El legado del pensamiento de J. B. Metz y la teología política
Metz es el fundador y padre de la conocida como “teología política”, una de las corrientes teológicas contemporáneas relevantes que, en sintonía con el Concilio Vaticano II, tanto ha aportado a la fe e iglesia
Ha muerto el pensador alemán Johann Baptist Metz, uno de los filósofos y teólogos europeos más significativos de nuestra época, discípulo y colaborador íntimo del maestro K. Rahner. Metz es el fundador y padre de la conocida como “teología política”, una de las corrientes teológicas contemporáneas relevantes que, en sintonía con el Concilio Vaticano II, tanto ha aportado a la fe e iglesia. Y que en este artículo queremos presentar, profundizando el legado que nos deja Metz, para actualizarlo e historizarlo en nuestra realidad y mundo.
En la línea de Rahner, al principio Metz acoge lo más valioso del denominado “giro antropológico” de la teología y la fe, con su estudio sobre el pensamiento de Santo Tomas de Aquino, en el que muestra toda la sensibilidad y carácter humanista humanista del cristianismo. A diferencia de la filosofía griega, que pone el acento en la naturaleza, como nos muestra el Aquinate, el pensamiento y cosmovisión inspirada por la fe tiene su clave de comprensión: en el ser humano abierto en el mundo e historia a la trascendencia, a la revelación de la Palabra de Dios y su salvación.
A su vez, Metz efectúa el “giro político y público” que es constitutivo de la condición humana, de la fe y la teología. Tal como nos enseña el pensamiento, la persona es un ser social y político. Mediante la virtud ética y teologal de la política, la “caridad política”, el ser humano va logrando su realización y felicidad en esa vida virtuosa (moral y de excelencia humana), en la responsabilidad ética y compromiso social por el bien común, la justicia y la civilización del amor.
"Más allá de la religión burguesa”, individualista que privatiza al cristianismo con su espiritualismo desencarnado y alienado de lo real, y que justifica asimismo el des- orden injusto establecido, Metz muestra como la fe supone una “teología del mundo”. De ahí que “la fe, en la historia y sociedad”, presenta de forma verdadera su inherente dimensión social y publica. En clave de la teología fundamental, la fe adquiere credibilidad y se verifica en este testimonio, al servicio del Reino de Dios y su justicia en la realidad histórica, con su real escatología
Esto es, el Don (Gracia) de la salvación y su liberación integral que acogemos por la fe, en su “aguijón apolítico” como lo testimonian en la historia las “ordenes religiosas”, contiene esa reserva escatológica que va en contra de todos totalitarismo e idolatrías. Eso falsos dioses que quieren dominar e imponerse sobre humanidad. La fe con su “reserva escatológica” comunica así el carácter crítico, ético y político del cristianismo que ejerce sobre estos ídolos mundanos, negadores de la vida, el amor y la justicia que nos trae "la narrativa" del Dios encarnado, Jesús con su Reino.
“Dios y el tiempo” son inseparables en esta unidad trascendente de la historia de la salvación, con la Gracia unida siempre a la naturaleza. La salvación ya se va realizando en el tiempo histórico, con su dinamismo profético-escatológico en la unión intima de la fe y la justicia, la liberación humana e integral (trascendente). No hay pues oposición ni separación entre el amor a Dios y al otro, la mística y política, la escatología e historia, la salvación trascendente y las liberaciones socio-históricas, la misión y el desarrollo humano con la ecología integral.
En afinidad con lo más valiosos de la teoría crítica, tal como de forma similar nos presenta la filosofía y teología latinoamericana, Metz muestra la decisiva importancia de la praxis crítica, solidaria, política y liberadora de la fe; con la “memoria passionis” que, unida al principio-misericordia, acoge el sufrimiento e injusticia que padecen las víctimas de la historia y los pobres de la historia. Frente al mal de la modernidad con su razón instrumental, esa patología del afán de dominación científica-técnica y utilitarista con su mercantilismo, se trata de valorar esa esencial “razón compasiva” ante el dolor y mal padecidos que con su ética crítica y liberadora: promueve la justicia con las víctimas, los oprimidos y los pobres. No puede haber filosofía y teología sin pasar por "Auschwitz", ese símbolo y lugar de lo real del mal e injusticia, en solidaridad y justicia con las víctimas de la historia como teodicea práctica.
Es esa “mística de los ojos abierto”, unida de forma indisoluble a la política, que ve (mira) y acoge solidariamente todas estas asimetrías, sufrimientos y muerte que padecen las víctimas, esa pasión de los pueblos crucificados por el mal e injusticia. La solidaridad real, en esta ética compasiva, siempre opta por la defensa de la vida y justicia con las víctimas, con los crucificados y pobres. En contra de toda esa falsa neutralidad ante estos falsos ídolos y su opresión, que se convierte en pasividad y complicidad con el mal e injusticia. La memoria passionis, subversiva y subyugante, de la trascendencia y esperanza revelada en el Crucificado-Resucitado, que nos trae esa redención liberadora, interrumpiendo y revirtiendo dicha historia passionis de los oprimidos, las víctimas y los pobres.
La última palabra no la tiene este supuesto progreso (desarrollismo) y mercado económico, que con sus ídolos del poder, del capital y la riqueza-ser rico pretenden triunfar sobre las víctimas y los pobres; sino la salvación y la liberación integral, que nos revela Jesús Crucificado-Resucitado, luz del más profundo conocimiento (sabiduría) y de un pensamiento que no se decapita por su apertura a la trascendencia, , como respuesta final a dicha teodicea práctica. Hay que recordar y mantener siempre esta memoria de la compasión en la justicia con las víctimas, en oposición a la amnesia personal y colectiva. Rechazado así todo olvido y des-memoria del reverso de la historia con su negatividad, mal e injusticia.
Es el “principio esperanza” que efectúa la redención liberadora, visibilizada en la pasión de Jesús por esa verdadera revolución del Reino de Dios, y que termina venciendo a todo mal, muerte e injusticia; con la “contemplación en la acción” de la belleza de esa vida plena y eterna, en donde se “busca y encuentra a Dios en todas las cosas”, que lo habita todo Tal como nos transmite la mística ignaciana y rahneriana, esa mística en “la vida cotidiana, en la alegría del mundo” que se consuma en la trascendencia plena y escatológica Y donde esperamos que, junto a nuestra oración y agradecimiento profundo, se encuentre ya el maestro J. B. Metz.