El Papa pide rezar por los 39 migrantes muertos en un incendio en Ciudad Juárez Francisco, en la audiencia: "¿Nos dejamos cambiar por Jesús o es sólo una idea, una ideología?"
En la catequesis de la audiencia del miércoles 29 de marzo, en la última semana de Cuaresma, Francisco glosó la figura del apóstol Pablo y su celo, que le llevó "de la Ley al Evangelio" fruto de una conversión que "no fue fruto de una idea, sino del encuentro con el Señor Resucitado, eso es lo que cambia la vida", enfatizó Francisco
"A veces tenemos un cristianismo no sin Jesús, pero sí un cristianismo abstracto. Puedes ser un cristiano desde afuera, eso no es, tiene que entrar Jesús", improvisó Francisco. "Un católico elegante no es un católico santo", por eso, "tenemos que preguntarnos, ¿qué significa Jesús para mí? ¿lo tengo dentro, me dejo cambiar por él o solo es una idea o una ideología?", añadió.
"Convertirse en cristiano no es un maquillaje que te cambia el rostro, Jesús te cambia el corazón, y eso es lo que le sucedió a Pablo"
"Convertirse en cristiano no es un maquillaje que te cambia el rostro, Jesús te cambia el corazón, y eso es lo que le sucedió a Pablo"
En la catequesis de la audiencia del miércoles 29 de marzo, en la última semana de Cuaresma, Francisco glosó la figura del apóstol Pablo y su celo, que le llevó "de la Ley al Evangelio" fruto de una conversión que "no fue fruto de una idea, sino del encuentro con el Señor Resucitado, eso es lo que cambia la vida", enfatizó Francisco.
"La pasión por el Evangelio no es una cuestión de comprensión o de estudios, que también sirven pero no la generan; significa más bien recorrer esa misma experiencia de 'caída y resurrección' que Saulo/Pablo vivió y que está en el origen de la transfiguración de su impulso apostólico", señaló. "Es un encuentro que te cambia desde dentro, te hace otra persona, lo antiguo desparece", añadió el Papa. "Convertirse en cristiano no es un maquillaje que te cambia el rostro, Jesús te cambia el corazón, y eso es lo que le sucedió a Pablo".
"A veces tenemos un cristianismo no sin Jesús, pero sí un cristianismo abstracto. Puedes ser un cristiano desde afuera, eso no es, tiene que entrar Jesús", improvisó Francisco. "Un católico elegante no es un católico santo", por eso, "tenemos que preguntarnos, ¿qué significa Jesús para mí? ¿lo tengo dentro, me dejo cambiar por él o solo es una idea o una ideología?", añadió.
"Lamentablemente -añadió el Papa- existe un 'celo' malo, que puede llegar a justificar violencias y homicidios, a veces incluso en nombre de Dios. Sin embargo, el celo por el Evangelio de Cristo nace del reconocerse, por así decir, 'misericordiados' por Él, es decir pecadores perdonados, y esto infunde en nosotros la fuerza del Evangelio".
Durante los saludos a los distintos grupos de peregrinos, Francisco pidió "rezar por los migrantes que fallecieron ayer en un trágico incendio en Ciudad Juárez, México", aludiendo a las 39 personas, la mayoría procedentes de Guatemala, que fallecieron encerrados en unas dependencias del Instituto Nacional de Migración. Y dirigiéndose a los peregrinos polacos, les volvió a agradecer, como hace habitualmente, que sigan apoyando a sus hermanos y hermandades que sufren en la martirizada Ucrania. Finalmente, entre los que subieron a saludarle, se encontraba el obispo de Barbastro-Monzón, Ángel Pérez Pueyo.
El #PapaFrancisco continúa con el ciclo de #catequesis dedicado al celo apostólico y dedica su reflexión a las figuras que han dado testimonio ejemplar de qué quiere decir pasión por el Evangelio. El primer testigo es el apóstol Pablo y a él el Pontífice dedica hoy su reflexión. pic.twitter.com/z9KGhdaos0
— Vatican News (@vaticannews_es) March 29, 2023
LA CATEQUESIS DEL PAPA
¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
En el camino de catequesis sobre el celo apostólico, empezamos hoy a mirar a algunas figuras que, en formas y tiempos diferentes, han dado testimonio ejemplar de qué quiere decir pasión por el Evangelio. Y, naturalmente, el primer testigo es el apóstol Pablo. A él quisiera dedicar dos catequesis.
La historia de Pablo de Tarso es emblemática sobre este argumento. En el primer capítulo de la Carta los Gálatas, así como en la narración de los Hechos de los Apóstoles, podemos detectar que su celo por el Evangelio aparece después de su conversión, y toma el lugar de su precedente celo por el judaísmo. Saulo -el primer nombre de Pablo– ya era celante, pero Cristo convierte su celo: de la Ley al Evangelio. Su impulso primero quería destruir la Iglesia, después sin embargo la construye. Nos podemos preguntar: ¿qué ha sucedido? ¿Qué ha cambiado en Pablo? ¿En qué sentido su celo, su impulso para la gloria de Dios ha sido transformado?
Santo Tomás de Aquino enseña que la pasión, desde el punto de vista moral, no es ni buena ni mala: su uso virtuoso la hace moralmente buena, el pecado la hace mala1. En el caso de Pablo, lo que le ha cambiado no es una simple idea o una convicción: ha sido el encuentro con el Señor resucitado que ha transformado todo su ser. La humanidad de Pablo, su pasión por Dios y su gloria no es aniquilada, sino transformada, “convertida” por el Espíritu Santo. Y así para cada aspecto de su vida. Precisamente como sucede en la Eucaristía: el pan y el vino no desaparecen, sino que se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. El celo de Pablo permanece, pero se convierte en el celo de Cristo. El Señor es servido con nuestra humanidad, con nuestras prerrogativas y nuestras características, pero lo que cambia todo no es una idea, sino la vida auténtica, como dice el mismo Pablo: «El que vive en Cristo es una nueva criatura: lo antiguo ha desaparecido, un ser nuevo se ha hecho presente» (2 Cor 5,17).
Por tanto, hermanos y hermanas, la pasión por el Evangelio no es una cuestión de comprensión o de estudios, que también sirven pero no la generan; significa más bien recorrer esa misma experiencia de “caída y resurrección” que Saulo/Pablo vivió y que está en el origen de la transfiguración de su impulso apostólico. De hecho, como dice San Ignacio de Loyola: «“No el mucho saber harta y satisface al ánima, mas el sentir y gustar de las cosas internamente».2
Como la Virgen María, después del anuncio del Ángel, parte con celo para ir a ayudar a Isabel, así Pablo ha llevado a las gentes esa gracia de Cristo que él en primer lugar había recibido en el camino de Damasco y que le había cambiado la vida. Por eso, la raíz del impulso evangélico es el amor mismo de Dios, no un compromiso individual o una característica personal, como dice el mismo Pablo: «Y él murió por todos, a fin de que los que viven no vivan más para sí mismos, sino para aquel que murió y resucitó por ellos» (2 Cor 5,14-15).
Podemos hacer una ulterior reflexión sobre el cambio que tiene lugar en Pablo, el cual de perseguidor se convirtió en apóstol de Cristo. Notemos que en él se verifica una especie de paradoja: de hecho, hasta que él se considera justo delante de Dios, mientras se siente autorizado a perseguir, a arrestar, también a matar como en el caso de Esteban; pero cuando, iluminado por el Señor Resucitado, descubre haber sido “un blasfemo y un violento” (cfr 1 Tm 1, 13), entonces empieza a ser realmente capaz de amar.
Lamentablemente existe un “celo” malo, que puede llegar a justificar violencias y homicidios, a veces incluso en nombre de Dios. Sin embargo, el celo por el Evangelio de Cristo nace del reconocerse, por así decir, “misericordiados” por Él, es decir pecadores perdonados, y esto infunden en nosotros la fuerza del Evangelio.
1 Cfr Quaestio “De veritate” 24, 7.
2 Ejercicios espirituales, Anotaciones, 2, 4.
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