"En el amor de mi padre acaricié el Amor de Dios" Fray Ángel Abarca: "La vida monástica tal vez sea distinta, pero desde luego no es distante"
"Me gustaba la veterinaria, pero buscaba un horizonte de sentido. La experiencia de la oración compartida con los monjes hizo estallar algo dentro"
"Aunque rezaba a Dios para que me diese una vocación diferente -cualquiera menos la monástica- el corazón sólo descansaba aquí. Y di el paso"
"Probablemente, los institutos que tienen más vocaciones son aquellos que no necesitan referirse a textos escritos para presentar el carisma, sino que lo encarnan en sus vidas"
"De cara al mensaje, creo que podemos contentarnos con repetirnos utilizando los mismos contenidos y el mismo lenguaje o bien captar el lenguaje de la cultura que nos rodea"
"Que no se nos olvide: si queremos que nos escuche un joven del siglo XXI debemos emplear el lenguaje del siglo XXI"
"Sin silencio, nunca respiraremos por dentro. El silencio es la puerta para entrar en el Misterio de Dios porque, aunque no nos lo creamos, el silencio es todo revelación"
"También podemos ser héroes desde un monasterio"
"Probablemente, los institutos que tienen más vocaciones son aquellos que no necesitan referirse a textos escritos para presentar el carisma, sino que lo encarnan en sus vidas"
"De cara al mensaje, creo que podemos contentarnos con repetirnos utilizando los mismos contenidos y el mismo lenguaje o bien captar el lenguaje de la cultura que nos rodea"
"Que no se nos olvide: si queremos que nos escuche un joven del siglo XXI debemos emplear el lenguaje del siglo XXI"
"Sin silencio, nunca respiraremos por dentro. El silencio es la puerta para entrar en el Misterio de Dios porque, aunque no nos lo creamos, el silencio es todo revelación"
"También podemos ser héroes desde un monasterio"
"Que no se nos olvide: si queremos que nos escuche un joven del siglo XXI debemos emplear el lenguaje del siglo XXI"
"Sin silencio, nunca respiraremos por dentro. El silencio es la puerta para entrar en el Misterio de Dios porque, aunque no nos lo creamos, el silencio es todo revelación"
"También podemos ser héroes desde un monasterio"
"También podemos ser héroes desde un monasterio"
Fray Ángel Abarca Alonso OSB, (Cuenca, 1981), es monje benedictino en el Monasterio de Santo Domingo de Silos. Iba para veterinario, pero revelando una radiografía sintió que le iba a faltar algo: "Es curioso, revelando tuve una “revelación”, apunta con humor. Una experiencia de oración compartida con los monjes en unos Encuentros Misioneros Silos le "hizo estallar algo dentro" y el puzle tomó sentido. Su mundo giró rumbo a la vida consagrada: "Aunque rezaba a Dios para que me diese una vocación diferente -cualquiera menos la monástica- el corazón sólo descansaba aquí. Y di el paso".
Hemos hablado con él sobre la soledad, el silencio, el amor, el mensaje..., de todo aquello que sale a relucir en el trasiego de un monasterio desde donde, según su parecer, también "podemos ser héroes". ¿Momentos de dudas sobre su decisión?, le preguntamos advirtiendo que la vida en un monasterio parece cosa de encierro. "Quien no las tenga, que tire la primera piedra", contesta rotundo, pero añade: "Sin silencio, nunca respiraremos por dentro".
¿A qué se dedicaba antes de sentir la llamada de Dios a la vida contemplativa?
Estudié Veterinaria en Madrid, aunque soy natural de Cuenca. Ingresé en el monasterio después de terminar la carrera, tras unos meses de discernimiento en los que me acompañó un sacerdote de Madrid.
¿Cómo fue la llamada: tumbativa o persistente?
Buena pregunta. Creo que persistente desde la perspectiva de Dios y un poco tumbativa desde mi perspectiva.
Al comenzar el último año de carrera, me planteé lo que realmente quería hacer con mi vida. Me gustaba la veterinaria, pero buscaba un horizonte de sentido. Un día estaba revelando una radiografía y me dije “aquí me va a faltar algo”. Es curioso, revelando tuve una “revelación”. Sentí que mi vida estaba programada. Lo iba a tener todo pero no iba a tener nada.
El primer contacto con el monasterio fue a través de los Encuentros Misioneros Silos. Una mañana fuimos a rezar Laudes con los monjes y recuerdo que salí muy confuso. No entendía en absoluto qué hacían aquellos hombres ahí. Me parecía una vida fría, triste. Demasiado gris. Pero, al regresar a Madrid me pasé varios días llorando: la experiencia de la oración compartida con los monjes hizo estallar algo dentro. Quizá ahí comencé a escuchar el susurro del Dios al alma.
Hay mil vocaciones posibles. Mil caminos por recorrer. Pero sólo uno era el mío. Eso lo tenía claro. Tras esa explosión interior miré hacia atrás. Recogí las mil piezas del puzle de mi vida, los sueños, las experiencias. Piezas que poco a poco encajaron. Y la vida monástica apareció entonces como posibilidad. Aunque rezaba a Dios para que me diese una vocación diferente -cualquiera menos la monástica- el corazón sólo descansaba aquí. Y di el paso.
¿Le defraudó o le animó la reacción de la familia y de los amigos?
Nadie me defraudó porque cada lágrima de tristeza por una noticia tan inesperada o de alegría -que también las hubo- por una vida entregada, en todo, vi una reacción de amor. El día de mi Profesión Solemne escuché decir a mi padre que cuando se enteró que venía a Silos no entendió absolutamente nada pero sabía que en este paso, como en cualquiera que hubiese dado, no podía dejarme solo. En el amor de mi padre acaricié el Amor de Dios.
Dicen algunos que los jóvenes de hoy están casi naturalmente imposibilitados para escuchar la llamada vocacional. ¿Usted qué opina al respecto?
Creo que somos nosotros los que muchas veces estamos imposibilitados para animar vocacionalmente. Se nos olvida que la fecundidad de la respuesta vocacional depende, en primer lugar, de la acción gratuita de Dios, pero, está favorecida también por la riqueza del testimonio personal y comunitario de cuantos han respondido ya a la llamada del Señor. Probablemente, los institutos que tienen más vocaciones son aquellos que no necesitan referirse a textos escritos para presentar el carisma, sino que lo encarnan en sus vidas.
De cara al mensaje, creo que podemos contentarnos con repetirnos utilizando los mismos contenidos y el mismo lenguaje o bien captar el lenguaje de la cultura que nos rodea. Dejar que éste sea un estímulo para profundizar en el propio carisma y así comunicarlo al joven de hoy. Dice el papa Francisco que hemos de ser “audaces y creativos en la tarea de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las propias comunidades” (Evangelii gaudium 33). Que no se nos olvide: si queremos que nos escuche un joven del siglo XXI debemos emplear el lenguaje del siglo XXI.
¿Encerrarse de por vida en una abadía no es una vocación de otra época?
No diría eso. Creo que la vida monástica es una vocación para cada época. Cambian los contextos pero siempre existirá el deseo de vivir en soledad con Señor. De buscar a Dios para que hombre lo encuentre. De abrazar al hombre abrazando a Dios. Además hay muchísimo desconocimiento de la vocación monástica. Alguno pensará que vivimos como en la época medieval -yo de hecho lo pensaba-, pero nada más lejos de la realidad. ¿Sabías que tenemos canal en youtube y cuentas en Facebook e Instagram? Nuestra vida, tal vez sea distinta, pero desde luego no es distante.
Acostumbrado al ruido y a la constante conectividad, ¿cómo se las lleva con el silencio?
Tengo un grandísimo amigo, al que quiero como un hermano, que te respondería mejor que yo a esta pregunta. Vivir el silencio es un camino. Da mucho miedo parar y escucharte, conocerte, abrazar lo que somos y cómo somos, tocar nuestros miedos y heridas más profundas. Tal vez por eso nos rodeamos de ruido. Pero sin silencio, nunca respiraremos por dentro. Seremos como el agua turbia, nunca cristalinos, ni para nosotros ni para los demás. Buscaremos pozos que nunca nos saciarán y, desde luego, nos faltará hondura. Cuando vivimos el silencio comenzamos a caminar de verdad. Además, es importarte recordar que el silencio es la puerta para entrar en el Misterio de Dios porque, aunque no nos lo creamos, el silencio es todo revelación.
¿Tiene momentos de dudas sobre su decisión de hacerse monje de Silos? ¿Cuáles son sus tentaciones más recurrentes?
¿Dudas? Quien no tenga dudas que tire la primera piedra. A las 5:40 de la mañana es muy fácil pensar: “¿y qué hago yo levantándome tan temprano”? La “loca de la casa” siempre revuelve, pero los lazos de Dios tiran de nuevo y centran. Llega un momento en el que aprendes a mirar dentro y descubres qué es lo verdaderamente importante, qué es lo que da sentido a todo lo que haces, vives y sientes, qué es lo que te llena, serena y pacifica, qué es lo que tu corazón sueña. Y es Dios. Sólo Dios. Además en mi caso, cuento con un extra: mi comunidad. En los momentos oscuros, siempre ellos son portadores de Luz.
Y de las tentaciones, siendo sincero, la última fue responder este pequeño cuestionario. Soy demasiado vergonzoso y, aunque no lo creas, huyo de los medios de comunicación.
¿Cómo ser hoy 'monje de barro y cielo' y 'héroe de alma grande' desde la abadía de Silos, como dice en su testimonio para la Jornada de la Vida Consagrada?
¿Sabes? Hemos pasado de los héroes de ficción a los héroes reales, humanos, cercanos. Con defectos y límites. Sin poderes especiales. Héroes de la vida diaria. Héroes por su forma de vivir la vida, de amar, de entregarse por otros, de ser misericordiosos.
Por eso también podemos ser héroes desde un monasterio. Héroe es aquel que lucha por algo grande, muy grande. Héroe es el que se entrega por amor a un sueño que parece imposible, un sueño que supera todas sus capacidades. Héroe es aquel que cree en medio de la oscuridad y no se dejaron llevar por el desánimo cuando otros a su alrededor tratan de desanimarlo.
Podemos ser héroes con nuestra vida oculta. Sin hacer cosas extraordinarias. Sólo amando. Arrodillados abrazando a tantos. Con un alma grande que sueñe con un amor que no muere al entregarse, que da siempre más y se ata a los deseos de Dios.
Creo, además, que un alma grande mira al cielo y no desprecia nunca la tierra, sino que la ama profundamente. Abraza la pobreza, los límites, las sombras. Abraza el barro, pero abre ventanas al Cielo para hacerlo presente ya aquí en la tierra.