"El ser ordenados sacerdotes y obispos es pura gratuidad. Los dones del Señor no se compran” Francisco arremete contra los eclesiásticos carreristas, a los que llama "trepas" y "simoníacos"
"El Señor nos ha elegido gratuitamente. No hemos pagado nada para convertirnos en cristianos"
"Nosotros sacerdotes, obispos no hemos pagado nada para ser sacerdotes y obispos, al menos así pienso, ¿no?"
"El ser cristiano, el ser sacerdotes, el ser obispos, es sólo un don. Y así se entiende nuestra actitud de humildad, la que debemos tener: sin mérito alguno"
“Si nosotros los cristianos olvidamos al pueblo de Dios, incluso a los no creyentes, si nosotros los sacerdotes olvidamos nuestro rebaño, si nosotros los obispos olvidamos esto y nos sentimos más importantes que los demás, negamos el don de Dios"
"El ser cristiano, el ser sacerdotes, el ser obispos, es sólo un don. Y así se entiende nuestra actitud de humildad, la que debemos tener: sin mérito alguno"
“Si nosotros los cristianos olvidamos al pueblo de Dios, incluso a los no creyentes, si nosotros los sacerdotes olvidamos nuestro rebaño, si nosotros los obispos olvidamos esto y nos sentimos más importantes que los demás, negamos el don de Dios"
Una vez más, el Papa Francisco arremete contra los carreristas eclesiásticos, uno de los pecados que fomenta el clericalismo, contra los “trepas” y contra los que mendigan influencias para subir en el escalafón de la carrera eclesiástica. Debe estar tan harto de ver pupular a estos especímenes por Roma y por el Vaticano, que no los aguanta, porque lo peor que le puede pasar a un cura es convertirse en funcionario de lo sagrado. Y Francisco lo sabe y lo sufre a diario.
Quizás por eso, en la improvisada y previamente preparada homilía de la misa matutina de Santa Marta, donde abre su corazón a la treintena de fieles presentes el Papa comienza contando la historia de la elección de David.
SIguiendo el Salmo 88, Dios rechaza a Saúl y envía al profeta Samuel a bendecir a David, a pesar de que era el último de sus hermanos, que luchaban contra los filisteos para defender el reino de Israel. Los hermanos “tenían méritos”, pero el Señor eligió al último de ellos, “un muchacho inquieto”, que cuando podía iba a ver cómo los hermanos luchaban contra los filisteos, pero lo mandaban de vuelta a apacentar el rebaño.
Y tras la historia del salmo, Francisco se pregunta por qué el Señor eligió a un muchacho normal, que quizás “hacía algunas chiquilladas, las que hacen todos los chicos”, no era un chico pío, “que rezaba todos los días” y tenía siete buenos hermanos, “que tenían más méritos que él”.
Y sin embargo, -continúa el Papa- fue elegido el más pequeño, “el más limitado, el que no tenía títulos, no tenía nada, no había luchado en la guerra. Esto nos muestra “la gratuidad de la elección de Dios”.
Y el Papa pasa del ayer al hoy, de lo abstracto a lo concreto. “Pensemos en todos nosotros que estamos aquí: pero ¿por qué nos eligió el Señor? No, porque somos de una familia cristiana, de una cultura cristiana... No. Muchos de una familia y cultura cristiana rechazan al Señor, no quieren. ¿Pero por qué estamos aquí, elegidos por el Señor? Gratuitamente, sin ningún mérito, gratuitamente. El Señor nos ha elegido gratuitamente. No hemos pagado nada para convertirnos en cristianos".
Y Francisco concreta más la llamada gratuita de Dios, aplicándola a los clérigos: "Nosotros sacerdotes, obispos no hemos pagado nada para ser sacerdotes y obispos, al menos así pienso, ¿no?".
Y es, entonces, cuando arremete contra los carreristas y les llama trepadores y simoníacos: “Porque hay, sí, los que quieren ir adelante en la llamada carrera eclesiástica, que se comportan de modo simoníaco, buscan influencias para convertirse en aquí, allá, allá...los trepadores. No, pero esto no es cristiano. El ser cristiano, el ser bautizados, el ser ordenados sacerdotes y obispos es pura gratuidad. Los dones del Señor no se compran”.
Según el Papa, el carrerismo es un vicio, que afecta no sólo a la vida eclesiástica, sino también a la civil. “En la vida ordinaria, en los negocios, en el trabajo, tantas veces para tener un lugar más alto se habla con este funcionario, se habla con este gobernador, se habla con este de aquí..., porque 'pero, dile al jefe que me lleve...'. No es don; esto es escalar”.
En cambio, la vida cristiana es puro don. “El ser cristiano, el ser sacerdotes, el ser obispos, es sólo un don. Y así se entiende nuestra actitud de humildad, la que debemos tener: sin mérito alguno. Sólo que debemos cuidar este regalo, que no se pierda. Todos fuimos ungidos por la elección del Señor; debemos custodiar esta unción que nos ha hecho cristianos, nos ha hecho sacerdotes, nos ha hecho obispos. Esta es la santidad. Lo demás no sirve. La humildad de custodiar. Y así, el don.
Y francisco, se pregunta: “¿Cuál es el gran don de Dios? ¡El Espíritu Santo! Cuando el Señor nos eligió, nos dio el Espíritu Santo. Y esto es pura gracia. Es pura gracia. Sin nuestro mérito”.
Y el Papa termina su homilía advirtiendo que el cristiano que le da la espalda al pueblo, niega ese don de Dios: “Si nosotros los cristianos olvidamos al pueblo de Dios, incluso a los no creyentes, si nosotros los sacerdotes olvidamos nuestro rebaño, si nosotros los obispos olvidamos esto y nos sentimos más importantes que los demás, negamos el don de Dios. Es como decirle al Espíritu Santo: 'Pero tú ve, ve tranquilo en la Trinidad, descansa, yo me las arreglo solo'. Y eso no es cristiano. Eso no es custodiar el don. Pidamos hoy al Señor, pensando en David, que nos dé la gracia de dar gracias por el don que nos ha dado, de ser conscientes de este don, tan grande, tan bello, y de custodiarlo -esta gratuidad, este don- custodiarlo con nuestra fidelidad”.