán intentará llevarse consigo a ella y a su hija, sin que pudiera realizar su propósito porque la esclavitud por aquel entonces ya estaba prohibida en Italia.
En 1902 de Canossa fue trasladada a Venecia, para seguir sirviendo a Dios en los oficios más serviles, con gran modestia y humildad, pero sobre todo habría que destacar su entrega para con los más pobres y necesitados, lo que hizo que se la conociese como la Madre Moretta. Con los años sus fuerzas se fueron debilitando, hasta verse postrada en una silla de ruedas, después de haber pasado por una enfermedad dolorosa. El 8 de febrero de 1947 fallecía en Schio, a la edad de 78 años, quedando sepultados sus restos en el altar de la iglesia de dicho convento.
El papa Juan Pablo II la canonizó recientemente, el 1 de octubre de 2000, hecho éste especialmente significativo, porque de esta forma en la persona de Josefina Bakhita se honra a todos los africanos víctimas de la esclavitud y se les tributa un más que merecido homenaje. En esta mujer podemos ver el sufrimiento secular de todo un continente y el testimonio emocionado para creyentes y no creyentes, porque ella se ha convertido en un símbolo, en “Nuestra Hermana Universal”, como la denominó Juan Pablo II. Patrona del Sudán, de donde era oriunda, podía ser considerada también patrona de la trata de mujeres.
Reflexión desde el contexto actual:
Acabado el interminable periodo de falta de libertad, Josefina recobraba la paz de su espíritu y se reconciliaba consigo misma y con una sociedad que durante un tiempo la trató como esclava, robándole los mejores años de su vida. Cuando se sintió libre continuó sirviendo a los demás, pero cambiando de dueño; a partir de entonces sus nuevos amos serían los pobres y necesitados ¿no es éste un maravilloso ejemplo para un mundo tan egoísta e insolidario como el nuestro en el que cada cual va a lo suyo? El otro ejemplo que nos deja Josefina es el del perdón y comprensión: “Si volviese a encontrarme a aquellos negreros que me raptaron y torturaron me arrodillaría para besar sus manos, porque si no hubiese sucedido esto ahora no sería cristiana y religiosa”. Me pregunto si nuestro mundo, sacudido por el odio y la venganza, es aún capaz de emocionarse ante la sublimidad de estas palabras.