Mons. Romero, Francisco y la iglesia profética-mártir latinoamericana
Hemos terminado la semana de reflexión en torno al Beato Mons. Romero, “Profeta y Mártir por la Vida”, tal como se denominaba el título de dicha semana, con motivo de las visitas de las reliquias del Arzobispo Salvadoreño a la Diócesis de Cuenca-Ecuador. En dicha semana, nos ha estado acompañando el recién nombrado por el Papa Francisco Cardenal G. Rosa Chávez, íntimo amigo de Mons. Romero, además de otros ponentes como Anastasio Gallego, profundo conocedor de la teología e iglesia latinoamericana. A partir de lo que nos transmitió el Cardenal y los otros ponentes o actividades que realizamos, vamos a exponer una síntesis y profundización de esta semana de reflexión en torno al mártir y beato salvadoreño.
Primeramente, es importante reseñar la sintonía e incluso relación personal entre estos testigos de fe e iglesia salvadoreña, ecuatoriana y latinoamericana. Tal como son Mons. L. Proaño, R. Grande, Mons. Luna Tobar o el Cardenal Pironio con el propio Mons. Romero que además tanto bebió del Beato Pablo VI u otros como Mons. H. Cámara, Mons. Méndez Arceo, Mons. S. Ruiz, etc. Estos testimonios constituyen la memoria de la historia de la iglesia católica, algunos de ellos como Proaño o Cámara fueron padres conciliares en el Vaticano II, y latinoamericana con la aplicación del Concilio en Latinoamérica. Como fueron las tan significativas Conferencias del Episcopado en Medellín o Puebla. En donde, junto a otros testigos o teólogos como Ellacuría y sus compañeros jesuitas mártires de la UCA o G. Gutiérrez, se va desarrollando toda esta espiritualidad, teología y pastoral popular, profética, crítica y liberadora que es testimonio de la iglesia de Jesús y su Reino. Toda esta espiritualidad, teología y pastoral que llega hasta la Conferencia del Episcopado en Aparecida y a la sucesión del Ministerio Petrino con el Papa Francisco que tan fielmente la encarna, visibiliza y profundiza. El Papa Francisco está en honda afinidad con el legado profético y liberador del querido Mons. Romero y dichos testimonios e iglesia latinoamericana.
Con las claves esenciales de la fe como es el seguimiento de Jesús en la Gracia y Espíritu Santo que lleva al anuncio, celebración-liturgia y servicio(realización) del proyecto de Jesucristo Liberador, el Reino de Dios y su vida, amor, paz y justicia con los pobres de la tierra. Es una espiritualidad en el amor y pasión por Jesucristo, que nos revela al Dios liberador de la vida y de los pobres, por su iglesia pobre en la opción por los pobres, la pasión u opción por la fraternidad solidaria y la justicia liberadora. Los pobres como sujetos y protagonistas principales de la misión, de su promoción y liberación integral con la lucha por la paz, la justicia y sus derechos-deberes; frente a todo paternalismo y asistencialismo, en contra de todo elitismo y liderismos de “selectos”. Es la iglesia misionera, en salida hacia las periferias. Al servicio de la fe evangelizadora y liberadora que se realiza en la caridad, paz y justicia con los pobres de la tierra, en la promoción de la vida y dignidad de las personas, en la liberación integral de todo ser humano y de todos los seres humanos, pueblos y culturas.
La iglesia vive de esta mística de la comunión con Dios en Cristo, que se expresa con la oración y contemplación en la acción por el Reino de Dios y su justicia liberadora con los pobres. Una comunión en el sentir con la iglesia de la santidad, profética, mártir y pobre en comunión fraterna y solidaria de vida, de bienes y luchas por la justicia y liberación integral con los pobres de la tierra; frente a los ídolos de la riqueza-ser rico y del poder, en contra de las idolatrías de la propiedad y del capital, del estado o tronos. Una fe e iglesia que impulsa coherentemente la vida y la familia en todas sus fases, dimensiones o aspectos, desde el inicio con la concepción-fecundación, en el trascurso y al final de la existencia. Es la misión de la transmisión y realización de la fe con el Evangelio de Jesús que promueve las comunidades eclesiales locales y de base. Con un laicado co-responsable, adulto y maduro en su vocación específica de la gestión y transformación más directa e inmediata de la realidad, del mundo e historia con sus relaciones, estructuras y sistemas para que se vayan conformando al Reino de Dios y su justicia. La promoción humana y el desarrollo liberador e integral con la defensa de la vida, dignidad y derechos humanos. Los derechos políticos con el bien común y una democracia real, sociales como es la educación y sanidad o una vivienda digna, laborales con un trabajo digno y un salario justo, económicos al servicio de las necesidades de los seres humamos y pueblos, culturales y religiosos.
Por tanto, una iglesia profética y mártir que es coherente, crítica y denuncia a todos estos ídolos e idolatrías que van en contra la vida y dignidad de las personas, que impiden los derechos y liberación integral de los pueblos; que niegan el bien común y la justicia social-global con los pobres en el destino universal de los bienes, con la equidad en el reparto justo de los recursos para toda la humanidad. Una iglesia pobre, perseguida y mártir por el Reino de Dios con su justicia liberadora con los pobres en esta denuncia y oposición profética a todos estos ídolos de la riqueza-ser rico, de la propiedad/capital y del poder que sacrifican en su altar la vida y dignidad de las personas, de los pueblos y de los pobres.
Es la iglesia teologal de la fe, esperanza y caridad que tiene una intrínseca dimensión social y pública. La caridad política e inteligente que busca el bien común, la justicia liberadora con los pobres y la civilización del amor, las raíces de los problemas y causas de los males e injusticias. Un amor transformador con la justicia liberadora del pecado personal, social y estructural. Esto es, la cultura de la muerte y las estructuras sociales de pecado, los sistemas políticos y económicos injustos, los mecanismos laborales, comerciales y financieros-bancarios perversos. La esperanza cristina con el Don (Gracia) de la salvación se va realizando ya en el mundo e historia, en la vida, desarrollo y liberación integral de los pueblos. Y nos lleva al servicio, compromiso social, militancia y lucha por la justicia con los pobres, por la dignidad y vida que culmina trascendentemente en los cielos nuevos y tierra nueva, en la vida plena y eterna.
Toda esta espiritualidad, misión y pastoral profética que se encarna en la vida e historia, con la pasión por la realidad humana, social e histórica supone un método de lectura creyente de la realidad, de encuesta y discernimiento en el ver-juzgar-actuar. Un ver y contemplar lo real, hacernos cargo de la realidad que está por encima de la idea. Desde la mirada universal y global del Evangelio de Jesús, ya que el todo es mayor que la parte. Desde la fe, la razón con sus mediaciones socio-analíticas, como son por ejemplo las ciencias sociales, y el amor misericordioso que posibilitan el conocimiento comprensivo, trascendente, crítico y ético de la realidad. Se hace com-pasión con los sufrimientos y esperanzas, con el dolor y la alegría, con los anhelos y el futuro esperanzado de los otros, de los pueblos y de los pobres. Un juzgar que discierne y valora esta realidad, carga con la realidad en la misericordia compasiva con los sufrimientos, injusticias y esperanzas de los pueblos y de los pobres. Escruta proféticamente los signos de los tiempos con la pasión por los pueblos crucificados a manos de los poderes de este mundo, del mal e injusticia. Va a las causas de todas estas desigualdades, males e injusticias, estos ídolos del anti-Reino y de la muerte, los conflictos sociales que impiden la unidad fraterna, las relaciones inhumanas y estructuras de pecado.
Y actúa, se encarga de la realidad. Ya que el tiempo es mayor que el espacio, con la encarnación en los procesos de luchas liberadoras de los pueblos, de los trabajadores u obreros y de los pobres como sujetos protagonistas de su liberación integral. Junto a las organizaciones y movimientos populares, ciudadanos y sociales que buscan ese otro mundo posible. Una globalización solidaria frente a la de la indiferencia, de la justicia y del trabajo decente en contra de la del capital y de la cultura del descarte. La mundialización de la paz frente a de las guerras y armas, del cuidado de esa casa común que es nuestro planeta tierra en oposición a la destrucción ecológica, del genio femenino con la dignidad y protagonismo de la mujer frente al machismo-patriarcado. En el diálogo y encuentro intercultural e inte-religioso en contra del racismo y de todo fundamentalismo e integrismo.
Es una ecología integral que escucha y asume el clamor de los pobres, de los pueblos y de la tierra con una mística de la comunión, del cuidado y de la justicia con los otros, con los pobres y con la tierra-creación. Una vida de santidad en la civilización del amor, del trabajo y de la pobreza. Para la solidaridad de vida, de bienes y luchas por la justicia con los pobres que nos va dando el sentido, la felicidad y la vida eterna. Lo que nos va salvado y liberando del sin sentido (vacío), infelicidad, esclavitud y muerte que produce el egoísmo e individualismo con sus ídolos de la riqueza-ser rico, del capital y del poder.
Primeramente, es importante reseñar la sintonía e incluso relación personal entre estos testigos de fe e iglesia salvadoreña, ecuatoriana y latinoamericana. Tal como son Mons. L. Proaño, R. Grande, Mons. Luna Tobar o el Cardenal Pironio con el propio Mons. Romero que además tanto bebió del Beato Pablo VI u otros como Mons. H. Cámara, Mons. Méndez Arceo, Mons. S. Ruiz, etc. Estos testimonios constituyen la memoria de la historia de la iglesia católica, algunos de ellos como Proaño o Cámara fueron padres conciliares en el Vaticano II, y latinoamericana con la aplicación del Concilio en Latinoamérica. Como fueron las tan significativas Conferencias del Episcopado en Medellín o Puebla. En donde, junto a otros testigos o teólogos como Ellacuría y sus compañeros jesuitas mártires de la UCA o G. Gutiérrez, se va desarrollando toda esta espiritualidad, teología y pastoral popular, profética, crítica y liberadora que es testimonio de la iglesia de Jesús y su Reino. Toda esta espiritualidad, teología y pastoral que llega hasta la Conferencia del Episcopado en Aparecida y a la sucesión del Ministerio Petrino con el Papa Francisco que tan fielmente la encarna, visibiliza y profundiza. El Papa Francisco está en honda afinidad con el legado profético y liberador del querido Mons. Romero y dichos testimonios e iglesia latinoamericana.
Con las claves esenciales de la fe como es el seguimiento de Jesús en la Gracia y Espíritu Santo que lleva al anuncio, celebración-liturgia y servicio(realización) del proyecto de Jesucristo Liberador, el Reino de Dios y su vida, amor, paz y justicia con los pobres de la tierra. Es una espiritualidad en el amor y pasión por Jesucristo, que nos revela al Dios liberador de la vida y de los pobres, por su iglesia pobre en la opción por los pobres, la pasión u opción por la fraternidad solidaria y la justicia liberadora. Los pobres como sujetos y protagonistas principales de la misión, de su promoción y liberación integral con la lucha por la paz, la justicia y sus derechos-deberes; frente a todo paternalismo y asistencialismo, en contra de todo elitismo y liderismos de “selectos”. Es la iglesia misionera, en salida hacia las periferias. Al servicio de la fe evangelizadora y liberadora que se realiza en la caridad, paz y justicia con los pobres de la tierra, en la promoción de la vida y dignidad de las personas, en la liberación integral de todo ser humano y de todos los seres humanos, pueblos y culturas.
La iglesia vive de esta mística de la comunión con Dios en Cristo, que se expresa con la oración y contemplación en la acción por el Reino de Dios y su justicia liberadora con los pobres. Una comunión en el sentir con la iglesia de la santidad, profética, mártir y pobre en comunión fraterna y solidaria de vida, de bienes y luchas por la justicia y liberación integral con los pobres de la tierra; frente a los ídolos de la riqueza-ser rico y del poder, en contra de las idolatrías de la propiedad y del capital, del estado o tronos. Una fe e iglesia que impulsa coherentemente la vida y la familia en todas sus fases, dimensiones o aspectos, desde el inicio con la concepción-fecundación, en el trascurso y al final de la existencia. Es la misión de la transmisión y realización de la fe con el Evangelio de Jesús que promueve las comunidades eclesiales locales y de base. Con un laicado co-responsable, adulto y maduro en su vocación específica de la gestión y transformación más directa e inmediata de la realidad, del mundo e historia con sus relaciones, estructuras y sistemas para que se vayan conformando al Reino de Dios y su justicia. La promoción humana y el desarrollo liberador e integral con la defensa de la vida, dignidad y derechos humanos. Los derechos políticos con el bien común y una democracia real, sociales como es la educación y sanidad o una vivienda digna, laborales con un trabajo digno y un salario justo, económicos al servicio de las necesidades de los seres humamos y pueblos, culturales y religiosos.
Por tanto, una iglesia profética y mártir que es coherente, crítica y denuncia a todos estos ídolos e idolatrías que van en contra la vida y dignidad de las personas, que impiden los derechos y liberación integral de los pueblos; que niegan el bien común y la justicia social-global con los pobres en el destino universal de los bienes, con la equidad en el reparto justo de los recursos para toda la humanidad. Una iglesia pobre, perseguida y mártir por el Reino de Dios con su justicia liberadora con los pobres en esta denuncia y oposición profética a todos estos ídolos de la riqueza-ser rico, de la propiedad/capital y del poder que sacrifican en su altar la vida y dignidad de las personas, de los pueblos y de los pobres.
Es la iglesia teologal de la fe, esperanza y caridad que tiene una intrínseca dimensión social y pública. La caridad política e inteligente que busca el bien común, la justicia liberadora con los pobres y la civilización del amor, las raíces de los problemas y causas de los males e injusticias. Un amor transformador con la justicia liberadora del pecado personal, social y estructural. Esto es, la cultura de la muerte y las estructuras sociales de pecado, los sistemas políticos y económicos injustos, los mecanismos laborales, comerciales y financieros-bancarios perversos. La esperanza cristina con el Don (Gracia) de la salvación se va realizando ya en el mundo e historia, en la vida, desarrollo y liberación integral de los pueblos. Y nos lleva al servicio, compromiso social, militancia y lucha por la justicia con los pobres, por la dignidad y vida que culmina trascendentemente en los cielos nuevos y tierra nueva, en la vida plena y eterna.
Toda esta espiritualidad, misión y pastoral profética que se encarna en la vida e historia, con la pasión por la realidad humana, social e histórica supone un método de lectura creyente de la realidad, de encuesta y discernimiento en el ver-juzgar-actuar. Un ver y contemplar lo real, hacernos cargo de la realidad que está por encima de la idea. Desde la mirada universal y global del Evangelio de Jesús, ya que el todo es mayor que la parte. Desde la fe, la razón con sus mediaciones socio-analíticas, como son por ejemplo las ciencias sociales, y el amor misericordioso que posibilitan el conocimiento comprensivo, trascendente, crítico y ético de la realidad. Se hace com-pasión con los sufrimientos y esperanzas, con el dolor y la alegría, con los anhelos y el futuro esperanzado de los otros, de los pueblos y de los pobres. Un juzgar que discierne y valora esta realidad, carga con la realidad en la misericordia compasiva con los sufrimientos, injusticias y esperanzas de los pueblos y de los pobres. Escruta proféticamente los signos de los tiempos con la pasión por los pueblos crucificados a manos de los poderes de este mundo, del mal e injusticia. Va a las causas de todas estas desigualdades, males e injusticias, estos ídolos del anti-Reino y de la muerte, los conflictos sociales que impiden la unidad fraterna, las relaciones inhumanas y estructuras de pecado.
Y actúa, se encarga de la realidad. Ya que el tiempo es mayor que el espacio, con la encarnación en los procesos de luchas liberadoras de los pueblos, de los trabajadores u obreros y de los pobres como sujetos protagonistas de su liberación integral. Junto a las organizaciones y movimientos populares, ciudadanos y sociales que buscan ese otro mundo posible. Una globalización solidaria frente a la de la indiferencia, de la justicia y del trabajo decente en contra de la del capital y de la cultura del descarte. La mundialización de la paz frente a de las guerras y armas, del cuidado de esa casa común que es nuestro planeta tierra en oposición a la destrucción ecológica, del genio femenino con la dignidad y protagonismo de la mujer frente al machismo-patriarcado. En el diálogo y encuentro intercultural e inte-religioso en contra del racismo y de todo fundamentalismo e integrismo.
Es una ecología integral que escucha y asume el clamor de los pobres, de los pueblos y de la tierra con una mística de la comunión, del cuidado y de la justicia con los otros, con los pobres y con la tierra-creación. Una vida de santidad en la civilización del amor, del trabajo y de la pobreza. Para la solidaridad de vida, de bienes y luchas por la justicia con los pobres que nos va dando el sentido, la felicidad y la vida eterna. Lo que nos va salvado y liberando del sin sentido (vacío), infelicidad, esclavitud y muerte que produce el egoísmo e individualismo con sus ídolos de la riqueza-ser rico, del capital y del poder.