Cuando estaba a punto de debatirse la investidura ,cuarenta y dos inmigrantes fueron devueltos en caliente a Marruecos desde las islas Chafarinas. Una propuesta de Vox ejecutada por el PSOE. Nadie dijo nada. O no era el momento o no era importante. O las dos cosas.

 Mientras se producía el debate de investidura, la mayoría de los medios de comunicación cerraron filas sin matices a favor de sus elegidos, multiplicando la polarización  y evidenciando, una vez más, que la libertad de prensa no supera los condicionantes ideológicos.

Los discursos de  sus señorías se convirtieron en el centro de atención de toda España. Eso no quiere decir que los allí presentes fueran el ombligo del país. Pero a veces las sensaciones terminan por imponerse.

Dieciséis formaciones políticas en un parlamento, evidencian una gran pluralidad. Apropiarse la mayoría, no escuchar a otros, no buscar síntesis, reducir todo a dos posturas, hablar con soberbia,… son una falta de respeto objetiva a los votantes a los que poco tiempo antes se pretendía cautivar.

El bien común es el objetivo de un parlamento, como todo el mundo sabe. Éste se opone al bien particular, como todo el mundo sabe. Un parlamento que buscara intereses que no beneficiaran al conjunto de la sociedad, especialmente a los que más lo necesitan, traicionaría su esencia, como todo el mundo sabe. Lo que no sabemos es ¿ Quién es todo el mundo?

 Al día siguiente del debate de investidura en un colegio, unos niños abuchearon a un compañero que daba un discurso en su clase y la profesora les reprendió por mala educación. Los niños amonestados no entendían por qué.

 Dos días después, cuando el presidente recién elegido, fue a realizar el juramento a la Zarzuela el rey le dijo: “ha sido rápido, el dolor viene después”. No dijo para quién será el dolor. La prensa dijo que era una broma del monarca. A lo mejor, una broma macabra.

 En las crónicas de la investidura queda patente la apelación reiterada a la democracia. Se pronunciaron discursos llenos de referencias a la igualdad y a la libertad. Ni atisbo de la fraternidad. Era la división lo que allí se representaba. El caldo de cultivo dónde el poder se desenvuelve perfectamente. Tendrán que explicar algún día como se consigue la libertad y la igualdad sin promover la fraternidad. Sin embargo, es la fraternidad lo que necesitan los inmigrantes a los que de hecho se desprecia; lo que necesitan los niños de los colegios que pueden acabar pensando que hay que destruir al que no piensa igual; lo que necesitan los que no son ni serán nunca el ombligo del país, los que solo se salvarán si prevalece el bien común, los que no tienen medios de comunicación, los que viven el dolor ahora. La fraternidad que, en algún grado, también necesitan los señores del parlamento para aprender a escuchar, ser humildes y sentir el peso de la responsabilidad. La fraternidad que haga creíbles los discursos de igualdad y libertad; la fraternidad que fundamente la justicia. Sin un mínimo esfuerzo por avanzar hacia la fraternidad, la política se convierte en un asunto menor. Y ahí perdemos todos.

Sin ese esfuerzo la investidura está desnuda.