Personalismo, pensamiento latinoamericano y cultura desde la fe liberadora

Recientemente, hemos estado por primera vez en México, con motivo de un viaje académico y de amistad, impartiendo diversas ponencias y conferencias por distintas Universidades e instituciones como el Centro de Investigación Social Avanzada (Cisav Querétaro). En este artículo, trataremos de exponer algunas claves y puntos que han constituido dichas ponencias e intervenciones que hemos tenido con el querido pueblo mexicano. Un hilo conductor que hemos pretendido establecer es el diálogo y encuentro entre el pensamiento europeo u occidental, en especial desde el personalismo, con el del Sur empobrecido como es el latinoamericano. Y todo ello inspirado en la fe cristiana-católica con movimientos tan relevantes como los obreros y apostólicos como la JOC o la HOAC, las comunidades eclesiales de base y su espiritualidad liberadora que tanto ha marcado a la teología latinoamericana en su opción por los pobres y la liberación integral. Con testimonios y mártires como E. Mounier, G. Rovirosa, E. Merino, T. Malagón, L. Milani, H. Cámara, Mons. Romero, R. Grande, L. Proaño, S. Ruiz, I. Ellacuría, I. Martín-Baró con sus compañeros jesuitas mártires de la UCA y un largo etc.

Hay mucha vida y fecundidad en este humanismo espiritual e integral, manifestado en todas estas realidades culturales y experiencias del pensamiento personalista y latinoamericano inspirado por la fe e iglesia. Con los movimientos obreros-apostólicos como la JOC y la HOAC, las comunidades eclesiales de bases con su espiritualidad y teología liberadora, con todos estos testimonios y mártires ya mencionados. Lo que puede promover una cultura y alternativas éticas con propuestas sociales que, con su base en toda esta espiritualidad liberadora e integral, puede ir contribuyendo a buscar e ir logrando ese otro mundo posible que tanto anhelamos. Tal como asimismo nos muestra el pensamiento social cristiano y la conocida como Doctrina Social de la iglesia (DSI) con el magisterio de los Papas como Francisco que, como se repite hasta la saciedad, es el tesoro escondido de la iglesia. Y este tesoro de dicho pensamiento social y DSI es ocultado o hasta manipulado por poderes de todo tipo, con ideologizaciones que lo deforman, añadimos nosotros.

Esta cultura y pensamiento está marcado por la pasión por la realidad, la religación y hornradez con lo real, con un conocimiento crítico y transformador de toda esta realidad personal, humana, social e histórica. Desde el protagonismo, promoción y liberación integral de las personas, de los pueblos y de los pobres de la tierra. Las personas, los pueblos y los pobres son sujetos de la vida, gestión de la existencia y desarrollo liberador e integral, de la fe y misión de la iglesia. Las vocaciones, capacidades y posibilidades (con todos los talentos o carismas) de las personas, de los pueblos y de los pobres: marcan la realidad de la humanidad, de la fe e iglesia para la misión, desarrollo y liberación integral. Y que como toda auténtica vocación, humanización y liberación surge del Don (Gracia) de los otros y del Otro, de Dios mismo que con el regalo de su amor liberador nos va reconciliando, perdonando y humanizando integralmente con la llamada a la conversión, a la espiritualidad y mística de encarnación.

Verdaderamente, la entraña de lo real es este Don-Gracia del amor que nos va convirtiendo transformadoramente a la fraternidad solidaria y a la justicia liberadora con los otros, con los pueblos y con los pobres. El corazón de la realidad es esta mística del encuentro en comunión con los otros y el Otro, con Dios, con la humanidad y con los pobres, en esta alteridad personalista, comunitaria, solidaria y liberadora. Un amor de comunión con el Dios que se nos revela en Jesucristo, con su iglesia y con sus hermanos predilectos, más pequeños, los pobres de la tierra al servicio de la misión, de la fe y de la justicia liberadora. Las personas y la fe están constituidas por este amor fraterno que se hace misericordia y que, en la compasión cordial, lleva al corazón la realidad de las miserias, de los sufrimientos e injusticias que padecen los otros, los pueblos y los pobres. Esta espiritualidad, ética e inteligencia cordial realiza la “memoria passionis”, la com-pasión y justicia con las víctimas de la historia, con los pueblos crucificados por el mal e injusticia y con los pobres de la tierra. Es la memoria que, en el re-cordar permanente y actual, lleva en el corazón las causas liberadoras de los pobres, oprimidos y mártires de la justicia, su cultura, tradiciones, religiosidad popular y espiritualidad.

Una humanidad e iglesia misionera, en salida hacia las periferias y reverso de la historia, humanidad e iglesia pobre con los pobres, en el servicio de la fe y de la justicia liberadora del egoísmo con sus ídolos de la riqueza-ser rico, del tener y del poder. Una espiritualidad y moral que se realiza en el seguimiento de Jesús, sirviendo al Reino de Dios y su justicia liberadora con los pobres de la tierra que se opone a todo este anti-reino e imperialismos de la riqueza-ser rico, del poseer y del poder. El don de la Gracia liberadora que se acoge y contempla se hace acción, praxis histórica y liberadora, lucha por la paz y la justica en el mundo, compromiso socio-político por la transformación de la realidad. Es la vida teologal con las virtudes de la fe, de la esperanza y de la caridad que tienen un constitutivo carácter social, público y ético-político. El valor espiritual-ético y virtud teologal de la caridad política que busca la civilización del amor, transformar las causas de los males e injusticias con sus estructuras de pecado, sus mecanismos perversos y el des-orden establecido.

Desde esta espiritualidad del Don del amor solidario y del principio-misericordia en la opción liberadora con los pobres, se realiza la militancia, el compromiso y profetismo por la utopía real de la civilización del trabajo y de la pobreza frente a la del capital y de la riqueza-ser rico. La dignidad del trabajo y la economía ética que sirva a las necesidades de las personas, al desarrollo humananizador de los pueblos y a la liberación integral con los pobres de la tierra que siempre están antes que el capital, el lucro y beneficio. Una economía y mercado moral que se fundamente en el principio básico del destino universal de los bienes, la justa distribución de los recursos que tiene la prioridad sobre la propiedad que, para ser legitima y ética, debe servir a esta equidad en el destino común de los bienes. De esta forma, se van realizando los valores e ideales que orientan a la política, como es el bien común y la justicia que promueven las condiciones sociales e históricas para asegurar los derechos humamos: la educación y cultura; la sanidad y medicamentos; la alimentación y el agua; la vivienda e infraestructuras imprescindibles como las energías ecológicas o el transporte sostenible.

Todo lo anterior, como ya indicamos, supone de forma imprescindible la civilización de la pobreza, esto es, la solidaridad en el compartir y comunión de vida, de bienes y de luchas liberadoras por la justicia con los pobres. Unos estilos de vida austera, sobria y del ser solidarios que, en el compromiso por la justicia con los pobres, se oponen a los ídolos de la riqueza-ser rico, del tener, del poseer y consumismo. Lo cual posibilita la paz y la ecología integral en esta comunión con Dios, con los pobres y con el planeta-creación. Y promueve un auténtico desarrollo humano, la ética del cuidado y la justicia ecológica personal (o ecología mental), social y ambiental que se hace cargo del clamor de los pobres y de esa casa común que es el planeta tierra. No habrá paz ni reconciliación sin esta civilización del trabajo, de la pobreza y de la ecología integral que promueve la justicia, la solidaridad y el desarrollo global. Es la mundialización de la paz, de la solidaridad y de la justicia global (socio-ambiental) frente a la globalización neoliberal del capital, de la guerra y de la destrucción ecológica.

El principio crítico y ético-práctico que debe orientar a toda la realidad, humanidad y mundo: es el de promover la vida en todas sus fases (desde el inicio de la vida con la fecundación-concepción hasta el final), formas y dimensiones. La defensa y promoción de este principio-vida con la opción por los pobres, a los que se les niega permanentemente esta vida y dignidad sagrada e inviolable de toda persona, nos lleva a oponernos a este sistema e ideología perversa que domina actualmente. Tal como es el neoliberalismo con el capitalismo, hoy ya global. Como se muestra en la verdad de la realidad histórica, al igual que el comunismo colectivista o colectivismo leninista-stalinista, con su materialismo economicista e individualismo insolidario el capitalismo es intrínsecamente inhumano, inmoral e injusto. Ya que impide la vida y dignidad de los pueblos, de los pobres y del planeta con sus crecientes y obscenas desigualdades e injusticias sociales, globales y ecológicas que destruyen por hambre, pobreza y contaminación ambiental a las personas, a los pobres y al planeta.

En este principio-vida y compromiso por la justicia social, global y ecológica pilares fundamentales son la mujer, el matrimonio y la familia que en el amor con el hombre de forma fecunda se abren a la vida, a los hijos y a la solidaridad. No hay futuro sin el protagonismo e igualdad de las mujeres, de los matrimonios y familias que dan vida, solidaridad y compromiso por la justicia. Mujeres, matrimonios y familias misioneras y pobres en la liberación integral con los pobres de la tierra, con las mujeres excluidas y familias empobrecidas; frente a la familia burguesa e individualista atrapadas por los ídolos de la riqueza-ser rico, del tener, hedonismo y consumismo. Por tanto, el Dios de la vida revelado en Jesús nos llama a toda esta existencia en el amor fraterno, en la santidad de la pobreza solidaria y justicia con los pobres. Por la que vamos acogiendo el Don de la Gracia liberadora y de la vida humana, plena y eterna que se consumará en las tierras nuevas y en los cielos nuevos.
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