Las empleadas del hogar llevan años reivindicando unas condiciones de trabajo, trato y sueldo digno. La mayoría de ellas mujeres migrantes, muchas sin contrato ni papeles, otras con contrato, pero “por ley” sin derecho a prestación por desempleo, y que viven cotidianamente diversas situaciones de abuso  laboral, psicológico, sexual…

En una de sus concentraciones, expresaron claramente con una pancarta cómo sentían ellas la despersonalización  que sufrían: “QUERÍAN BRAZOS, LLEGARON PERSONAS”.

Y así es, muchas de estas mujeres internas, cobran en torno a 800 euros por su disponibilidad de 24 horas al día,  7 días a la semana, con unos descansos irrisorios. Asociadas denuncian cómo los trabajos de interna están siendo formas de esclavitud moderna.

No, no son brazos, ni máquinas, ni robots, son personas que trabajan, aman, sueñan y esperan de nuestra sociedad una respuesta solidaria.

¡Qué alegría y  qué riqueza que llegaran personas!  ¿Sabremos también en nuestra sociedad española mirar como PERSONAS, relacionarnos como PERSONAS, luchar políticamente como PERSONAS, para erradicar la explotación entre seres humano?