Apuntes sobre la iglesia pobre con la opción por los pobres en la fe católica
Introducción
Recientemente se celebró la XXXVI asamblea general ordinaria del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), que se compromete con la opción por los pobres, siguiendo a Mons. Romero. El secretario general del CELAM, el obispo colombiano Juan Espinoza, manifestó que los obispos del CELAM llegaron a San Salvador con la idea de construir una Iglesia "pobre y para los pobres", tal como lo pide el Papa Francisco, y que en el continente encuentra a uno de sus mejores exponentes en Monseñor Romero. "Él (Romero) se conmovió y se convirtió también en contacto con el pobre, (y) ahora poderle celebrar esta asamblea con esa dimensión (a favor de los pobres) tiene un significado muy especial", asegura el obispo católico colombiano. Lo que afirman los Obispos Latinoamericanos está en la tradición de la fe e iglesia universal y latinoamericana con las Conferencias Episcopales de Medellín, Puebla… hasta llegar a Aparecida.
Con sus testimonios y santidad como el propio Mons. Romero, H. Camara, L. Proaño, los jesuitas mártires como Ll. Espinal, R. Grande, I. Ellacuría y sus compañeros de la UCA, etc. Mons. Escobar Alas, actual Arzobispo de San Salvador, ha publicado una muy importante II Carta Pastoral, “Ustedes darán también testimonio, porque han estado conmigo desde el principio”, en la que expone muy bien toda esta realidad de los mártires. Como son los de la iglesia del Salvador con Mons. Romero, los ya citados jesuitas R. Grande, Ellacuría, Martin-Baró y el resto de sus compañeros mártires de la UCA. Y es que la iglesia pobre con los pobres es la iglesia del Dios revelado en Jesús, como vamos a ver a continuación con una serie de apuntes de la fe, de la iglesia y la teología.
La Sagrada Escritura y los Evangelios
Es la iglesia del Dios y su Reino del amor fraterno, paz y justicia con los pobres que nos va salvando, nos va liberando integralmente del mal y pecado, del egoísmo con sus ídolos del poder y la riqueza-ser rico. Lo que culmina en la vida plena, eterna…Como nos transmite la Sagrada Escritura como son los Evangelios, por ejemplo, nuestra Madre María en el Magníficat (Lc 1,46-55). Como aparece en tantos y tantos textos de la Palabra de Cristo. Tales como las bienaventuranzas y malaventuranzas (Lc 6,20-23), el dicho sobre el rico (del camello y del ojo de la aguja, Mt 19,24), la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro (Lc 16, 19-31). Las llamadas y exigencias del seguimiento de Jesús como es la del joven rico (Mc 10, 17-27) o la parábola del juicio final (Mt 25,31-46). Estos textos son vitales para la fe, afirma el Papa Francisco.
Como se observa, solo hay que leer la Biblia y el Evangelio para saber que la riqueza es injusta (Lc 16,9), que el ser rico es incompatible con la vida de pobreza fraterna y solidaria con los pobres en el seguimiento del Jesús Pobre-Crucificado. Así fue la vida de la Sagrada Familia y de nuestro Señor Jesucristo que nació pobre (2 Cor 8,9), en una familia pobre, durante su vida no tuvo donde reclinar la cabeza (Lc 9, 58) y murió despojado, crucificado. Y así fue la existencia de la originaria comunidad cristiana, la iglesia apostólica, como aparece por ejemplo en los Hechos de los apóstoles, en los conocidos como Sumarios (Hch 2 y 4). Allí se muestran la vida de la primera iglesia con la comunión de fe, de amor, bienes y justicia con los pobres.
La Tradición de la iglesia y los Santos Padres
Así nos lo enseña la Tradición de la Iglesia. Como muestra la enseñanza social y moral de los Padres de la iglesia, por ejemplo San Juan Crisóstomo, el mensaje patrístico sobre la pobreza y riqueza. Este mensaje de la tradición de la iglesia sobre la pobreza, riqueza y propiedad se condesa en aquella famosa enseñanza de San Jerónimo que, como vamos ver, también lo expresan de forma similar los otros Padres de la iglesia: "un rico es un ladrón o heredero de ladrón” (Epístola a Hebidia, 121,1). Como nos transmite esta tradición de la iglesia, las riquezas no son solo inmorales por su origen, ser rico es fruto de la injusticia, sino porque teniendo riquezas: no compartimos por justicia con los pobres hasta quedarnos con lo vital, con lo necesario hasta dejar de ser rico. La fe e iglesia enseña no sólo que por justicia debemos repartir lo que nos sobra para devolver a los pobres lo que les pertenece, desprendernos de lo superfluo que por definición es dejar de ser rico, como vamos a ver (todavía más) por amor y solidaridad hay que compartir hasta de lo que necesitamos para vivir.
Como muestra San Basilio,“¿cuáles son, dime, los bienes que te pertenecen? ¿En qué medida forman parte esencial de tu vida? El caso de los ricos es similar al de un hombre que toma asiento en un teatro y se opone después a que entren los demás, usurpando de este modo y apropiándose lo que es de uso común Y es que los ricos consideran como propios aquellos bienes que han adquirido antes que los demás, por el único hecho de haber sido los primeros en conquistarlos Si cada cual asumiera solamente lo necesario para su sustento, dejando lo superfluo para el que se halla en la indigencia, no habría ricos ni pobres Te has convertido en explotador al apropiarte de los bienes que recibiste para administrarlos El pan que te reservas pertenece al hambriento, al desnudo, los vestidos que conservas en tus armarios, al descalzo, el calzado que se apolilla en tu casa, al menesteroso, el dinero que escondes en tus arcas Así, pues, cometes tantas injusticias, cuántos son los hombres a quienes podías haber socorrido” (PG 31 276).
En este sentido, nos transmite San Juan Crisóstomo: "¿de dónde proceden sus riquezas?, ¿de quién las han recibido? «De mis abuelos por medio de mi padre». Y bien: ¿son capaces de irse remontando así por la familia y demostrar que lo que poseen lo tienen justamente? No son capaces. El principio y raíz siempre es forzosamente la injusticia. ¿Por qué? Porque al principio Dios no hizo rico a uno y pobre a otro, ni tomó a uno y le dio grandes yacimientos de oro, privando al otro de este hallazgo. No señor. Dios puso delante de todos la misma tierra" (De las Homilías de San Juan Crisóstomo)
Los Santos y Doctores de la Iglesia
Así nos los testimonian los Santos, por ejemplo (por solo citar a algunos) San Francisco de Asís, San Ignacio de Loyola, San Vicente de Paul, Alfonso M. de Ligorio, José de Calasanz y más tarde San Juan Bosco. “Son tan grandes los pobres en la presencia divina, que principalmente para ellos fue enviado Jesucristo en la tierra… La amistad con los pobres nos hace amigos del Rey Eterno… ”(S Ignacio de Loyola, Carta a la comunidad de Padua). Afirma el Santo fundador de los jesuitas, en los Ejercicios Espirituales (EE, Meditación de las Dos Banderas), que hay que promover: la “pobreza contra riqueza; oprobrio o menosprecio contra el honor mundano; humildad contra la soberuia; y destos tres escalones induzgan a todas las otras virtudes” (EE 146). Es la realización de la experiencia espiritual, moral y social, en el seguimiento y encuentro con Jesús Pobre-Crucificado, con esta vida de pobreza fraterna que libera de estos falsos dioses de la riqueza-ser rico, del poder y la dominación. Tal como presenta S. Ignacio en las Tres Maneras de Humildad (de Amar, EE 167). Como transmite en uno de sus sueños Don Bosco, que se refiere a la obligación de practicar toda esta solidaridad y justicia con los pobres, lamentando que “a los ricos no hay nadie que se atreva a decirles la verdad”. Tal como él hacía con los ricos, por ejemplo, con los banqueros para ir promoviendo la salvación y liberación integral: "debe dar a los pobres todo lo que le sobra".
El Concilio Vaticano II, que cita a Santo Tomás con otros Doctores de la iglesia y a toda esta tradición, enseña y profundiza todo ello: «Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los hombres y pueblos. En consecuencia, los bienes creados deben llegar a todos en forma equitativa bajo la égida de la justicia y con la compañía de la candad Sean las que sean las formas de la propiedad, adaptadas a las instituciones legítimas de los pueblos según las circunstancias diversas y variables, jamás debe perderse de vista este destino universal de los bienes Por tanto, el hombre, al usarlos, no debe tener las cosas exteriores que legítimamente posee como exclusivamente suyas, sino también como comunes, en el sentido de que no le aprovechen a él solamente, sino también a los demás. Por lo demás, el derecho a poseer una parte de bienes suficiente para sí mismos y para sus familias es un derecho que a todos corresponde Es éste el sentir de los Padres y de los doctores de la Iglesia, quienes enseñaron que los hombres están obligados a ayudar a los pobres, y por cierto no sólo con los bienes superfluos. Quien se halla en situación de necesidad extrema tiene derecho a tomar de la riqueza ajena lo necesario para sí. Habiendo como hay tantos oprimidos actualmente por el hambre en el mundo, el sacro Concilio urge a todos, particulares y autoridades, a que, acordándose de aquella frase de los Padres- «Alimenta al que muere de hambre porque si no lo alimentas lo matas»-, según las propias posibilidades, comuniquen y ofrezcan realmente sus bienes, ayudando en primer lugar a los pobres, tanto individuos como pueblos, a que puedan ayudarse y desarrollarse por sí mismos" (GS 69).
En esta línea, la Iglesia condenó todo préstamo a interés, incluido el préstamo de dinero. La doctrina de los Padres, de los teólogos medievales, de los Concilios y de los Papas (recuérdese la Bula Vix pervenit de Benedicto XIV en 1745) fue tajantemente negativa y condenatoria del préstamo de dinero a interés. Basados en el axioma de la esterilidad del dinero («nummus nummum non parit»), los autores cristianos hubieron de reconocer la injusticia de todo interés deducido del simple préstamo del dinero. Para ellos, el dinero tenía exclusivamente un valor de intercambio. Es la "usura devoradora", según la expresión de León XIII (RN1), auténtico azote del mundo moderno».
Terminamos este apartado con este memorable texto del Doctor Angélico: "Cristo eligió padres pobres, pero perfectos en la virtud; llevó una vida pobre, para que nadie se gloríe solamente de la nobleza del linaje o de las riquezas de la familia; llevó una vida pobre, para enseñarnos a despreciar las riquezas; vivió privado de dignidades, para apartar al hombre de un apetito desordenado de honores; soportó trabajos, hambre, sed y sufrimientos corporales de forma que los hombres no se retrajeran del bien de la virtud por dedicarse a los placeres y delicias a causa de la dureza de esta vida… Si Cristo hubiese vivido en el mundo como rico, poderoso y revestido de alguna gran dignidad, se podría haber pensado que su doctrina y sus milagros fuesen aceptados por la fuerza del favor de los hombres y por un poder humano; por lo tanto, para que constase con evidencia que eran obra de la fuerza de Dios, escogió todo lo ínfimo y despreciado del mundo: madre pobre, vida indigente, discípulos y mensajeros incultos y el ser rechazado y condenado, incluso a muerte, por los magnates del mundo, para que así manifiestamente constase que la aceptación de su doctrina y milagros no fue debida a un poder humano, sino divino” (De los Opúsculos teológicos de santo Tomás de Aquino).
El Magisterio y Doctrina Social de la Iglesia (DSI)
Siguiendo y actualizando toda esta tradición bíblica y eclesial, llegamos al magisterio y DSI con los Papas que siguen actualizando todo esta enseñanza. León XIII con la RN, con testigos de la época como el obispo Kettler o F. Ozanam, y Pío XI en la QA. Juan XXIII, además de la MM o PT, por ejemplo en su célebre Radiomensaje del 11 de septiembre de 1962, el Vaticano II (LG 8 o GS 1) y Pablo VI con la EN o PP. Juan Pablo II en LE, SRS y CA, Benedicto XVI con DC y CV y el Papa Francisco en EG y LS.
De esta forma, nos enseña San Juan Pablo II que "hay que seguir preguntándose sobre el sujeto del trabajo y las condiciones en las que vive. Para realizar la justicia social en las diversas partes del mundo, en los distintos Países, y en las relaciones entre ellos, son siempre necesarios nuevos movimientos de solidaridad de los hombres del trabajo y de solidaridad con los hombres del trabajo. Esta solidaridad debe estar siempre presente allí donde lo requiere la degradación social del sujeto del trabajo, la explotación de los trabajadores, y las crecientes zonas de miseria e incluso de hambre. La Iglesia está vivamente comprometida en esta causa, porque la considera como su misión, su servicio, como verificación de su fidelidad a Cristo, para poder ser verdaderamente la «Iglesia de los pobres». Y los «pobres» se encuentran bajo diversas formas; aparecen en diversos lugares y en diversos momentos; aparecen en muchos casos come resultado de la violación de la dignidad del trabajo humano: bien sea porque se limitan las posibilidades del trabajo -es decir por la plaga del desempleo-, bien porque se deprecian el trabajo y los derechos que fluyen del mismo, especialmente el derecho al justo salario, a la seguridad de la persona del trabajador y de su familia" (LE 8).
Como ya apuntamos, tanto el Vaticano II (GS 69) como Juan Pablo II (SRS 31) nos enseñan que la vida ética y de fe en la solidaridad fraterna es el compartir no solo de lo que nos sobra, sino hasta de lo que necesitamos para vivir. En el capítulo IV de la EG, citando a los Papas como Juan Pablo II (SRS) y al Papa Benedicto XVI, Francisco nos muestra como inspirada en Dios, “la Iglesia hizo una opción por los pobres entendida como una «forma especial de primacía en el ejercicio de la caridad cristiana, de la cual da testimonio toda la tradición de la Iglesia» (SRS 42). Esta opción —enseñaba Benedicto XVI— «está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza». Por eso quiero una Iglesia pobre para los pobres” (EG 198). “Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres” (EG 187). Los Obispos españoles nos enseñan muy bien todo lo anterior en sus imprescindibles documentos “La iglesia y los Pobres” y el reciente “Iglesia, servidora de los Pobres”.
Toda esta enseñanza es viva y actual en nuestro mundo dominado por un sistema e ideología que, como no se cansa de criticar y denunciar el Papa Francisco, es gobernado por “el dinero ¿Cómo gobierna? Con el látigo del miedo, de la inequidad, de la violencia económica, social, cultural y militar que engendra más y más violencia en una espiral descendente que parece no acabar jamás. ¡Cuánto dolor y cuánto miedo! Hay -lo dije hace poco-, hay un terrorismo de base que emana del control global del dinero sobre la tierra y atenta contra la humanidad entera. De ese terrorismo básico se alimentan los terrorismos derivados como el narcoterrorismo, el terrorismo de estado y lo que erróneamente algunos llaman terrorismo étnico o religioso, pero ningún pueblo, ninguna religión es terrorista. Es cierto, hay pequeños grupos fundamentalistas en todos lados. Pero el terrorismo empieza cuando «has desechado la maravilla de la creación, el hombre y la mujer, y has puesto allí el dinero». Ese sistema es terrorista.
Hace casi cien años, Pío XI preveía el crecimiento de una dictadura económica mundial que él llamó «imperialismo internacional del dinero». (QA 109). ¡Estoy hablando del año 1931! El aula en la que estamos ahora se llama “Paolo VI”, y fue Pablo VI quien denunció hace casi cincuenta años la «nueva forma abusiva de dictadura económica en el campo social, cultural e incluso político» (OA 44). Son palabras duras pero justas de mis antecesores que avizoraron el futuro. La Iglesia y los profetas dijeron, hace milenios, lo que tanto escandaliza que repita el Papa en este tiempo cuando todo aquello alcanza expresiones inéditas. Toda la doctrina social de la Iglesia y el magisterio de mis antecesores se rebelan contra el ídolo-dinero que reina en lugar de servir, tiraniza y aterroriza a la humanidad” (Discurso del Papa Francisco a los Movimientos populares, 5-Sept-2016).
La filosofía y teología contemporánea
La filosofía y teología contemporánea nos muestra esta pobreza solidaria en la opción por los pobres con su protagonismo, promoción y liberación integral. En contra de los ídolos del capital que está subordinado al trabajo, a la dignidad del trabajador y de la persona con una economía al servicio de sus necesidades. Frente a la idolatría de la riqueza-ser rico, a la que debe oponerse la pobreza solidaria en la comunión de vida, de bienes y lucha por la justicia con los pobres de la tierra. Tal como nos enseña la filosofía y el pensamiento social católico como es el personalismo con autores y testimonios como Mounier, Rovirosa o Milani que ha sido reconocido últimamente por el Papa Francisco; o autoras y testigos de raíz cristiana o católica como E. Stein, S. Weil o D. Day.
Esta iglesia pobre en fraternidad solidaria y justicia con los pobres ha sido transmitida por los maestros de la teología que tanto aportaron al Concilio Vaticano II. Como Chenu, Congar, Rahner o Häring que son reconocidos en la Iglesia y por los Papas como Francisco. Y por los movimientos apostólicos obreros de la iglesia con los testimonios de Cardijn y su JOC, o los testigos E. Merino, el mismo Rovirosa, Malagón, J. Gómez del Castillo y la HOAC en España que son auténticos precursores en nuestra época de este amor a Cristo pobre y obrero, a la iglesia pobre y a la pobres. Con una espiritualidad de encarnación en las periferias con los obreros, trabajadores y pobres como sujetos protagonistas de su promoción liberadora e integral en la lucha por la justicia frente a estos ídolos del capital, del poder y de la riqueza-ser rico.
Lo que ha sido continuado y profundizado con la teología latinoamericana y autores como L. Gera, R. Tello y el jesuita J. C. Scannone, formador del Papa Francisco, que han dejado su huella clara en el magisterio del Papa argentino. Son los representantes de la teología argentina, una de las corrientes de la denominada teología de la liberación (TL). Y que muestra lo más valioso del pensamiento iberoamericano, que se ha desarrollado en la época contemporánea. Con autores tan significativos, juntos a los argentinos ya mencionados, como P. Freire, G. Gutiérrez o los jesuitas I. Ellacuría e I. Martín-Baró, dos de los conocidos mártires de la UCA.
La TL, queremos aclarar, no ha sido condenada por la iglesia. Sino matizada y precisada con la valoración de todo lo bueno y verdadero que nos ha transmitido dicha TL con sus comunidades eclesiales de base, en donde surgió. Tal como nos muestran los Obispos Españoles, "en este sentido, la teología de la liberación ha sido en la Iglesia del post-concilio un grito profético en favor de la liberación de tantos oprimidos por el peso de las estructuras políticas, culturales, sociales y económicas. El Papa ha invitado a realizar un discernimiento de dicha teología para mejorarla, potenciando sus valores y corrigiendo sus posibles defectos, que pueden darse y se dan como en toda obra humana" (IP, 143).
Como nos transmiten los Papas Pablo VI (EN 58) y Juan Pablo II, las "comunidades eclesiales de base son fuerza evangelizadora y dan una gran esperanza para la vida de la Iglesia" (RM 51). En este sentido, el actual Prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe, G. L. Müller ha publicado junto con su íntimo amigo G. Gutiérrez, considerado el padre de la TL, dos obras que recomendamos vivamente: “Del lado de los pobres. Teología de la Liberación”; e “Iglesia pobre para los pobres. La misión liberadora de la Iglesia”, con prólogo-presentación del mismo Papa Francisco. En ellas, G. L. Müller nos muestra todo lo bueno y verdadero que nos ha legado la TL. Como afirma San Juan Pablo II, "estamos convencidos nosotros y ustedes de que la Teología de la Liberación es no sólo oportuna sino útil y necesaria" (Carta a la Conferencia Episcopal de Brasil), lo que repetirá en su encíclica CA (n. 26).
Tal como nos enseña la CDF con Ratzinger-Benedicto XVI al frente, continuando esta misión Cristo, la misión de la iglesia se realiza en el amor preferencial por los pobres. “Los oprimidos por la miseria tienen un amor de preferencia por parte de la Iglesia que, desde los orígenes, y a pesar de los fallos de muchos de sus miembros, no ha cesado de trabajar para aliviarlos, defenderlos y liberarlos…; mediante su Doctrina Social, cuya aplicación urge, la Iglesia ha tratado de promover cambios estructurales en la sociedad con el fin de lograr condiciones de vida dignas de la persona humana” (LC 68).
Recientemente se celebró la XXXVI asamblea general ordinaria del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), que se compromete con la opción por los pobres, siguiendo a Mons. Romero. El secretario general del CELAM, el obispo colombiano Juan Espinoza, manifestó que los obispos del CELAM llegaron a San Salvador con la idea de construir una Iglesia "pobre y para los pobres", tal como lo pide el Papa Francisco, y que en el continente encuentra a uno de sus mejores exponentes en Monseñor Romero. "Él (Romero) se conmovió y se convirtió también en contacto con el pobre, (y) ahora poderle celebrar esta asamblea con esa dimensión (a favor de los pobres) tiene un significado muy especial", asegura el obispo católico colombiano. Lo que afirman los Obispos Latinoamericanos está en la tradición de la fe e iglesia universal y latinoamericana con las Conferencias Episcopales de Medellín, Puebla… hasta llegar a Aparecida.
Con sus testimonios y santidad como el propio Mons. Romero, H. Camara, L. Proaño, los jesuitas mártires como Ll. Espinal, R. Grande, I. Ellacuría y sus compañeros de la UCA, etc. Mons. Escobar Alas, actual Arzobispo de San Salvador, ha publicado una muy importante II Carta Pastoral, “Ustedes darán también testimonio, porque han estado conmigo desde el principio”, en la que expone muy bien toda esta realidad de los mártires. Como son los de la iglesia del Salvador con Mons. Romero, los ya citados jesuitas R. Grande, Ellacuría, Martin-Baró y el resto de sus compañeros mártires de la UCA. Y es que la iglesia pobre con los pobres es la iglesia del Dios revelado en Jesús, como vamos a ver a continuación con una serie de apuntes de la fe, de la iglesia y la teología.
La Sagrada Escritura y los Evangelios
Es la iglesia del Dios y su Reino del amor fraterno, paz y justicia con los pobres que nos va salvando, nos va liberando integralmente del mal y pecado, del egoísmo con sus ídolos del poder y la riqueza-ser rico. Lo que culmina en la vida plena, eterna…Como nos transmite la Sagrada Escritura como son los Evangelios, por ejemplo, nuestra Madre María en el Magníficat (Lc 1,46-55). Como aparece en tantos y tantos textos de la Palabra de Cristo. Tales como las bienaventuranzas y malaventuranzas (Lc 6,20-23), el dicho sobre el rico (del camello y del ojo de la aguja, Mt 19,24), la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro (Lc 16, 19-31). Las llamadas y exigencias del seguimiento de Jesús como es la del joven rico (Mc 10, 17-27) o la parábola del juicio final (Mt 25,31-46). Estos textos son vitales para la fe, afirma el Papa Francisco.
Como se observa, solo hay que leer la Biblia y el Evangelio para saber que la riqueza es injusta (Lc 16,9), que el ser rico es incompatible con la vida de pobreza fraterna y solidaria con los pobres en el seguimiento del Jesús Pobre-Crucificado. Así fue la vida de la Sagrada Familia y de nuestro Señor Jesucristo que nació pobre (2 Cor 8,9), en una familia pobre, durante su vida no tuvo donde reclinar la cabeza (Lc 9, 58) y murió despojado, crucificado. Y así fue la existencia de la originaria comunidad cristiana, la iglesia apostólica, como aparece por ejemplo en los Hechos de los apóstoles, en los conocidos como Sumarios (Hch 2 y 4). Allí se muestran la vida de la primera iglesia con la comunión de fe, de amor, bienes y justicia con los pobres.
La Tradición de la iglesia y los Santos Padres
Así nos lo enseña la Tradición de la Iglesia. Como muestra la enseñanza social y moral de los Padres de la iglesia, por ejemplo San Juan Crisóstomo, el mensaje patrístico sobre la pobreza y riqueza. Este mensaje de la tradición de la iglesia sobre la pobreza, riqueza y propiedad se condesa en aquella famosa enseñanza de San Jerónimo que, como vamos ver, también lo expresan de forma similar los otros Padres de la iglesia: "un rico es un ladrón o heredero de ladrón” (Epístola a Hebidia, 121,1). Como nos transmite esta tradición de la iglesia, las riquezas no son solo inmorales por su origen, ser rico es fruto de la injusticia, sino porque teniendo riquezas: no compartimos por justicia con los pobres hasta quedarnos con lo vital, con lo necesario hasta dejar de ser rico. La fe e iglesia enseña no sólo que por justicia debemos repartir lo que nos sobra para devolver a los pobres lo que les pertenece, desprendernos de lo superfluo que por definición es dejar de ser rico, como vamos a ver (todavía más) por amor y solidaridad hay que compartir hasta de lo que necesitamos para vivir.
Como muestra San Basilio,“¿cuáles son, dime, los bienes que te pertenecen? ¿En qué medida forman parte esencial de tu vida? El caso de los ricos es similar al de un hombre que toma asiento en un teatro y se opone después a que entren los demás, usurpando de este modo y apropiándose lo que es de uso común Y es que los ricos consideran como propios aquellos bienes que han adquirido antes que los demás, por el único hecho de haber sido los primeros en conquistarlos Si cada cual asumiera solamente lo necesario para su sustento, dejando lo superfluo para el que se halla en la indigencia, no habría ricos ni pobres Te has convertido en explotador al apropiarte de los bienes que recibiste para administrarlos El pan que te reservas pertenece al hambriento, al desnudo, los vestidos que conservas en tus armarios, al descalzo, el calzado que se apolilla en tu casa, al menesteroso, el dinero que escondes en tus arcas Así, pues, cometes tantas injusticias, cuántos son los hombres a quienes podías haber socorrido” (PG 31 276).
En este sentido, nos transmite San Juan Crisóstomo: "¿de dónde proceden sus riquezas?, ¿de quién las han recibido? «De mis abuelos por medio de mi padre». Y bien: ¿son capaces de irse remontando así por la familia y demostrar que lo que poseen lo tienen justamente? No son capaces. El principio y raíz siempre es forzosamente la injusticia. ¿Por qué? Porque al principio Dios no hizo rico a uno y pobre a otro, ni tomó a uno y le dio grandes yacimientos de oro, privando al otro de este hallazgo. No señor. Dios puso delante de todos la misma tierra" (De las Homilías de San Juan Crisóstomo)
Los Santos y Doctores de la Iglesia
Así nos los testimonian los Santos, por ejemplo (por solo citar a algunos) San Francisco de Asís, San Ignacio de Loyola, San Vicente de Paul, Alfonso M. de Ligorio, José de Calasanz y más tarde San Juan Bosco. “Son tan grandes los pobres en la presencia divina, que principalmente para ellos fue enviado Jesucristo en la tierra… La amistad con los pobres nos hace amigos del Rey Eterno… ”(S Ignacio de Loyola, Carta a la comunidad de Padua). Afirma el Santo fundador de los jesuitas, en los Ejercicios Espirituales (EE, Meditación de las Dos Banderas), que hay que promover: la “pobreza contra riqueza; oprobrio o menosprecio contra el honor mundano; humildad contra la soberuia; y destos tres escalones induzgan a todas las otras virtudes” (EE 146). Es la realización de la experiencia espiritual, moral y social, en el seguimiento y encuentro con Jesús Pobre-Crucificado, con esta vida de pobreza fraterna que libera de estos falsos dioses de la riqueza-ser rico, del poder y la dominación. Tal como presenta S. Ignacio en las Tres Maneras de Humildad (de Amar, EE 167). Como transmite en uno de sus sueños Don Bosco, que se refiere a la obligación de practicar toda esta solidaridad y justicia con los pobres, lamentando que “a los ricos no hay nadie que se atreva a decirles la verdad”. Tal como él hacía con los ricos, por ejemplo, con los banqueros para ir promoviendo la salvación y liberación integral: "debe dar a los pobres todo lo que le sobra".
El Concilio Vaticano II, que cita a Santo Tomás con otros Doctores de la iglesia y a toda esta tradición, enseña y profundiza todo ello: «Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los hombres y pueblos. En consecuencia, los bienes creados deben llegar a todos en forma equitativa bajo la égida de la justicia y con la compañía de la candad Sean las que sean las formas de la propiedad, adaptadas a las instituciones legítimas de los pueblos según las circunstancias diversas y variables, jamás debe perderse de vista este destino universal de los bienes Por tanto, el hombre, al usarlos, no debe tener las cosas exteriores que legítimamente posee como exclusivamente suyas, sino también como comunes, en el sentido de que no le aprovechen a él solamente, sino también a los demás. Por lo demás, el derecho a poseer una parte de bienes suficiente para sí mismos y para sus familias es un derecho que a todos corresponde Es éste el sentir de los Padres y de los doctores de la Iglesia, quienes enseñaron que los hombres están obligados a ayudar a los pobres, y por cierto no sólo con los bienes superfluos. Quien se halla en situación de necesidad extrema tiene derecho a tomar de la riqueza ajena lo necesario para sí. Habiendo como hay tantos oprimidos actualmente por el hambre en el mundo, el sacro Concilio urge a todos, particulares y autoridades, a que, acordándose de aquella frase de los Padres- «Alimenta al que muere de hambre porque si no lo alimentas lo matas»-, según las propias posibilidades, comuniquen y ofrezcan realmente sus bienes, ayudando en primer lugar a los pobres, tanto individuos como pueblos, a que puedan ayudarse y desarrollarse por sí mismos" (GS 69).
En esta línea, la Iglesia condenó todo préstamo a interés, incluido el préstamo de dinero. La doctrina de los Padres, de los teólogos medievales, de los Concilios y de los Papas (recuérdese la Bula Vix pervenit de Benedicto XIV en 1745) fue tajantemente negativa y condenatoria del préstamo de dinero a interés. Basados en el axioma de la esterilidad del dinero («nummus nummum non parit»), los autores cristianos hubieron de reconocer la injusticia de todo interés deducido del simple préstamo del dinero. Para ellos, el dinero tenía exclusivamente un valor de intercambio. Es la "usura devoradora", según la expresión de León XIII (RN1), auténtico azote del mundo moderno».
Terminamos este apartado con este memorable texto del Doctor Angélico: "Cristo eligió padres pobres, pero perfectos en la virtud; llevó una vida pobre, para que nadie se gloríe solamente de la nobleza del linaje o de las riquezas de la familia; llevó una vida pobre, para enseñarnos a despreciar las riquezas; vivió privado de dignidades, para apartar al hombre de un apetito desordenado de honores; soportó trabajos, hambre, sed y sufrimientos corporales de forma que los hombres no se retrajeran del bien de la virtud por dedicarse a los placeres y delicias a causa de la dureza de esta vida… Si Cristo hubiese vivido en el mundo como rico, poderoso y revestido de alguna gran dignidad, se podría haber pensado que su doctrina y sus milagros fuesen aceptados por la fuerza del favor de los hombres y por un poder humano; por lo tanto, para que constase con evidencia que eran obra de la fuerza de Dios, escogió todo lo ínfimo y despreciado del mundo: madre pobre, vida indigente, discípulos y mensajeros incultos y el ser rechazado y condenado, incluso a muerte, por los magnates del mundo, para que así manifiestamente constase que la aceptación de su doctrina y milagros no fue debida a un poder humano, sino divino” (De los Opúsculos teológicos de santo Tomás de Aquino).
El Magisterio y Doctrina Social de la Iglesia (DSI)
Siguiendo y actualizando toda esta tradición bíblica y eclesial, llegamos al magisterio y DSI con los Papas que siguen actualizando todo esta enseñanza. León XIII con la RN, con testigos de la época como el obispo Kettler o F. Ozanam, y Pío XI en la QA. Juan XXIII, además de la MM o PT, por ejemplo en su célebre Radiomensaje del 11 de septiembre de 1962, el Vaticano II (LG 8 o GS 1) y Pablo VI con la EN o PP. Juan Pablo II en LE, SRS y CA, Benedicto XVI con DC y CV y el Papa Francisco en EG y LS.
De esta forma, nos enseña San Juan Pablo II que "hay que seguir preguntándose sobre el sujeto del trabajo y las condiciones en las que vive. Para realizar la justicia social en las diversas partes del mundo, en los distintos Países, y en las relaciones entre ellos, son siempre necesarios nuevos movimientos de solidaridad de los hombres del trabajo y de solidaridad con los hombres del trabajo. Esta solidaridad debe estar siempre presente allí donde lo requiere la degradación social del sujeto del trabajo, la explotación de los trabajadores, y las crecientes zonas de miseria e incluso de hambre. La Iglesia está vivamente comprometida en esta causa, porque la considera como su misión, su servicio, como verificación de su fidelidad a Cristo, para poder ser verdaderamente la «Iglesia de los pobres». Y los «pobres» se encuentran bajo diversas formas; aparecen en diversos lugares y en diversos momentos; aparecen en muchos casos come resultado de la violación de la dignidad del trabajo humano: bien sea porque se limitan las posibilidades del trabajo -es decir por la plaga del desempleo-, bien porque se deprecian el trabajo y los derechos que fluyen del mismo, especialmente el derecho al justo salario, a la seguridad de la persona del trabajador y de su familia" (LE 8).
Como ya apuntamos, tanto el Vaticano II (GS 69) como Juan Pablo II (SRS 31) nos enseñan que la vida ética y de fe en la solidaridad fraterna es el compartir no solo de lo que nos sobra, sino hasta de lo que necesitamos para vivir. En el capítulo IV de la EG, citando a los Papas como Juan Pablo II (SRS) y al Papa Benedicto XVI, Francisco nos muestra como inspirada en Dios, “la Iglesia hizo una opción por los pobres entendida como una «forma especial de primacía en el ejercicio de la caridad cristiana, de la cual da testimonio toda la tradición de la Iglesia» (SRS 42). Esta opción —enseñaba Benedicto XVI— «está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza». Por eso quiero una Iglesia pobre para los pobres” (EG 198). “Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres” (EG 187). Los Obispos españoles nos enseñan muy bien todo lo anterior en sus imprescindibles documentos “La iglesia y los Pobres” y el reciente “Iglesia, servidora de los Pobres”.
Toda esta enseñanza es viva y actual en nuestro mundo dominado por un sistema e ideología que, como no se cansa de criticar y denunciar el Papa Francisco, es gobernado por “el dinero ¿Cómo gobierna? Con el látigo del miedo, de la inequidad, de la violencia económica, social, cultural y militar que engendra más y más violencia en una espiral descendente que parece no acabar jamás. ¡Cuánto dolor y cuánto miedo! Hay -lo dije hace poco-, hay un terrorismo de base que emana del control global del dinero sobre la tierra y atenta contra la humanidad entera. De ese terrorismo básico se alimentan los terrorismos derivados como el narcoterrorismo, el terrorismo de estado y lo que erróneamente algunos llaman terrorismo étnico o religioso, pero ningún pueblo, ninguna religión es terrorista. Es cierto, hay pequeños grupos fundamentalistas en todos lados. Pero el terrorismo empieza cuando «has desechado la maravilla de la creación, el hombre y la mujer, y has puesto allí el dinero». Ese sistema es terrorista.
Hace casi cien años, Pío XI preveía el crecimiento de una dictadura económica mundial que él llamó «imperialismo internacional del dinero». (QA 109). ¡Estoy hablando del año 1931! El aula en la que estamos ahora se llama “Paolo VI”, y fue Pablo VI quien denunció hace casi cincuenta años la «nueva forma abusiva de dictadura económica en el campo social, cultural e incluso político» (OA 44). Son palabras duras pero justas de mis antecesores que avizoraron el futuro. La Iglesia y los profetas dijeron, hace milenios, lo que tanto escandaliza que repita el Papa en este tiempo cuando todo aquello alcanza expresiones inéditas. Toda la doctrina social de la Iglesia y el magisterio de mis antecesores se rebelan contra el ídolo-dinero que reina en lugar de servir, tiraniza y aterroriza a la humanidad” (Discurso del Papa Francisco a los Movimientos populares, 5-Sept-2016).
La filosofía y teología contemporánea
La filosofía y teología contemporánea nos muestra esta pobreza solidaria en la opción por los pobres con su protagonismo, promoción y liberación integral. En contra de los ídolos del capital que está subordinado al trabajo, a la dignidad del trabajador y de la persona con una economía al servicio de sus necesidades. Frente a la idolatría de la riqueza-ser rico, a la que debe oponerse la pobreza solidaria en la comunión de vida, de bienes y lucha por la justicia con los pobres de la tierra. Tal como nos enseña la filosofía y el pensamiento social católico como es el personalismo con autores y testimonios como Mounier, Rovirosa o Milani que ha sido reconocido últimamente por el Papa Francisco; o autoras y testigos de raíz cristiana o católica como E. Stein, S. Weil o D. Day.
Esta iglesia pobre en fraternidad solidaria y justicia con los pobres ha sido transmitida por los maestros de la teología que tanto aportaron al Concilio Vaticano II. Como Chenu, Congar, Rahner o Häring que son reconocidos en la Iglesia y por los Papas como Francisco. Y por los movimientos apostólicos obreros de la iglesia con los testimonios de Cardijn y su JOC, o los testigos E. Merino, el mismo Rovirosa, Malagón, J. Gómez del Castillo y la HOAC en España que son auténticos precursores en nuestra época de este amor a Cristo pobre y obrero, a la iglesia pobre y a la pobres. Con una espiritualidad de encarnación en las periferias con los obreros, trabajadores y pobres como sujetos protagonistas de su promoción liberadora e integral en la lucha por la justicia frente a estos ídolos del capital, del poder y de la riqueza-ser rico.
Lo que ha sido continuado y profundizado con la teología latinoamericana y autores como L. Gera, R. Tello y el jesuita J. C. Scannone, formador del Papa Francisco, que han dejado su huella clara en el magisterio del Papa argentino. Son los representantes de la teología argentina, una de las corrientes de la denominada teología de la liberación (TL). Y que muestra lo más valioso del pensamiento iberoamericano, que se ha desarrollado en la época contemporánea. Con autores tan significativos, juntos a los argentinos ya mencionados, como P. Freire, G. Gutiérrez o los jesuitas I. Ellacuría e I. Martín-Baró, dos de los conocidos mártires de la UCA.
La TL, queremos aclarar, no ha sido condenada por la iglesia. Sino matizada y precisada con la valoración de todo lo bueno y verdadero que nos ha transmitido dicha TL con sus comunidades eclesiales de base, en donde surgió. Tal como nos muestran los Obispos Españoles, "en este sentido, la teología de la liberación ha sido en la Iglesia del post-concilio un grito profético en favor de la liberación de tantos oprimidos por el peso de las estructuras políticas, culturales, sociales y económicas. El Papa ha invitado a realizar un discernimiento de dicha teología para mejorarla, potenciando sus valores y corrigiendo sus posibles defectos, que pueden darse y se dan como en toda obra humana" (IP, 143).
Como nos transmiten los Papas Pablo VI (EN 58) y Juan Pablo II, las "comunidades eclesiales de base son fuerza evangelizadora y dan una gran esperanza para la vida de la Iglesia" (RM 51). En este sentido, el actual Prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe, G. L. Müller ha publicado junto con su íntimo amigo G. Gutiérrez, considerado el padre de la TL, dos obras que recomendamos vivamente: “Del lado de los pobres. Teología de la Liberación”; e “Iglesia pobre para los pobres. La misión liberadora de la Iglesia”, con prólogo-presentación del mismo Papa Francisco. En ellas, G. L. Müller nos muestra todo lo bueno y verdadero que nos ha legado la TL. Como afirma San Juan Pablo II, "estamos convencidos nosotros y ustedes de que la Teología de la Liberación es no sólo oportuna sino útil y necesaria" (Carta a la Conferencia Episcopal de Brasil), lo que repetirá en su encíclica CA (n. 26).
Tal como nos enseña la CDF con Ratzinger-Benedicto XVI al frente, continuando esta misión Cristo, la misión de la iglesia se realiza en el amor preferencial por los pobres. “Los oprimidos por la miseria tienen un amor de preferencia por parte de la Iglesia que, desde los orígenes, y a pesar de los fallos de muchos de sus miembros, no ha cesado de trabajar para aliviarlos, defenderlos y liberarlos…; mediante su Doctrina Social, cuya aplicación urge, la Iglesia ha tratado de promover cambios estructurales en la sociedad con el fin de lograr condiciones de vida dignas de la persona humana” (LC 68).