Política y ética integral en un ecumenismo global

A partir de un artículo publicado en la revista italiana "La Civiltà Cattolica", que ha desatado mucho debate y polémica, queremos hacer una serie de consideraciones y reflexiones que nos parecen muy importantes. Lo primero, tratamos de evitar ideologizaciones y manipulaciones de la fe. Con la tergiversación de la fe e iglesia y del mismo Papa Francisco, al que se le utiliza e instrumentaliza o se le ataca interesadamente. Tal como se estás practicando e imponiendo desde un bando u otro. Desde un supuesto sector del “progresismo avanzado” o del “tradicionalismo conservador” que, como acaba de mostrar el nuevo Secretario de la Congregación de la Doctrina de la Fe- Mons. Luis Ladaria-, no son adecuados ni auténticos para la fe. Ya que ambos caen en el extremismo. Ciertamente, como nos sigue enseñando Mons. Ladaira, el catolicismo rechaza estos integrismos de un lado u otro. Con sus estériles y fasos dualismos o sectarismos que no son propios del catolicismo que, con su “y” o cosmovisión equilibrada y universal (global e integral), nos va liberando de estas ideologizaciones e incoherencias de la fe.

Efectivamente, la fe supone e integra la gracia y la naturaleza con la realidad humana, la espiritualidad y el compromiso moral, la mística y la ética-política, la vida teologal y la caridad política con la transformación de las estructuras de pecado. La doctrina y la vida pública, la ortodoxia y la orto-praxis. La contemplación y la acción por la justicia, la oración y la militancia por el compromiso sociopolítico, la celebración litúrgica con los sacramentos y la acción misionera que incluye la promoción del desarrollo humano, liberador e integral. La fe y conversión personal tiene una constitutiva dimensión pública y sociopolítica que se realiza en el servicio. Con la responsabilidad moral y el compromiso social por el bien común y la civilización del amor, por la vida y dignidad de la persona, por la paz, la justicia con los pobres y el desarrollo-ecología integral.

No podemos caer en un espiritualismo desencarnado y gnosticismo, pesimista e individualista, que niega la entraña de la Encarnación de Dios en Cristo. Por la cual se asume toda la realidad humana, social e histórica que es donde se empieza a realizar ya la salvación liberadora que nos regala la gracia de Dios, culminando en la vida trascendente, plena y eterna. Más, contra el otro extremismo, tenemos que evitar el confesionalismo partidista e ideológico, tipo nacionalcatolicismo, que identifica la fe e iglesia con una determinada ideología o partido e incluso estado. Como puede ser la derecha conversadora, neoliberal y capitalista que como seguiremos viendo es deslegitimada por la fe e iglesia. La adecuada laicidad distingue las esferas de la religión e iglesia de las ideológicas o partidistas, de los gobiernos y estados. En esta sentido, la fe e iglesia dispone siempre de una actitud o estilo crítico-ético ante el poder y toda realidad política, que es propio e inherente del profetismo escatológico que conforma al cristianismo e iglesias.

De esta forma, la moral y doctrina social de la fe e iglesia, que guía la acción pública del cristiano o católico, tiene unos principios, valores y claves que llevan a una acción ética-política seria, profunda y coherente. Lo que evita todas estas ideologizaciones, sectarismos, integrismos o relativismos. Como son el respeto y defensa de la vida y dignidad de toda personas en todas sus fases, estadios y dimensiones. Desde el inicio de la vida con la concepción-fecundación hasta el final, la promoción de la existencia corporal y espiritual, física-biológica y moral, económica y ética, cultural y ecológica.

No es coherente ni católico, y se cae en la ideologización de la fe, pretender defender el valor básico de la vida en su inicio o final y, al mismo tiempo, despreocuparse e incluso legitimar las desigualdades e injusticias sociales-globales. Como son el hambre y la pobreza, el paro y la explotación laboral con las lacras de la esclavitud infantil o la trata de personas, las guerras y la destrucción ecológica…Tal como las sufren todos estos pobres de la tierra que son los hermanos migrantes y refugiados que tienen el derecho de acogida, hospitalidad y dignidad por encima de todo. No tiene coherencia afirmar que se está a favor de este principio del matrimonio y la familia, con el hombre y la mujer abierto a la vida e hijos o de la libertad de educación de estas familias. Y, al mismo tiempo, permanecer indiferente o mantener todas estas desigualdades e injusticias, que tanto daño causan a la realidad familiar con la negación del bien común y sus condiciones que posibilitan la vida, dignidad y el desarrollo integral de estas familias e hijos.

Y esta es la cuestión clave, la coherencia e integralidad de la fe con su moral y compromiso sociopolítico del cristiano, que da testimonio creíble de toda esta defensa de la vida y dignidad de la persona ante todo mal e injusticia. Con una posición crítica ante las ideologías y sistemas que causan todo este mal e injusticia, ya sea el neoliberalismo con el capitalismo, los fascismos o el comunismo colectivista (colectivismo tipo leninista-stalinista). En la actualidad, por ser el vencedor y el que domina el mundo, hay que deslegitimar y luchar contra el capitalismo y su neoliberalismo que se impone a nivel mundial. El neocapitalismo global, sobre todo de tipo financiero-especulativo que, con las empresas multinacionales y corporaciones financieras-bancarias (la banca), es el que gobierna el mundo plagado de sus males e injusticias. La defensa de los débiles, de las víctimas, de los obreros y pobres, la opción por la justicia liberadora con los pobres, debe guiar y marcar la acción ética-política del cristiano por encima de todo partidismo e ideología. No se puede afirmar que practicamos la caridad y solidaridad con el pobre si al mismo tiempo no luchamos por la paz, por la justicia y los derechos humanos. Ya que son valores inherentes a esta caridad que es inseparable de la justicia y de la liberación integral de las personas, de los pueblos y pobres como sujetos y protagonistas de su promoción y desarrollo liberador e integral.

Frente a todo paternalismo y asistencialismo, son las personas, los pueblos y los pobres los sujetos protagonistas de las luchas por su dignidad, justicia y liberación integral. Y no unas supuestas elites, selectos o vanguardias que lo que hacen permanentemente es dominar e instrumentalizar a la fe, a la iglesia y a los pobres. Para seguir conservando su poder, privilegios y riqueza-ser rico. La caridad con su constitutiva dimensión pública y social, la caridad política que promueve el bien común y la justicia, requiere luchar contra las causas, desigualdades e injusticias que están en la raíz de los problemas de la sociedad-mundo. Esto supone de forma necesaria e imprescindible oponerse y luchar contra el dominante neoliberalismo y capitalismo global con su economía que mata, su cultura del descarte y la globalización de la indiferencia.

La caridad política y la justicia se realizan en esta lucha contra estas desigualdades e injusticias constantes y crecientes de los ricos, cada vez más enriquecidos, a costa de los pobres progresivamente más empobrecidos cada día. Comprometiéndonos por el destino universal de los bienes, la justa distribución de los recursos, que está por encima de la propiedad, por un trabajo decente con la dignidad del trabajador y sus derechos, como es el salario justo, que está antes que el capital. Lo que lleva a impulsar la cultura, ética y vida de la pobreza solidaria, evangélica y fraterna. Con la comunión de vida, de bienes y de luchas por la justicia con los pobres de la tierra. En contra de los ídolos del poder, del tener y de la riqueza-ser rico que como auténticas idolatrías impiden la vida moral, espiritual y cristina. Son claves de toda vida cristiana: esta vida de santidad en la caridad fraterna, pobreza solidaria y justicia con los pobres por encima del capital y de la riqueza-ser rico; el ser en la fraternidad solidaria, antes que el tener, ser iglesia pobre y liberadora con los pobres.

La fe está marcada por esta conversión al amor a Cristo, a la iglesia y a los otros como son los pobres o a la misma naturaleza-creación. Una real conversión espiritual, moral, ecológica e integral. Frente al individuo burgués, individualista, relativista e insolidario con la familia burguesa y su afán del hedonismo, lujo e interés individual, hay que promocionar a la persona, familia e iglesia militante. Con esta vida de santidad, conversión, pobreza solidaria y lucha por la justicia con los pobres de la tierra y con las familias empobrecidas del mundo. Quien conozca, estudie e investigue la tradición y magisterio de la iglesia con sus Padres, Doctores, Santos y Papas como Francisco, con su moral y doctrina social, verá como nos transmiten y testimonian todo lo dicho hasta aquí. Y esto mismo es lo que hay que hacer, conocer, transmitir y testimoniar esta fe y moral. En la comunión con Dios, con las iglesias y con los pobres en este ecumenismo de la santidad, ético y global.
Volver arriba