Derechos humanos y modernidad desde el humanismo cristiano e ignaciano

Este artículo, tiene su origen en el reciente viaje académico y de amistad que hemos realizado por México, impartiendo diversas conferencias e intervenciones que hemos tenido en distintas Universidades u otras instituciones. Entre ellas, en la Facultad de Filosofía de la Universidad Autónoma de Querétaro, en su “Seminario permanente de estudios cruzados sobre la modernidad”, y en la Maestría de derechos humanos de la Universidad de San Luis Potosí. En donde la espiritualidad y cosmovisión cristiana e ignaciana ha estado de fondo en las claves que hemos expuestos en dichas intervenciones, que vamos a tratar de presentar a continuación.

Empezaremos anotando que, muchas veces, se comienza estudiando la modernidad en el periodo de la conocida como ilustración con los acontecimientos de las revoluciones, la francesa o americana, la enciclopedia, el idealismo alemán, etc. Más, en ocasiones, no se da tanto relieve a los más auténticos inicios de lo que nosotros hemos llamado la modernidad perdida: el humanismo renacentista, el sigo de oro español con los maestros espirituales como San Ignacio de Loyola; o la escuela de Salamanca con el jesuita Francisco Suárez y los misioneros evangelizadores. Tales como los dominicos A. de Montesinos o Bartolomé de las Casas, los franciscanos y los mismos jesuitas que defendieron las poblaciones nativas e indígenas de las Américas.

Todo este humanismo renacentista, ignaciano, cristiano-católico e integral nos ha dejado todo un legado cultural, de pensamiento y ética solidaria que nos transmite, actualiza y profundiza lo más valioso de la modernidad e historia de la cultura. En Ignacio de Loyola, junto a dichos maestros de la escuela de Salamanca y misioneros evangelizadores como Montesinos o las Casas, tenemos un caudal profundo, valioso e imprescindible de la historia del pensamiento y de la cultura, de la solidaridad y la justicia. Todo lo cual, como se ha estudiado, constituye los gérmenes y semillas de los denominados derechos humanos.

Dicho humanismo cristiano, ignaciano e integral nos muestra una antropología global que abarca e incluye todas las dimensiones del ser humano. Como son la razón y la emoción, el pensamiento y el sentimiento con el afecto, el alma y el cuerpo, la contemplación y la acción, la espiritualidad y la moral, la mística y la ética-política, la fe y la justicia, el don del amor y la militancia por la transformación del mundo. Es una espiritualidad y antropología que realiza una ética de la libertad frente a toda esclavitud, dominación y patología. Antes, de forma pionera y más profunda, que los conocidos como los “maestros de la sospecha” (Marx, Nietzsche y Freud), San Ignacio y el humanismo cristiano con las Casas promueven el discernimiento crítico-ético y liberador de todas las deshumanizaciones o patologías y alienaciones económicas, culturales y psico-afectivas.

De esta forma, se ponen las bases para las sucesivas generaciones de los derechos humanos que se irán luchando y logrando en la realidad humana, social e histórica. Los derechos civiles y políticos asociados al valor de la libertad que cimentan la participación (autogestión) democrática, la democracia real en donde las personas y los pueblos son los sujetos, protagonistas y gestores de la vida pública, social y política. En contra de toda dictadura, conquista o totalitarismo de los poderes políticos como los estados, naciones o partidos que se imponen sobre la libertad y emancipación de los pueblos. Los derechos sociales y económicos que realizan el valor de la justicia (social), para promover la vida digna de las personas con las condiciones materiales, humanas e históricas que posibilitan el bien común y el desarrollo liberador e integral de los pueblos; frente a toda desigualdad e injusticia social-global que perpetran los totalitarismos e imperialismos de los poderes económicos con las empresas, mercados y el capital convertidos en ídolos que sacrifican la vida de los pueblos y de los pobres.

Todo este humanismo cristiano e ignaciano ha sido muy bien actualizado en la época contemporánea, por ejemplo, con corrientes de pensamiento como el personalismo y el latinoamericano. Con autores como T. de Chardin, Rahner, Mounier, Rovirosa, Ellacuría, Martín-Baró y los jesuitas mártires de la UCA. En donde se pone como clave la centralidad, vida y dignidad de la persona por encima del estado o del mercado, de todo sistema político y económico idolátrico que quiera dominar u oprimir a los seres humanos, a los pueblos y a los pobres. Como se encuentra en la entraña de dicho humanismo, esta libertad y autonomía de la persona se realiza en el amor, servicio y bien más universal con la responsabilidad ética por la justicia con los otros, con los pueblos y pobres. En oposición al individualismo egolátrico, burgués, posesivo e insolidario con sus ídolos del interés individual, propiedad, capital y riqueza-ser rico.

La libertad, autonomía y participación (co-gestión) democrática se fecunda y realiza en el compromiso solidario por el bien común y la justicia liberadora con los pobres. Antepone la civilización del amor y del trabajo a la del capital. En la promoción de una economía que sirva a las necesidades y desarrollo liberador e integral de los pueblos, de los pobres y de los trabajadores con su dignidad y derechos como es un salario justo. Todo lo anterior, se funda en la existencia de la santidad con la fraternidad que promueve la civilización de la pobreza. Esto es, el compartir y solidaridad de vida, de bienes y luchas por la justicia con los pobres que nos libera de la idolatría de la riqueza-ser rico, del poseer y tener para que no se imponga sobre el ser persona solidaria.

Se van realizando así los valores del bien común y la subsidiariedad en la política con la democracia real, autogestionaria y ética para que se vayan logrando las condiciones humanas, sociales e históricas que aseguren los derechos humamos. Tales como la educación, salud, vivienda, alimentación, agua, infraestructuras y equipamientos como transportes y energías sostenibles. La solidaridad en el desarrollo humano, ecológico e integral de toda la persona y de todas las personas, en la liberación integral de todos los pueblos y de esa casa común que es el planeta. Con una banca ética, un sistema financiero moral frente a la usura y especulación bancaria-financiera, un comercio justo, un sistema comercial con equidad para las relaciones de intercambio en los productos, bienes y servicios.

El destino universal de los bienes en la economía, la justa distribución de los recursos, que está por encima de la propiedad. El derecho a la propiedad sólo es legítimo y ético cuando cumple con la socialización de los recursos y de la empresa, en este destino común de los bienes para toda la humanidad. La socialización de los medios de producción y de la empresa con su organización, gestión y propiedad por parte de todos los trabajadores para una economía social, cooperativa y democrática. Todo lo anterior, en la actualidad, nos lo muestra la fe e iglesia con su misión, espiritualidad, moral, doctrina social y los Papas como Francisco que promueven toda esta civilización del amor, la paz, justicia y ecología integral. Como iglesia de Jesús, misionera y en salida hacia las periferias, iglesia pobre en la liberación integral con los pobres de la tierra que acoge y transmite el Don (Gracia) de la vida feliz, digna, plena y eterna.
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