La Vida Consagrada, "un corazón grande" Josep Miquel Bausset: ¿Aún hay alguien que se pregunte para qué sirve la vida consagrada?
Como cada año el 2 de febrero, fiesta de la Presentación del Señor, la Iglesia celebra el día de la Vida Consagrada
Nuestra sociedad quedaría paralizada y nuestro mundo quedaría bloqueado y sin alma, sin los consagrados, que, como dijo Francisco, han de ser "profecía del Reino"
Es en estos hombres y en estas mujeres, que miran el mundo con ternura, donde vive Jesús, donde se encuentra Jesús
Es en estos hombres y en estas mujeres, que miran el mundo con ternura, donde vive Jesús, donde se encuentra Jesús
Cada año el 2 de febrero, fiesta de la Presentación del Señor, la Iglesia celebra el día de la Vida Consagrada, donde recordamos y oramos por las mujeres y los hombres que intentamos seguir radicalmente a Jesús a través de los consejos evangélicos.
Las religiosas y los religiosos, las monjas y los monjes así como los miembros de los Institutos Seculares, son mujeres y hombres con un corazón grande, muy grande, con una capacidad inmensa para amar y para servir.
Mujeres y hombres que, con sencillez, humildad y buen humor, viven dándose al prójimo y dándolo todo.
Mujeres y hombres que luchan contra el mal de este mundo, para rescatar aquellos que se sienten oprimidos, olvidados o pisoteados por el poder.
Mujeres y hombres que con amor, devuelven y restauran la dignidad que han perdido tantos hermanos nuestros.
Mujeres y hombres que acogen el drama de los que no tienen trabajo, de los que pasan la noche en la calle, de los que viven sumergidos en el miedo y en la inseguridad y de los que se sienten asfixiados por la frustración y el desánimo.
Mujeres y hombres que ayudan a que nazcan nuevos sueños en los corazones cansados y abatidos de tantos hermanos nuestros.
Mujeres y hombres de fe y de oración, que hablan el lenguaje del amor y de la ternura, con la voz del silencio, de la comprensión y de la solidaridad.
Mujeres y hombres de plegaria hecha servicio y de solicitud y afecto por los más indefensos y por los más débiles.
Mujeres y hombres de corazón sencillo, sensibles al dolor, a la desesperación y al cansancio de los hermanos.
Mujeres y hombres llenos de bondad, de sencillez y de abnegación, que abren caminos de esperanza y que sueñan un mundo mejor, para así hacer realidad la utopía del Reino.
Mujeres y hombres que acogen a las víctimas de un mundo egoísta y frívolo, víctimas del desamor, de la violencia ciega y de la brutalidad de los hombres.
Mujeres y hombres con las manos siempre abiertas y los brazos dispuestos al abrazo, a la acogida, al amor.
Mujeres y hombres soñadores de esperanza y creadores de nueva vida, que retornan la dignidad a los que han caído en el abismo de la droga, del alcohol, o de la ludopatía.
Mujeres y hombres con una mirada limpia, llena de ternura y de esperanza y con un corazón inmenso, como un reflejo del amor del Padre.
Mujeres y hombres sin miedo, disponibles las 24 horas del día, que con su entrega dan nueva vida y curan el alma de los que no han recibido nunca una caricia o una palabra de amor.
Mujeres y hombres que, a pesar del riesgo que corren, no abandonan nunca ni a las personas ni a los países azotados por un terremoto, por inundaciones o por las guerras.
Mujeres y hombres que han descubierto que su vida solo tiene sentido desde el amor, expresado en el servicio a los más pobres, a los enfermos y a los ancianos, a los inmigrantes o a los presos.
Y es que nuestra sociedad quedaría paralizada y nuestro mundo quedaría bloqueado y sin alma, sin los consagrados. Como Carmen Costa y Delfina Soriano, de las Obreras de la Cruz, el agustino Domingo Canet, la salesiana Mª Isabel Espinosa, el escolapio Francesc Mulet, los Hermanos de San Juan de Dios Pascual Piles y Joan Manel Quilabert, las benedictinas Rosario del Camino, Esperança Atarés, Mª Assumpció Pifarré y Maria del Mar Albajar, el franciscano Josep Lluís Coll, las vedrunas Maria Trullols y Mª Pilar Malonda, las cistercienses Paula Téllez y Ana Maestre y tantos otros que con alegría y sencillez, luchan contra la injusticia, el sufrimiento o la pobreza. Merece la pena destacar este año la comunidad de monjas dominicas del monasterio de la Consolación de Xàtiva, que el próximo marzo conmemoraran los 500 años de su presencia en esta ciudad del País Valenciano.
¿Aún hay alguien que se pregunte para qué sirve la vida consagrada? ¿Aun hay alguien que pregunte donde se encuentra la Iglesia de Jesús? Es en estos hombres y en estas mujeres, que miran el mundo con ternura, donde vive Jesús, donde se encuentra Jesús.
Y es que, como dijo el papa Francisco en la 82 asamblea general de la Unión de Superiores Generales de los Institutos Religiosos masculinos, los consagrados hemos de ser “testigos de una manera diferente de hacer, de actuar y de vivir”, ya que la Vida Consagrada ha de ser “profecía del Reino”. El papa pedía a los superiores religiosos, que los consagrados “sigamos al Señor de una manera profética” y que seamos “mujeres y hombres que iluminen el futuro”. Solo así seremos testigos de que, con una vida centrada en el Evangelio, es posible construir una sociedad que camine hacia el ideal fraterno de un mundo mejor. Éste es nuestro reto. Éste es el camino a seguir como discípulos y amigos de Jesús. Un camino para sorprendernos cada día, como pedía el papa a los consagrados en su reciente viaje a Tailandia. Los consagrados hemos de ser, como dice Joseba Andoni Pagola, gente “de fe sencilla y corazón abierto”, para acoger el Señor y a los hermanos que más sufren.