“El anciano no es un material de descarte, sino la bendición para la sociedad" El Papa reconoce que fueron los ancianos los que “pagaron el precio más alto” de la pandemia
"El riesgo de ser descartados es aún más frecuente: los ancianos son vistos a menudo como 'un peso'"
"La cultura dominante tiene como modelo único el joven-adulto, es decir un individuo hecho a sí mismo que permanece siempre joven"
"Hay - a veces - planes de asistencia, pero no proyectos de existencia para los ancianos"
"Ser ancianos es tan importante – y hermoso – como ser jóvenes"
"La vejez vivida como vida humanamente digna es un desafío de humanidad y de civilización"
"Si los ancianos, los abuelos, se repliegan en su melancolía y renuncian a soñar, los jóvenes no podrán ver más allá de su smartphone"
"Hay - a veces - planes de asistencia, pero no proyectos de existencia para los ancianos"
"Ser ancianos es tan importante – y hermoso – como ser jóvenes"
"La vejez vivida como vida humanamente digna es un desafío de humanidad y de civilización"
"Si los ancianos, los abuelos, se repliegan en su melancolía y renuncian a soñar, los jóvenes no podrán ver más allá de su smartphone"
"La vejez vivida como vida humanamente digna es un desafío de humanidad y de civilización"
"Si los ancianos, los abuelos, se repliegan en su melancolía y renuncian a soñar, los jóvenes no podrán ver más allá de su smartphone"
El Papa Francisco comienza un nuevo ciclo de catequesis sobre el sentido y el valor de la ancianidad. Y guiado por las palabra sdel profetas Joel, vuelve a repetir que “si los ancianos no sueñan sus sueños, los jóvene son verán visiones”. Es decir, en palabras del Papa: “Si los ancianos se repliegan en su melancolía y renuncian a soñar, los jóvenes no podrán ver más allá de su smartphone”. Tras reconocer que los ancianos “pagaron el precio más alto” en la pandemia, Francisco, el Papa clama contra el riesgo de descartar a los ancianos y verlos “como un peso”, en una cultura dominante, que “tiene como modelo único el joven-adulto”. Y, por eso, el Papa reivindica que “la vejez vivida como vida humanamente digna es un desafío de humanidad y de civilización”.
Catequesis del Papa
¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
Empezamos hoy un recorrido de catequesis que busca inspiración en la Palabra de Dios sobre el sentido y el valor de la vejez. Desde hace algunos decenios, esta edad de la vida concierne a un auténtico “nuevo pueblo” que son los ancianos. Nunca hemos sido tan numerosos en la historia humana. El riesgo de ser descartados es aún más frecuente: los ancianos son vistos a menudo como “un peso”. En la dramática primera fase de la pandemia fueron ellos los que pagaron el precio más alto. Ya eran la parte más débil y descuidada: no los mirábamos demasiado en vida, ni siquiera los vimos morir.
Los ancianos tienen derechos. Hará bien leer esta carta laicasobre los derechos de los ancianos.
Junto a las migraciones, la vejez es una de las cuestiones más urgentes que la familia humana está llamada a afrontar en este tiempo. No se trata solo de un cambio cuantitativo; está en juego la unidad de las edades de la vida: es decir, el real punto de referencia para la compresión y el aprecio de la vida humana en su totalidad. Nos preguntamos: ¿hay amistad, hay alianza entre las diferentes edades de la vida o prevalecen la separación y el descarte?
Todos vivimos en un presente donde conviven niños, jóvenes, adultos y ancianos. Pero la proporción ha cambiado: la longevidad se ha masificado y, en amplias regiones del mundo, la infancia está distribuida en pequeñas dosis. Hemos hablado sobre el invierno demográfico. Un desequilibrio que tiene muchas consecuencias. La cultura dominante tiene como modelo único el joven-adulto, es decir un individuo hecho a sí mismo que permanece siempre joven. Pero, ¿es verdad que la juventud contiene el sentido pleno de la vida, mientras que la vejez representa simplemente el vaciamiento y la pérdida? La exaltación de la juventud como única edad digna de encarnar el ideal humano, unida al desprecio de la vejez vista como fragilidad, degradación, discapacidad, ha sido el icono dominante de los totalitarismos del siglo XX. ¿Quizás ya lo hemos olvidado?
La prolongación de la vida incide de forma estructural en la historia de los individuos, de las familias y de las sociedades. Pero debemos preguntarnos: ¿su calidad espiritual y su sentido comunitario son objeto de pensamiento y de amor coherentes con este hecho? ¿Quizá los ancianos deben pedir perdón por su obstinación a sobrevivir a costa de los demás? ¿O pueden ser honrados por los dones que llevan al sentido de la vida de todos? De hecho, en la representación del sentido de la vida – y precisamente en las culturas llamadas “desarrolladas” – la vejez tiene poca incidencia. ¿Por qué? Porque es considerada una edad que no tiene contenidos especiales para ofrecer, ni significados propios para vivir. Además, hay una falta de estímulo por parte de la gente para buscarlos, y falta la educación de la comunidad para reconocerlos. En resumen, para una edad que ya es parte determinante del espacio comunitario y se extiende a un tercio de toda la vida, hay - a veces - planes de asistencia, pero no proyectos de existencia. Y esto es un vacío de pensamiento, imaginación, creatividad. En la cultura del descarte, los ancianos son material de descarte.
La juventud es hermosa, pero la eterna juventud es una alucinación muy peligrosa. Ser ancianos es tan importante – y hermoso – como ser jóvenes. Recordemos eso. La alianza entre las generaciones, que devuelve al ser humano todas las edades de la vida, es nuestro don perdido. Tiene que ser encontrado en esta cultura de la productividad.
La Palabra de Dios tiene mucho que decir a propósito de esta alianza. Hace poco hemos escuchado la profecía de Joel: «vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones» (3,1). Se puede interpretar así: cuando los ancianos resisten al Espíritu Santo, enterrando en el pasado sus sueños, los jóvenes ya no logran ver las cosas que se deben hacer para abrir el futuro. Cuando sin embargo los ancianos comunican sus sueños, los jóvenes ven bien lo que deben hacer. Los jóvenes que ya no preguntan los sueños de los ancianos, apuntando con la cabeza gacha a visiones que no van más allá de sí mismos, les costará llevar su presente y soportar su futuro. Si los abuelos se repliegan en sus melancolías, los jóvenes se encorvarán aún más en su smartphone. La pantalla puede también permanecer encendida, pero la vida se apaga antes de tiempo. ¿La repercusión más grave de la pandemia no está quizá precisamente en el extravío de los más jóvenes? Los ancianos tienen recursos de vida ya vivida a las cuales pueden recurrir. ¿Verán a los jóvenes que pierden su visión y los acompañarán calentando sus sueños?
La sabiduría del largo camino que acompaña la vejez a su despedida debe ser vivida como un don de sentido de la vida, no consumida como inercia de su supervivencia. La vejez, si no es restituida a la dignidad de una vida humanamente digna, está destinada a cerrarse en un abatimiento que quita amor a todos. Este desafío de humanidad y de civilización requiere nuestro compromiso y la ayuda de Dios. Pidámoslo al Espíritu Santo. Con estas catequesis sobre la vejez, quisiera animar a todos a invertir pensamientos y afectos en los dones que esta lleva consigo y a las otras edades de la vida. La Palabra de Dios nos ayudará a discernir el sentido y el valor de la vejez; el Espíritu Santo nos conceda también a nosotros los sueños y las visiones que necesitamos. Quisiera subrayar, como hemos escuchado enla profecía de Joel, que l importante es que haya un coloquio entre los ancianos y los jóvenes. Este puente será la transmisión de la sabiduría en la humanidad. Que los ancianos sueñen y los jóvenes los reciban y los realicen. Los ancianos son las raíces del árbol y los jóvenes, las flore sy las frutos. Sin la savia de las raíces nunca podróan florecer. Todo lo que el árbol tiene florido viene de lo que está enterrado. Que la figura del anciano no es un material de descarte, sino la bendición para la sociedad.
Saludo del Papa en español
Queridos hermanos y hermanas:
Comenzamos hoy con una serie de catequesis sobre el sentido y el valor de la vejez. Nunca antes en la historia de la humanidad ha habido tantos ancianos como hoy. Sin embargo, constatamos que la cultura dominante tiene como único modelo al adulto joven, por lo que conviene preguntarse si existe una conexión o alianza entre las diferentes etapas de la vida, o si más bien prevalece la separación y el descarte. Lamentablemente es común que, en las así llamadas culturas “desarrolladas”, la vejez tenga poca relevancia, pues no es considerada como una edad que pueda ofrecer grandes cosas.
La profecía de Joel que dice: “sus ancianos tendrán sueños, y sus jóvenes, visiones” (3,1) nos manifiesta que ha de existir una alianza entre las generaciones. Si los ancianos, los abuelos, se repliegan en su melancolía y renuncian a soñar, los jóvenes no podrán ver más allá de su smartphone. En cambio, los ancianos, con los recursos que sólo los años de vida otorgan, son llamados a comunicar sus sueños, para que a partir de ellos los jóvenes puedan ensanchar sus horizontes y tomar decisiones que abran caminos hacia el futuro.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Que la Palabra de Dios nos ayude a discernir el valor de la vejez, y que el Espíritu Santo conceda a cada uno de nosotros los sueños y las visiones que necesitamos para que nuestra vida tenga un profundo sentido cristiano. Dios los bendiga. Muchas gracias.