"Se trata, ni más ni menos, de un nuevo modo de ser Iglesia" Por qué las reformas de Francisco en la Iglesia ingresan en una etapa decisiva
Cuestiones como el celibato, el diaconado femenino y la apertura a los gays serán debatidas en las sesiones de octubre de este año y del próximo en el Sínodo sobre la Sinodalidad en el que por primera vez 56 mujeres podrán votar
| Sergio Rubin
(Valores Religiosos).- El Papa Francisco se apresta a concretar el paso más audaz de su pontificado en cuanto al quehacer de la vida de la Iglesia. Permitirá que se sometan a un amplio debate los temas que generan más polémica dentro de la institución como el celibato y la posibilidad de que hombres casados de probada fe puedan ser sacerdotes en regiones de marcada escasez de vocaciones, el diaconado femenino -el peldaño anterior al sacerdocio-, la integración plena de los católicos divorciados en nueva unión y de las personas de condición homosexual a la vida eclesial y, en fin, una mayor cercanía a los pobres y descartados.
Será con motivo de la realización de un sínodo (asamblea eclesial) en dos tramos -el primero en octubre de este año y el segundo en el mismo mes del año que viene- que comenzó en 2021 con una consulta -inédita por lo participativa- al clero y a los fieles de todo el mundo con el objetivo de promover el diálogo interno a la luz de la fe. Consulta en la que surgieron desde las bases una variedad de temas, incluidos los más álgidos. Y, si bien no se espera que, necesariamente, haya resoluciones sobre ellos y que el pontífice las asuma, sí quiere ser un camino para abordarlos.
Un 'mini-concilio'
A lo que el Papa aspira es a una Iglesia más dialogante internamente ante los desafíos. Dicho en términos teológicos: que discierna la realidad bajo la iluminación del Espíritu Santo. De hecho, sínodo significa “caminar juntos” y este será, precisamente, sobre sinodalidad. Y para acentuar su carácter dialogante entre los casi 400 participantes no sólo habrá obispos y sacerdotes, sino que en este crecerá la participación de laicos y religiosas -serán la cuarta parte- y, por primera vez, 56 mujeres tendrán derecho a voto. Todo lo cual lleva a algunos hablar de un “mini concilio”
“Este sínodo sobre sinodalidad tiene una gran importancia porque, por un lado, hasta hoy logró una participación inédita en otros procesos realizados en la Iglesia y porque, por el otro, consolida la identidad como pueblo de Dios que se abre a la escucha de la voz del Espíritu Santo que habla en nuestras comunidades, en el clamor de los pobres y en el geminado de la Tierra”, dice monseñor Jorge Lozano, arzobispo de San Juan y ex secretario general del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam), que acompañó el proceso sinodal previo a nivel regional.
En cuanto a los temas álgidos, Lozano dice que “ya hubo varios avances” como en el caso del acceso de hombres casados al sacerdocio o el diaconado femenino en el sínodo sobre la Amazonía y en la apertura a los divorciados en nueva unión en la exhortación apostólica “Amores Laetitia”, pero que “se podrá continuar profundizando su tratamiento”. Además, consideró “un hecho alentador” y “un incentivo a seguir buscando espacios de participación de los laicos, especialmente de las laicas y los jóvenes”, que 56 mujeres participen con derecho a voto.
La argentina María Lía Zervino, presidenta de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC) y una de las primeras tres mujeres miembro del Dicasterio para los Obispos del Vaticano, considera que este sínodo es de “máxima importancia” porque “solo caminando juntos, lo cual hacemos pocas veces, podremos predicar la Buena Noticia y ser creíbles”. A la vez que señala que “es la gran oportunidad de encontrar un nuevo modo de encarar el Evangelio y de aplicar más a fondo el Concilio Vaticano II”.
Zervino opina que los temas más controvertidos aparecieron en las consultas y fueron volcadas en el documento de trabajo para “ser tratadas con la metodología de ‘conversar en el Espíritu’ y respondidas”. Pero que esto no debería impedir “apreciar el resto del sínodo”. En cuanto a que figure el diaconado femenino, dice que eso le genera “esperanza”, aunque aclara que una mayor participación de la mujer no pasa sólo por allí. Y consideró “un acto de justicia, no una reivindicación feminista, que 56 mujeres puedan votar”.
Una etapa nueva
“Creo que el sínodo abre una etapa nueva en el camino de toda la Iglesia y es sin duda una oportunidad para profundizar en las grandes orientaciones que Francisco le dio desde su exhortación apostólica Evangelii gaudium”, opina el padre Matías Taricco, subsecretario de la Conferencia Episcopal y coordinador de la delegación argentina que participó del encuentro preparatorio regional en Brasilia. “Lo que más me entusiasma -añade- es que nos permite ser testigos de este proceso de aggiornamento”.
El padre Taricco afirma que espera “que puedan afrontarse todas las cuestiones espinosas”, si bien aclara que “afrontarlas no quiere decir saber de antemano cómo se resolverán”. Además, dijo que debe tenerse en cuenta que el sínodo “tiene dos sesiones, lo que debería posibilitar que los temas maduren y no corten frutos verdes”. Con respecto a la Iglesia argentina, señaló que “viene transitando con mucho ardor el camino sinodal” y que su aporte fue “altamente valorado” en el Vaticano.
Es la verdadera reforma de la Iglesia, que no es un cisma, sino una profunda conversión personal y comunitaria, de corazones y de estructuras
Delegada argentina para la etapa continental, la doctora en Teología Marcela Mazzini cree también que el sínodo tiene “una importancia fundamental porque se trata, ni más ni menos, de un nuevo modo de ser Iglesia. Es -agrega- la verdadera reforma de la Iglesia, que no es un cisma, sino una profunda conversión personal y comunitaria, de corazones y de estructuras para ser realmente aquello a lo que estamos llamados, nuestra vocación, lo que Jesús soñó para nosotros”.
Mazzini afirma que “se va a poder avanzar”, aunque habrá que ver -dice- en qué dimensión, en algunas de las cuestiones más álgidas porque “estamos, sin duda, en un camino de renovación eclesial”. En el caso particular del diaconado femenino, cree que no se tratará aún, pero “sí seguramente se abordará una presencia y participación más incisiva de las mujeres en la Iglesia, no solo en la evangelización, sino en lugares donde se toman decisiones”.
Una revolución cultural
El Papa convocó a participar a exponentes de principales corrientes internas. Por caso, al conservador cardenal Gerard Müller, prefecto emérito de la congregación para la Doctrina de la Fe y severo crítico de varias decisiones de Francisco, entre ellas la convocatoria al sínodo: “Es una protestantización de facto”, disparó. Pero también a personalidades progresistas como el jesuita estadounidense James Martin, que aboga por la inclusión de los homosexuales.
Ante el riesgo de que se produzcan discusiones ideológicas, el Papa no se cansa de recordar que todo sínodo “no es un congreso o un parlamento, sino una Iglesia que camina junta para leer la realidad con los ojos de la fe y con el corazón de Dios”. Así, su revolución cultural en la Iglesia se encamina a llegar a su punto más alto.