"Lo importante es ser monje, y no abad, ni prior, ni cocinero, ni lavadero…" Rafel Barruè, abad de Poblet: "El silencio es básico para la persona; si no tiene, es imposible que pueda vivir"

Rafel Barruè, abad de Poblet:
Rafel Barruè, abad de Poblet: Agencia FLAMA

"Ha habido personas que se han hospedado en el monasterio y se han tenido que marchar el segundo día porque no soportaban el silencio"

"Hay jóvenes que van a un monasterio y creen que los monjes y las monjas somos extraterrestres; por tanto, teníamos que hacer algo para demostrarles que somos personas. Por eso, hemos iniciado unas jornadas"

Sobre el silencio y el último caso de abusos a un menor de edad en el monasterio de Montserrat, Barruè no opina porque desconoce el caso

Monje muy monje, le preocupa la superficialidad en la Iglesia, más atraída en ocasiones por el folclore que por la interioridad

(Agencia FLAMA).- Cuando Rafel Barruè (Villarreal, 1966) postulaba por ser monje del Monasterio de Poblet, en 1999, hacía poco tiempo que Josep Alegre (1940-2024) había comenzado su etapa como abad del cenobio cisterciense. Veinticinco años después, y a pocos días de cumplirse su séptimo mes al frente de la comunidad monástica, donde tomó el relevo de Octavi Vilà, Barrué reconoce que su tranquilidad le ha sido dada por Dios y por el abad Alegre, que murió después de una corta y rápida enfermedad el pasado enero y con quien le hubiera gustado estar más tiempo.

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-Una veterana teóloga que vive cerca de Poblet, Araceli Herrera, nos decía sobre usted que es un monje “muy monje” porque se toma en serio su trabajo. ¿Hay monjes muy monjes y monjes poco monjes?

-Puede vivirse una vida más superficial o una vida más profunda. Lo importante es ser monje, y no abad, ni prior, ni cocinero, ni lavadero; lo importante es el monje. Si has venido a ser esto, debes hacerlo.

Rafel Barrué
Rafel Barrué FLAMA

-De una mujer de 92 años me voy a otra de 23: Julia Gaya participó, en octubre, en la primera edición de la jornada We Work, dedicada a compartir la vida monástica con los jóvenes durante un fin de semana, con monjes y monjas de Poblet y de Vallbona de les Monges. Nos decía: "Qué gozo daba darse cuenta de que también son humanos, con dudas, debilidades y sobre todo que también han sido jóvenes". ¿Qué le respondería?

-Creo que es la hija de un conocido mío, Jordi Gaya. Hay jóvenes que van a un monasterio y creen que los monjes y las monjas somos extraterrestres; por tanto, teníamos que hacer algo para demostrarles que somos personas. Por eso, hemos iniciado estas jornadas, que en diciembre se vuelven a celebrar en Vallbona. Nosotros somos humanos y hemos sido jóvenes. Además, hemos tenido y seguimos teniendo nuestras dudas, como todo el mundo. Lo que nos distingue es que la fe nos llevó a estar aquí.

-Hablando de la juventud, le pregunto por Valencia, su tierra. Antes de entrar en los efectos de la DANA, dígame, ¿ha seguido lo que ha pasado en el monasterio franciscano del Santo Espíritu del Monte de Gilet? Está a cuarenta kilómetros de Villarreal.

-De Gilet, no conozco nada. Un caso parecido es lo que ocurrió en el 2005 con el fundador y prior de la Comunidad de Taizé. En el mundo, siempre hay personas que pueden estar desequilibradas y hacer una barbaridad.

-¿Tiene familiares o conocidos que hayan sufrido los estragos de la DANA?

-No, por suerte. Lo primero que hice fue llamar a amistades mías que viven en Algemesí y excompañeros de Bellas Artes que viven en Requena. En Carlet también lo hice. Todos me señalaban que la situación es como haber vivido una guerra. A este último pueblo es donde hemos enviado el dinero recaudado desde el Monasterio de Poblet con motivo de un concierto de órgano celebrado hace pocos días; conocemos a su cura [Antonio Márquez] y allí es donde nació San Bernardo Mártir en 1135, el cual ingresó en la orden del Cister en Poblet. Ha sido una catástrofe que ni tuvo una planificación seria para poder evitarse ni su corrección está siendo, por lo que se ve, bien planificada: hay pueblos que han sido abandonados por quien debería haberlos apoyado.

-El mes pasado cumplió veinticinco años desde que empezó a postular para convertirse en monje y cuando nombraron al exabad de Poblet, Octavi Vilà, como obispo de Girona, nos decía que éste había estado durmiendo poco hasta que se hizo pública la noticia. ¿A usted también le ha cambiado el sueño desde que es abad?

-No. Tengo la sensación de que alguien me hubiera empujado, aportándome toda la tranquilidad que tengo. Es como si vas caminando por la calle y alguien te agarra fuerte por la cintura [simula el gesto], abrazándote fuertemente. Esto es lo que me ha hecho Dios. Luego está otra persona, difunta, que creo que me está ayudando mucho. Es Josep Alegre, abad de Poblet antes de Vilà.

Rafel Barruè
Rafel Barruè

-¿Desde el día que murió?

-Sí. Me da la impresión de que he recibido por su parte una dosis de confianza. Una dosis, de hecho, necesaria, porque antes, a diferencia de ahora, era una persona dudosa e indecisa.

-¿Le gusta ver a religiosos ocupando cargos episcopales, como es el caso de Octavi Vilà, o, como volverá a pasar la próxima semana, del dominico Xabier Gómez, que será ordenado obispo de Sant Feliu de Llobregat?

-Históricamente, ha habido más casos, obispos españoles procedentes de órdenes religiosas; no es algo raro. Pero como hacía años que no había ninguno, quizás se formula erróneamente la pregunta de si a partir de ahora tendrán que ser todos religiosos. En la orden cisterciense, sin ir muy lejos, tenemos muchos casos de monjes nombrados obispos.

-En su bendición abacial, habló de la necesidad de "más silencio monástico para serenar el alma". ¿Qué quería decir?

-Todo el mundo necesita el silencio monástico. Todo el mundo. El silencio es básico para la persona; si no la tiene, es imposible que pueda vivir. No vale la excusa de llegar a casa, ponerse música y estar en silencio. También es verdad que hay gente que teme al silencio. De hecho, ha habido personas que se han hospedado en el monasterio y han tenido que marcharse el segundo día porque no soportaban el silencio.

-"Para serenar el alma".

-El silencio serena, pacifica. Te permite hablar con el otro, amar, convivir. Si no existe esa paz, esto es imposible. No se puede ir con prisas y no respetar el silencio.

-¿Cree que un monasterio como el de Montserrat ha estado demasiado tiempo preservando el silencio antes de acabar reconociendo el último caso de abusos a un menor de edad?

-No conozco el caso.

-Una pregunta más ligera: ¿sabe que usted es el segundo Rafael que es abad de Poblet, después de Llobera, en el siglo XVII?

-¡Lo acabo de saber ahora! Y usted sabe ¿qué número de abad soy?

-Ahora la duda es mía.

-El 106º. Fue un número que me gustó porque el uno y el seis hacen siete. Siete y siete, catorce, que es el número de mi ropa de monje, puesto que todos tenemos nuestro número asignado. El siete y el catorce son números muy bíblicos.

Rafel Barruè, abad de Poblet
Rafel Barruè, abad de Poblet

-Sin embargo, usted nació en 1966.

-Sí [ríe]. Pero si sumas todos los números y los divides por alguna cifra algún siete saldría.

-¿Cree que la pintura puede ser como una religión, en la que cada movimiento artístico es una confesión y cada color un carisma diferente?

-No, la pintura es una oración, como escribí una vez. Para mí, pintar es una oración. Ante el lienzo blanco tienes la opción de pintar y al mismo tiempo de orar.

-¿Volverá a exponer cuadros en breve?

-Sí. El próximo 19 de diciembre se inaugura una exposición colectiva en el edificio de la Caja Rural de Vila-real, con motivo de los 750 años de la carta puebla elaborada por Jaume I. Como en casa de mi madre tengo un buen número de cuadros, los organizadores de la muestra sólo tendrán que ir allí a buscarlos.

-Si pudiera hablar con el abad Sanç, el primero de los que ha habido en Poblet, ¿qué le diría o qué consejo le pediría?

-No fui a Montserrat para saber cómo hablaba su abad con los demás abades. La realidad era muy diferente, se encontraba en una época de cristiandad después de la presencia musulmana; ahora, en cambio, el cristianismo no está conquistando nada. Sería lo contrario. Le diría que esto acabaría siendo una casa de oración, donde pasarían personas que acabarían convirtiéndose en cristianas, como Bernardo Mártir, del que hablaba antes, que era musulmán.

-Este verano hizo una visita al monasterio el ayatolá de Irán. ¿Cómo fue?

-Se divide el año para estar en Irán y en Alemania, donde también tiene una residencia. Venía de visitar el Seminario de Bilbao y me dijo que allí encontró un solo seminarista en un edificio que es enorme. No entendía por qué no existen vocaciones religiosas, me dijo. Supongo que reaccionó así porque ellos tienen los seminarios llenos, en Alemania, donde hay muchos musulmanes.

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-Es un monasterio abierto a todos los públicos. Religiosos y políticos.

-Sí. El último que confirmó que vendría fue un político catalán de Vox, pero no lo hizo porque hubo todas las alertas a causa de la DANA. Representantes de algunos colores políticos nunca han venido, desde que yo estoy aquí: supongo que sus partidos han nacido sin tener contacto con la religión, como los Comuns. Tampoco vino ningún político de Ciutadans mientras existió el partido. La mayoría no vienen por nada que sea necesariamente religioso, pero hay otros que lo hacen porque hay una comunidad cisterciense.

-¿Ha leído Dilexit nos, la cuarta encíclica del papa Francisco?

-Sí. Pienso que hay temas que hablan mucho del corazón, del interesante encuentro con el interior de la persona. La Iglesia católica vive en ocasiones en una superficialidad, desde la que no se reconoce la interioridad, que debe ser compartida por todo católico. Por ejemplo, cuando se habla de las procesiones de Semana Santa, que no son sólo folclore, hay que saber notar que detrás de los párpados hay lágrimas internas, que no se ven, traducidas en sufrimiento: por los hijos que no van a la Iglesia, por los niños que no se han bautizado, por una enfermedad, etcétera. Son una serie de elementos de oración que también están ahí.

-¿Le preocupa que no haya jóvenes suficientes en las iglesias?

-Me preocupa ver movimientos como Hakuna, que el pasado diciembre vinieron a pasar dos noches en la hospedería del monasterio y ninguno de sus miembros accedió a la iglesia. Sólo realizaron sus acciones en la Capilla de Santa Caterina, perdiéndose todas las posibilidades de conocimiento espiritual que encontrarían aquí. Es una lástima porque todo lo que hacen sólo tiende a quedarse con lágrimas superficiales, y no internas, como decía antes.

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