"La vida consagrada tiene que reinventarse en cada tiempo con fidelidad creativa" Luis Ángel de las Heras: "La vida consagrada ha de superar cualquier tentación de lamento, nostalgia o desventura porque es, y debe seguir siendo, parábola profética de gracia"
“'Parábola de fraternidad en un mundo herido' es un nombre profético de la vida consagrada hoy"
"Cuando se conoce a las personas consagradas, lo que son y lo que hacen, se las valora muy positivamente, se las aprecia mucho"
"Conventos y colegios deshabitados hay que convertirlos en lugares de o para la solidaridad, sea del modo que sea. Hay que reconocer que no es fácil"
"La vida consagrada ha extendido y extiende la educación católica por todo el mundo con una buena implantación en países con menos recursos que España. Ese compromiso lo renueva continuamente la vida consagrada"
"Lo que me hace sentir orgulloso de la vida consagrada española, más que 'representarla', es ser hermano de una legión de buenos samaritanos"
"Conventos y colegios deshabitados hay que convertirlos en lugares de o para la solidaridad, sea del modo que sea. Hay que reconocer que no es fácil"
"La vida consagrada ha extendido y extiende la educación católica por todo el mundo con una buena implantación en países con menos recursos que España. Ese compromiso lo renueva continuamente la vida consagrada"
"Lo que me hace sentir orgulloso de la vida consagrada española, más que 'representarla', es ser hermano de una legión de buenos samaritanos"
"Lo que me hace sentir orgulloso de la vida consagrada española, más que 'representarla', es ser hermano de una legión de buenos samaritanos"
Luis Ángel de las Heras (Segovia, 1963), claretiano y presidente de la comisión episcopal de la Vida Religiosa, dice sentirse orgulloso no solo de 'representar' a la vida religiosa, sino y sobre todo de "ser hermano de una legión de buenos samaritanos", que se dejan la vida en las periferias y que han sido y siguen siendo "buenos samaritanos" en todas las periferias del mundo. Incluso en el dolor y en la noche oscura de la pandemia, aunque la sociedad no se lo reconozca suficientemente. Pero "la vida consagrada ha de superar cualquier tentación de lamento, nostalgia o desventura porque es, y debe seguir siendo, parábola profética de gracia", reiventándose con "fidelidad creativa".
El también obispo de León, a cuya diócesis acaba de llegar procedente de Mondoñedo-Ferrol, apuesta por la presencia de la vida religiosa en la educación, tanto en España como en los países más pobres del mundo, no le asusta la falta de vocaciones a la vida religiosa, porque es algo que afecta a "consagrados, laicos y matrimonios, presbíteros y diáconos permanentes". Una situación que puede llevar a "incrementar los cauces de la misión compartida".
Sabe también que el Papa pide a frailes y monjas que utilicen para los pobres los conventos y colegios deshabitados y en desuso. Y comparte la idea, aunque reconoce que no es fácil ponerla en práctica: "Conventos y colegios deshabitados hay que convertirlos en lugares de o para la solidaridad, sea del modo que sea. Hay que reconocer que no es fácil".
'Vida consagrada, parábola de fraternidad en un mundo herido' es el lema de la Jornada que encaja como anillo al dedo con el momento presente tan doloroso, ¿verdad?
El lema de esta XXV Jornada Mundial de la Vida Consagrada recoge la situación actual y las llamadas evangélicas que nos hace el papa Francisco.
“Parábola de fraternidad en un mundo herido” es un nombre profético de la vida consagrada hoy. Teniendo los mismos problemas, esperanzas y desafíos que el resto de los miembros del pueblo de Dios y de nuestra sociedad, la vida consagrada ha de superar cualquier tentación de lamento, nostalgia o desventura porque es, y debe seguir siendo, parábola profética de gracia.
¿Reconoce la sociedad la aportación samaritana de la vida religiosa a las heridas de la pandemia?
La sociedad reconoce la misión samaritana de la vida consagrada en la medida que tiene noticias de ella. Quienes han visto de cerca cómo los consagrados son buenos samaritanos de tantas personas y pueblos, sin excluir a nadie, en cualquier parte del mundo, con riesgo de sus propias vidas, pero con pasión y amor por Dios y por la humanidad, lo valoran y reconocen, lo aprecian y lo agradecen.
Más aún, ¿valora suficientemente la sociedad a la vida consagrada o considera que es una vocación de otro tiempo?
Igualmente creo que la valoración positiva se da desde el conocimiento, no desde el prejuicio o los estereotipos. Cuando se conoce a las personas consagradas, lo que son y lo que hacen, se las valora muy positivamente, se las aprecia mucho.
Aunque haya opiniones que consideren esta forma de vida de otro tiempo, ponerles rostro, nombre y hechos no hace pensar de ese modo, sino que descubre a las personas consagradas con una actualidad imprescindible. Eso sí, la vida consagrada tiene que reinventarse en cada tiempo con fidelidad creativa y entregarse con generosidad.
¿Por vocación y por carisma, la vida consagrada sigue estando en las periferias y con los descartados, para los que ha nacido?
Siempre ha estado y debe estar ahí. Las personas consagradas siguen viviendo la apertura al amor de Dios y al Evangelio de Jesús. Siguen siendo testigos y profetas de la alegría y la esperanza que brotan del encuentro con el Señor. Navegan hacia todas las orillas donde se las necesita. Su vida y misión las consagra para ir, ver y habitar las periferias, que constituyen el centro del corazón de Cristo, pues el Reino de Dios tiene por capital las orillas de este mundo.
Una orilla nueva y dolorosa está siendo, en los últimos meses, la de la pandemia del COVID-19 y sus consecuencias. En las periferias del sufrimiento, la precariedad, la depresión, la incertidumbre y la muerte, las personas consagradas se han comprometido fraternalmente, mostrándose expertas en evangelio y humanidad, sobre todo con los más vulnerables. Su parábola de fraternidad en un mundo herido ha brillado como una luz de sosiego y esperanza en esta situación de emergencia humanitaria.
Ante la alarmante crisis vocacional a la vida religiosa, ¿cabe la eventual fusión de congregaciones, al menos las de carismas similares?
La denominada “alarmante crisis vocacional” es algo que afecta o se refiere a todas las vocaciones en la Iglesia: consagrados, laicos y matrimonios, presbíteros y diáconos permanentes. Por cierto, es una situación que nos lleva a incrementar los cauces de la misión compartida.
Respecto del camino de la unión de congregaciones, hay que decir que se ha explorado en algunos casos con resultados satisfactorios y puede seguir progresando. Pero, en mi opinión, no debería estar condicionado por la falta de vocaciones, o, al menos, no debería ser esa la mayor motivación, ni, por supuesto, la única. Lo digo en el sentido de evitar cualquier tentación de autorreferencialidad y autopreservación y buscar caminos de exigencia para responder a lo que el Espíritu Santo pide a la vida consagrada en los diferentes institutos y momentos de la historia.
¿Qué hacer con colegios y conventos deshabitados?
Convertirlos en lugares de o para la solidaridad, sea del modo que sea. Hay que reconocer que no es fácil. Es preciso hacer bien esa gestión, que no es cuestión puntual, sino que requiere un proyecto duradero y sostenible por el bien de personas necesitadas. Es algo que institutos de vida consagrada se plantean y abordan, pero habría que realizarlo con más determinación.
Los colegios religiosos nacieron para suplir al Estado, cuando éste era incapaz de proporcionar una educación universal y gratuita. Ahora que el Estado puede hacerlo, ¿no deberían deslocalizarse los colegios y las congregaciones religiosas dedicadas a la educación a los países donde la enseñanza es un bien escaso y para pocos?
Los colegios y la educación religiosa de la Iglesia católica nacen con principios evangélicos y fines evangelizadores. La vida consagrada ha extendido y extiende la educación católica por todo el mundo con una buena implantación en países con menos recursos que España. Ese compromiso lo renueva continuamente la vida consagrada.
Por lo que se refiere a España, hay una demanda de educación católica por parte de muchas familias. Pero también en la sociedad española se sigue necesitando una educación en valores cristianos con perspectiva evangelizadora, tal y como lo hacen los colegios católicos con la riqueza carismática de los institutos de vida consagrada. Respondiendo a sus principios y fines, la educación católica forma personas libres y responsables con gran sentido del bien común, de la solidaridad, del respeto y del compromiso social. Esta es una buena contribución a la sociedad española en estos tiempos.
¿Está orgulloso de representar, de alguna manera, a la vida religiosa española?
Estoy orgulloso de ser religioso, de conocer y amar la vida consagrada y, ahora, desde este servicio en la Conferencia Episcopal de conocer, acompañar y alentar la belleza de la vida consagrada en todas sus formas. Como digo en algún otro sitio, admiro especialmente la belleza de las manos consagradas que se han agrietado, encallecido y manchado en la entrega. Una hermosura singular que muchas personas consagradas casi no quieren mostrar, por una mezcla de pudor y humildad, aunque sí tienen el valor de accidentarse y tocar el barro de la miseria que mantiene abiertas las llagas de los apaleados de este mundo herido. Lo que me hace sentir orgulloso de la vida consagrada española, más que “representarla”, es ser hermano de una legión de buenos samaritanos con un millar de gestos a imagen de Cristo, Buen Samaritano.