(Vatican news).- "Yo, Juan Pablo II, Obispo de Roma y Sucesor de Pedro, levanto mi voz en súplica porque no puedo permanecer en silencio cuando mis hermanos y hermanas están amenazados. Me hago aquí la voz de los que no tienen voz, la voz de los inocentes, que murieron porque les faltaba agua y pan (...). ¡Les hablo a todos! No esperemos a que vuelva la sequía, que es terrible y devastadora. ¡No esperemos a que la arena traiga la muerte de nuevo! ¡No permitamos que el futuro de estos pueblos permanezca para siempre amenazado!" Este fue el conmovedor llamamiento hecho por San Juan Pablo II hace cuarenta años durante su primera visita pastoral al continente africano.
El 10 de mayo de 1980, "San Juan Pablo II hizo oír el grito de la gente del Sahel duramente golpeada por la sequía", recordó el Papa Francisco al final de la oración de Regina Caeli de este domingo.
Desde Uagadugú, entonces en el Alto Volta, el Papa polaco pidió a los cristianos, a los hombres de buena voluntad, a las naciones y a las organizaciones internacionales que acudieran en ayuda de los afligidos por el flagelo de la desertificación y que se ocuparan de la Creación: "las necesidades son inmensas si se quiere detener el avance del desierto e incluso retroceder gradualmente, si se quiere que cada hombre, mujer y niño del Sahel tenga agua y alimentos suficientes, si se quiere que tenga un futuro cada vez más digno de un ser humano".