"Aprender a leer en el libro de nuestro corazón qué pasó durante el día" El Papa pide que el “príncipe de la paz traiga consuelo a los corazones heridos y a las naciones probadas por guerras y crisis”
"La oración no es una fuga de las propias tareas, al contrario, es una ayuda para realizar ese bien que estamos llamados a realizar, aquí y ahora"
"El mal entra a escondidas, sin que la persona se dé cuenta"
"El estilo del enemigo (el diablo existe) – lo sabemos – es presentarse de forma astuta, disfrazada: parte de lo que está más cerca de nuestro corazón y después nos atrae a sí, poco a poco"
"El estilo del enemigo (el diablo existe) – lo sabemos – es presentarse de forma astuta, disfrazada: parte de lo que está más cerca de nuestro corazón y después nos atrae a sí, poco a poco"
El Papa Francisco prosigue su ciclo de catequesis sobre las cualidades del discernimiento, deteniéndose de nuevo sobre la experiencia de la consolación. ¿Cómo saber cuando ésta es auténtica? “San Ignacio de Loyola nos dice que cuando el principio, el medio y el fin de los pensamientos es bueno, y todo está orientado hacia el bien, es un signo del buen espíritu. En cambio, cuando los pensamientos no son buenos, nos distraen, nos agitan y nos quitan la paz, es un signo del mal espíritu”.
En su saludo en francés, el Papa recuerda que estamos entrando en el tiempo de Adviento y, por eso, invita a los fieles que “supliquen fervientemente al Príncipe de la Paz que traiga consuelo a nuestros corazones heridos, así como a las naciones probadas por guerras y crisis de todo tipo, para una vida digna y serena”.
En el saludo en italiano, Francisco recuerda que hoy se celebra la fiesta de San Andrés y, por eso, recuerda especialmente "a mi querido hermano el Patriarca Bartolomé I y a toda la Iglesia de Constantinopla. Que la intercesión de los Santos Hermanos Apóstoles Pedro y Andrés, conceda pronto a la Iglesia el pleno disfrute de su unidad y la paz al mundo entero, especialmente a la querida y atormentada Ucrania".
Texto íntegro de la catequesis del Papa
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Prosiguiendo nuestra reflexión sobre el discernimiento, y en particular sobre la experiencia espiritual llamada “consolación”, nos preguntamos: ¿cómo reconocer la auténtica consolación? Es una pregunta muy importante para un buen discernimiento, para no ser engañados en la búsqueda de nuestro verdadero bien.
Podemos encontrar algunos criterios en un pasaje de los Ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola. Dice así: «Debemos mucho advertir el discurso de los pensamientos; y si el principio, medio y fin es todo bueno, inclinado a todo bien, señal es de buen ángel; mas si en el discurso de los pensamientos que trae, acaba en alguna cosa mala o distrativa, o menos buena que la que el ánima antes tenía propuesta de hacer, o la enflaquece o inquieta o conturba a la ánima, quitándola su paz, tranquilidad y quietud que antes tenía, clara señal es proceder de mal espíritu, enemigo de nuestro provecho y salud eterna» (n. 333).
Son indicaciones valiosas, que merecen un breve comentario. ¿Qué significa que el principio es orientado al bien? Por ejemplo, tengo el pensamiento de rezar, y noto que se acompaña del afecto hacia el Señor y el prójimo, invita a realizar gestos de generosidad, de caridad: es un principio bueno. Sin embargo, puede suceder que ese pensamiento surja para evitar un trabajo o un encargo que se me ha encomendado: cada vez que debo lavar los platos o limpiar la casa, ¡tengo un gran deseo de ponerme a rezar! Pero la oración no es una fuga de las propias tareas, al contrario, es una ayuda para realizar ese bien que estamos llamados a realizar, aquí y ahora. Esto respecto al principio.
Está también el medio, es decir lo que viene después, lo que sigue a ese pensamiento. Quedándonos en el ejemplo precedente, si empiezo a rezar y, como hace el fariseo de la parábola (cfr Lc 18,9-14), tiendo a complacerme de mí mismo y a despreciar a los otros, quizá con ánimo resentido y ácido, entonces estos son signos de que el espíritu malo ha usado ese pensamiento como llave de acceso para entrar en mi corazón y transmitirme sus sentimientos.
Y después está el fin. El fin es un aspecto que ya hemos encontrado, es decir: ¿dónde me lleva ese pensamiento? Por ejemplo, puede suceder que trabaje duro por una obra hermosa y digna, pero esto me empuja a no rezar más, me encuentro cada vez más agresivo y enfurecido, considero que todo depende de mí, hasta perder la confianza en Dios. Aquí evidentemente está la acción del espíritu malo.
El estilo del enemigo (el demonio existe) – lo sabemos – es presentarse de forma astuta, disfrazada: parte de lo que está más cerca de nuestro corazón y después nos atrae a sí, poco a poco: el mal entra a escondidas, sin que la persona se dé cuenta. Y con el tiempo la suavidad se convierte en dureza: ese pensamiento se revela por cómo es realmente.
De aquí la importancia de este paciente, pero indispensable examen del origen y de la verdad de los propios pensamientos; es una invitación a aprender de las experiencias, de lo que nos sucede, para no seguir repitiendo los mismos errores. Cuanto más nos conocemos a nosotros mismos, más nos damos cuenta de dónde entra el mal espíritu, sus “contraseñas”, sus puertas de entrada a nuestro corazón, que son los puntos en los que somos más sensibles, para poner atención para el futuro. Todos tenemos puntos débiles y por ahí entra el mal espíritu y nos lleva por el camino equivocado.
Los ejemplos podrían multiplicarse como se desee, reflexionando sobre nuestros días. Por esto es tan importante el examen de conciencia cotidiano. ¿Qué pasó en mi corazón?: es la fatiga valiosa de releer lo vivido bajo un punto de vista particular. Darse cuenta de lo que sucede es importante, es signo de que la gracia de Dios está trabajando en nosotros, ayudándonos a crecer en libertad y conciencia. No estamos solos.
La auténtica consolación es una especie de confirmación del hecho de que estamos realizando lo que Dios quiere de nosotros, que caminamos sobre sus calles, es decir en las calles de la vida, de la alegría, de la paz. El discernimiento, de hecho, no se centra simplemente en el bien o en el máximo bien posible, sino en lo que está bien para mí aquí y ahora: sobre esto estoy llamado a crecer, poniendo límites a otras propuestas, atractivas pero irreales, para no ser engañado en la búsqueda del verdadero bien. Necesitamos ir adelante en entender qué pasa en mi corazón. Y, para eso, es necesario el examen de conciencia. Aprender a leer en el libro de nuestro corazón qué pasó durante el día. Hacedlo. Os hará bien. Os lo aseguro.
Saludo en español
Queridos hermanos y hermanas:
Seguimos reflexionando sobre el discernimiento, y hoy nos preguntamos: ¿cómo se reconoce la consolación auténtica?, ¿cómo podemos saber si buscamos el bien verdadero o nos estamos engañando? San Ignacio de Loyola nos dice que cuando el principio, el medio y el fin de los pensamientos es bueno, y todo está orientado hacia el bien, es un signo del buen espíritu. En cambio, cuando los pensamientos no son buenos, nos distraen, nos agitan y nos quitan la paz, es un signo del mal espíritu.
El enemigo actúa de manera engañosa y solapada, por eso es importante examinar el origen y la verdad de nuestros pensamientos, confrontarlos y aprender de las experiencias para no repetir los mismos errores en el futuro. Darnos cuenta de lo que nos pasa es un indicio de que la gracia de Dios está trabajando en nosotros y nos ayuda a crecer en libertad interior. La consolación auténtica nos confirma en el camino que Dios quiere para nosotros, dándonos alegría y paz.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Hoy celebramos la fiesta de san Andrés, el hermano de Pedro. Que este santo apóstol nos enseñe a buscar al Mesías en cada momento de nuestra vida y a anunciarlo con alegría a cuantos nos rodean. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias.
Saludo en italiano
Hoy celebramos la fiesta del Apóstol San Andrés, hermano de Simón Pedro, Patrono de la Iglesia en Constantinopla, a donde ha acudido, como es habitual, una Delegación de la Santa Sede. Deseo expresar mi especial afecto a mi querido hermano el Patriarca Bartolomé I y a toda la Iglesia de Constantinopla. Que la intercesión de los Santos Hermanos Apóstoles Pedro y Andrés, conceda pronto a la Iglesia el pleno disfrute de su unidad y la paz al mundo entero, especialmente a la querida y atormentada Ucrania, siempre en nuestros corazones y oraciones.
Saludo en francés
"Hermanos y hermanas, hemos entrado en el tiempo de Adviento llenos de esperanza y suplicamos fervientemente al Príncipe de la Paz que traiga consuelo a nuestros corazones heridos, así como a las naciones probadas por guerras y crisis de todo tipo, para una vida digna y serena".
Al final de la audiencia, un grupo de artistas circenses realizó un pequeño espectáculo ante el Papa, alegre y divertido.
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