Un capricho

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¡Feliz viernes! Hoy vamos a disfrutar de una composición que es un pequeño capricho musical. El maestro de hoy, grande entre los grandes, hacía tiempo que no aparecía por aquí, cosa que veo algo imperdonable. Aquí está para alegrarnos el día.

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No es otro que Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791), compositor austríaco nacido en Salzburgo. Con solamente seis años empezó a escribir sus primeras obras y, por ese tiempo, su padre organizó una gira de conciertos por Europa que duró nada menos que cuatro años. El niño dejó honda huella en ciudades como Múnich, Viena, Frankfurt, Bruselas, París, Versalles, Londres, La Haya, Ámsterdam, Dijón, Lyon, Ginebra o Lausana. En ese viaje tuvo oportunidad de aprender también. Por ejemplo, conoció a Johann Christian Bach, quien le enseñó a componer sinfonías. Tocaba varios instrumentos de forma magistral, entre ellos el clave y el órgano. De hecho, para este último instrumento mostró tal talento que se le ofreció un puesto en Versalles, pero lo rechazo puesto que tenía puestas las miras en Viena.

Escuchemos su Capricho en do mayor, K. 395. Es una composición para piano que data de 1777. Fue escrita para su hermana María Ana Mozart, conocida como Nannerl, y a ella se lo envió dentro de una carta dirigida a su padre. A ella se dirigía con estas palabras: «Te escribí un preludio no como tú querías, que te permitía interrumpir a tu antojo,... pero no tuve tiempo para algo así»; le salió este capricho, aunque también podría ser calificado como de preludio. Tiene un carácter casi de improvisación, con poca ideas temáticas y con unas ideas muy extrovertidas y yuxtapuestas... Como dije, un capricho.

La partitura de la obra puede descargarse aquí.

La versión es de Walter Gieseking al piano.

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