La I Jornada Mundial de los pobres y la teología de la pobreza

El Papa Francisco ha instaurado en la iglesia la "I Jornada Mundial de los pobres", que se celebrará el 19 de de Noviembre del 2017. En su primer mensaje para dicha jornada, el Papa nos presenta toda una auténtica teología de los pobres y de la pobreza, una espiritualidad y enseñanza sobre dichas realidades, que es esencial para comprender y vivir la fe. Desgraciadamente, como muchas veces nos han mostrado los Papas como Francisco, todavía en la fe e iglesia o en la sociedad-mundo no se tienen claras y asumidas, en palabras de Francisco, esta esencial e imprescindible “opción fundamental por los pobres” (n. 5). Debido a que nos dejamos dominar por “la mentalidad mundana” (n. 3). El Papa nos muestra la realidad teologal de los pobres y de la pobreza ya que Dios, como se ha revelado en Jesucristo, es el Dios del amor, de la misericordia y de la justicia con los pobres. El mismo Dios, encarnado en Cristo, se ha hecho pobre en caridad-amor fraterno con los pobres y nos llama a todos sus seguidores, a la iglesia con todos sus miembros, a vivir esta pobreza evangélica.

Como subraya el Papa en su mensaje, “no olvidemos que para los discípulos de Cristo, la pobreza es ante todo vocación para seguir a Jesús pobre. Es un caminar detrás de él y con él, un camino que lleva a la felicidad del reino de los cielos (cf. Mt 5,3; Lc 6,20). La pobreza significa un corazón humilde que sabe aceptar la propia condición de criatura limitada y pecadora para superar la tentación de omnipotencia, que nos engaña haciendo que nos creamos inmortales. La pobreza es una actitud del corazón que nos impide considerar el dinero, la carrera, el lujo como objetivo de vida y condición para la felicidad. Es la pobreza, más bien, la que crea las condiciones para que nos hagamos cargo libremente de nuestras responsabilidades personales y sociales, a pesar de nuestras limitaciones, confiando en la cercanía de Dios y sostenidos por su gracia. La pobreza, así entendida, es la medida que permite valorar el uso adecuado de los bienes materiales, y también vivir los vínculos y los afectos de modo generoso y desprendido (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 25-45). Sigamos, pues, el ejemplo de San Francisco, testigo de la auténtica pobreza. Él, precisamente porque mantuvo los ojos fijos en Cristo, fue capaz de reconocerlo y servirlo en los pobres. Si deseamos ofrecer nuestra aportación efectiva al cambio de la historia, generando un desarrollo real, es necesario que escuchemos el grito de los pobres y nos comprometamos a sacarlos de su situación de marginación. Al mismo tiempo, a los pobres que viven en nuestras ciudades y en nuestras comunidades les recuerdo que no pierdan el sentido de la pobreza evangélica que llevan impresa en su vida” (n. 4).

Esta es la clave y el corazón de la opción por los pobres como iglesia pobre que, como nos recuerda el Papa, muchas veces en la fe e iglesia y en el mundo no se ha terminado de asumir (cf. n. 3). Frente a todo paternalismo y asistencialismo, como nos muestra la historia de la iglesia con sus santos como Francisco de Asís, el amor y la auténtica caridad como Don (Gracias de Dios), entraña de la fe (cf. n.1), se realiza en esta vida de pobreza evangélica, fraterna y solidaria. Esto es, como nos transmite la tradición e iglesia apostólica que es norma para la fe (Hch 2, 45), la comunión de vida, de bienes y de servicio a la justicia con los pobres de la tierra; frente a los ídolos del poder y de la riqueza-ricos que explotan, empobrecen y oprimen a los pobres (St 2,5-6.14-17; cf. n. 2). En contra de esa caridad deformada por el asistencialismo paternalista, el Papa Francisco nos muestra esta vida de comunión, fraternidad y pobreza solidaria por la causa de la justicia con los pobres como sujetos protagonistas de su desarrollo y promoción liberadora e integral. Aquí está la clave ya que el Papa nos indica claramente las raíces y causas de la pobreza: el egoísmo con sus ídolos del poder y la riqueza-ser rico, del tener y poseer como idolatrías que produce la acumulación de los bienes, cada vez más, en menos manos. Lo que causa la desigualdad e injusticia creciente de la pobreza con esta falta de equidad en la distribución de los recursos, con un trabajo basura e indecente e injusticias sociales-globales que son el real y principal factor que genera la pobreza.

El Papa Francisco afirma que “la pobreza tiene el rostro de mujeres, hombres y niños explotados por viles intereses, pisoteados por la lógica perversa del poder y el dinero. Qué lista inacabable y cruel nos resulta cuando consideramos la pobreza como fruto de la injusticia social, la miseria moral, la codicia de unos pocos y la indiferencia generalizada. Hoy en día, desafortunadamente, mientras emerge cada vez más la riqueza descarada que se acumula en las manos de unos pocos privilegiados, con frecuencia acompañada de la ilegalidad y la explotación ofensiva de la dignidad humana, escandaliza la propagación de la pobreza en grandes sectores de la sociedad entera. Ante este escenario, no se puede permanecer inactivos, ni tampoco resignados. A la pobreza que inhibe el espíritu de iniciativa de muchos jóvenes, impidiéndoles encontrar un trabajo; a la pobreza que adormece el sentido de responsabilidad e induce a preferir la delegación y la búsqueda de favoritismos; a la pobreza que envenena las fuentes de la participación y reduce los espacios de la profesionalidad, humillando de este modo el mérito de quien trabaja y produce; a todo esto se debe responder con una nueva visión de la vida y de la sociedad” (n. 5).

Como nos enseñan las ciencias-estudios sociales y la propia doctrina social de la iglesia, existen una relaciones humanas y estructuras sociales de pecado. Unos sistemas políticos y económicos injustos, unos mecanismos comerciales y financieros perversos que cada vez más producen este obsceno abismo de desigualdad e injusticia entre ricos, cada vez menos y más enriquecidos, a costa de que los pobres estén de forma más extensa e intensa con mayor empobrecimiento. Y frente a lo anterior, si de verdad se quiere erradicar el pecado y las lacras de la pobreza o del hambre, en el seguimiento de Jesús el camino es la vida ética, espiritual y de fe que se realiza por el amor-caridad. Con la pobreza fraterna en solidaridad, paz y lucha por la justicia con los pobres de la tierra en los que, como en la Eucaristía, está presente Jesús Pobre-Crucificado (cf. n. 3). Es el camino de los santos que, como San Francisco de Asís o San Antonio de Padua (cuya memoria coincide con este mensaje), han vivido este ser iglesia pobre en fraternidad solidaria, paz y justicia liberadora con los pobres. En la liberación integral del mal, del egoísmo y pecado del poder y de la riqueza-ser rico que, como falsos dioses, devoran los bienes y existencia de los pobres, sacrifican la vida de las personas y pueblos en el altar del beneficio, del mercado y del capital.

Esta vida de santidad es la que nos va dando la auténtica felicidad y vida plena-eterna con la comunión del amor fraterno, de bienes y del compromiso por la justicia con los pobres; nos va liberando del vacío y del no-ser persona que es negada por el tener, el poseer y la codicia. Así ha sido la experiencia de todos estos santos y testimonios de la fe. En palabras de San Juan de la Cruz, “para venir a poseerlo todo, no quieras poseer algo en nada. Para venir a serlo todo, no quieras ser algo en nada”. Como ha afirmado Carlos de Foucauld, “no sé si habrá alguien que pueda contemplarte en el pesebre y seguir siendo rico: yo no puedo”. Es la vida en “pobreza contra riqueza; oprobrio o menosprecio contra el honor mundano; humildad contra la soberuia; y destos tres escalones induzgan a todas las otras virtudes…Por imitar y parecer más actualmente a Cristo nuestro Señor, quiero y elijo más pobreza con Cristo pobre que riqueza, oprobrios con Cristo lleno dellos que honores, y desear más de ser estimado por vano y loco por Cristo que primero fue tenido por tal, que por sabio ni prudente en este mundo” (San Ignacio de Loyola, EE 146, 167).
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