Con Francisco y su moral liberadora ante el rigorismo e integrismo

Las descalificaciones sesgadas y ataques injustos sobre el Papa Francisco se repiten, de forma constante y sistemática, por parte del rigorismo e integrismo que desconoce o no comprende y tergiversa la enseñanza del Papa. Siempre tratamos de comprender y valorar al otro, sus razones y motivos, en este caso a dichos sectores rigoristas e integristas. Según manifiestan ellos mismos, quieren ser fieles a la tradición y magisterio de la iglesia, a las verdades de fe y morales, luchar contra las deformaciones de la fe y de la vida moral, etc. Ciertamente todo ello es verdadero y esencial en la vida católica. Pero, como suele suceder con los integrismos, dichos aspectos ciertos y valiosos llevados al extremos de forma unilateral y parcial, sin tomar en cuenta una valoración global de la fe y misión, desembocan en dicho rigorismo e integrismo.

El Papa Francisco nos muestra una fe y moral humanizadora, crítica, espiritual, mística, liberadora e integral que el rigorismo e integrismo no puede asumir desde su mentalidad estática, cerrada y unilateral que no capta el sentido global de lo real. La iglesia y los Papas como Francisco nos han alertado y rechazado este rigorismo e integrismo. Como, por ejemplo, han sido el jansenismo o el lefebvrismo que, entre otras cuestiones, ha negado el Concilio Vaticano II y a los Papas como San Juan XXIII, al igual que hacen hoy con Francisco. Es paradigmático de este rigorismo e integrismo el no reconocer lo bueno, verdadero y bello del otro. Acentuar y exacerbar de forma sesgada eso negativo y malo del otro, el ataque y condena total al otro sin más matices ni consideraciones. Como hacen, por citar otros ejemplos, con la modernidad o cultura moderna, con corrientes de filosofía y pensamiento o autores que son condenados en bloque y totalmente, sin valorar ni rescatar lo verdadero y bueno que nos han trasmitido.

Toda esta tarea de diálogo y encuentro con el mundo moderno o contemporáneo, con sus corrientes de pensamiento y culturales tal como hizo el Vaticano II, es impugnada de forma total por este rigorismo e integrismo que, por eso mismo, rechaza al Concilio. En este sentido, con más ejemplos, niegan el diálogo y encuentro ecuménico, inter-religioso e intercultural o con los movimientos sociales e históricos como el obrero y los populares del Sur empobrecidos que son, al menos, desconocidos e ignorados. El problema de fondo del integrismo es que pone esta mentalidad estática y cerrada, las ideologías e ideologización de la realidad, por encima de la fe y de la enseñanza global de la moral e iglesia. De esta forma, convierten la defensa de la moral, de la vida y familia en una ideología e ideologización que les lleva a despreocuparse o legitimar, al mismo tiempo, otros males e injusticias sociales-globales. Como son el hambre y la pobreza, la precariedad (explotación) laboral, el trabajo basura e indecente y el paro, la pena de muerte, las guerras, armas e industria militar, las violencias y destrucción ecológica.

Es la parcialización e ideologización de la fe y la moral que cae en la moralina burguesa e individualista, obsesionada por las cuestiones personales como la familia o la sexualidad. Sin enmarcarlas y responsabilizarse por las otras cuestiones sociales y éticas, que o bien no les preocupan o quieren justificar dichas injusticias sociales. Para ser una moral coherente, hay que defender la vida en todas sus fases, dimensiones y aspectos, desde el inicio con la concepción-fecundación, durante toda la existencia humana con el bien común, la dignidad y derechos de las personas hasta el final de la misma.

Son las patologías de una fe y moral que, de forma rigorista e integrista, impone ciertas normas y leyes mal comprendidas por encima del bien y amor hacia los otros, anteponiéndolas a la vida y dignidad de la persona. La mentalidad legalista y farisea que, por una supuesta defensa de la moral y del bien, se despreocupa y legitima las desigualdades sociales, injusticias mundiales y opresiones sobre las personas, los pueblos y los pobres. No asumen y rechazan (tienen auténtica alergia a) la opción por los pobres. Ya que no quieren cuestionar las causas de estas desigualdades e injusticias que generan el hambre y la pobreza. Con su mentalidad asistencialista y paternalista, que no pasa más allá de la beneficencia humillante, no comprenden y niegan el que los pobres y los trabajadores u obreros son los sujetos protagonistas de la misión, del desarrollo y su liberación integral.

En el fondo, quieren adorar a los ídolos de la egolatría e individualismo como son la riqueza-ser rico y el poder que causan esta desigualdad e injusticia; estas idolatrías de las que nos liberan la opción por los pobres que es la opción fraterna y solidaria en la lucha por la paz, la justicia y la ecología integral con los pobres como sujetos de su promoción liberadora e integral. La iglesia pobre con los pobres que nos libera de todos estos ídolos del tener, de la propiedad, del capital y de la riqueza-ser rico que se oponen a la santidad en el amor fraterno con la comunión de vida, de bienes y de lucha por la justicia con los pobres.

Esta mentalidad burguesa, legalista y farisea no asume la encarnación de Dios y de la fe en la vida, mundo y realidad de las personas que contempla los signos de los tiempos, que actualiza y profundiza la Revelación de Dios con su Palabra en la historia. Por eso, caen en la ceguera de no ver los problemas más auténticos de la humanidad, los ataques indiscriminados e injustos a la vida y dignidad de las personas. Como son las guerras o la pena de muerte que, en la actualidad, no tienen de razón de ser y se convierten en mal e injusticia contra la vida de las personas, de los pueblos y de los pobres. Dicha mentalidad con su rigorismo e integrismo no capta que el amor, la misericordia y la vida digna de las personas están por encima de toda norma o ley. Y es que el sentido profundo de toda norma o ley, tal como lo quiere Dios, son los ideales, valores y principios inspiradores de la moral como son la caridad, la compasión, la vida-dignidad de las personas y el bien común.

El rigorismo e integrismo cae en el pelagianismo ya que, en realidad, no confía en la Gracia que perdona, salva y libera a las personas. Cierran las puertas de la Gracia salvadora a los demás con su falta de misericordia y acogida fraterna, a la que anteponen su voluntarismo y nomismo moral. Se sepultan así en el relativismo e individualismo porque minusvaloran los principios esenciales de la fe y moral. Como son la caridad misericordiosa, la vida digna, el perdón, la paz y el bien común que es lo primero, por encima de toma norma o ley que solo es verdadera si respeta todo este amor fraterno, vida, dignidad y bien común de la humanidad.

De ahí que, en este dinamismo histórico de la Revelación con su actualización y profundización de la Palabra del Evangelio en la realidad, comprendamos la sensibilidad social, ecológica y por la vida. La cual rechaza los males de la pena de muerte, de las guerras e injusticias socio-ambientales por ser innecesarias y contrarias a la vida digna. Este moralismo y rigorismo en la práctica niega por tanto dichos principios firmes del amor misericordioso, de la vida y del bien común que son los que orientan la moral con sus normas y leyes, que son lo principal en esta jerarquía de verdades morales.

La moral auténtica se realiza en la caridad y misericordia que acoge e incluye al otro con su vida, circunstancias y condicionamientos, con los límites y fragilidad de lo humano. Respeta la ley de la gradualidad y dinamismo de lo humano en su vida moral y de santidad. Y distingue entre los principios firmes y la verdad objetiva moral, que evidentemente siempre hay que afirmar, de la subjetividad y culpabilidad (responsabilidad) moral personal. En la que dichas circunstancias, contextos y límites de los seres humamos disminuyen o atenúan dicha responsabilidad moral personal. Lo que hace que la Gracia de Dios pueda seguir sanando, liberando y avanzando en la existencia de las personas y de las familias con la colaboración de la fe e iglesia y su espiritualidad, sacramentos, etc.

La fe e iglesia con los Papas como Francisco verdaderamente proponen estos ideales, valores y principios firmes u objetivos a las personas o a los matrimonios con sus familias. El amor fiel y permanente de un hombre con una mujer abierto a la vida e hijos, a la solidaridad y compromiso por la justicia con los pobres. Más comprende, acoge, sana e incluye a toda persona que quiera vivir la conversión y la fe con las comunidades, sacramentos y comunión eclesial. Frente a la vida burguesa e individualista, propone una vida católica, laical y matrimonial-familiar al servicio de la misión, de la fraternidad solidaria y de la lucha por la justicia con los pobres, con las familias empobrecidas u obreras y pueblos oprimidos. Es una vida laical y familia madura, seria, profética y militante. Llamada a la vocación universal a la santidad en la caridad personal y política con la pobreza solidaria que comparte la vida, los bienes y las luchas por la justicia con los pobres; frente a la vida y familia burguesa, individualista, materialista y burguesa.

Toda esta vida moral y social madura, coherente y profética antepone la fe y la ética a las ideologías perversas y sistemas injustos. Como son el neoliberalismo con el capitalismo que es el que domina en el mundo, o esa mala respuesta que fue el comunismo colectivista o colectivismo que es, en realidad, un capitalismo de estado. Y rechaza los confesionalismos e integrismos políticos, tipo nacionalcatolicismo, que no distinguen entre las esferas de la fe e iglesia y los estados o gobiernos e ideologías; que no respetan esta adecuada laicidad y sana autonomía de las realidades o ciencias. No se puede confundir la fe e iglesia con ninguno estado u organización civil-política y, menos aún, con aquellas que no propician la vida digna y derechos de las personas. Tal como son los distintos fascismos y totalitarismos como el capitalismo, el colectivismo, el nacionalcatolicismo, etc. Quien lea y estudie de forma profunda la Palabra de Dios, en especial el Nuevo Testamento, la tradición y magisterio de la iglesia con los Papas como Francisco, verá que nos transmiten todo lo dicho hasta aquí. Con una moral con sabor al Evangelio de Jesús, humanizadora y liberadora.
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