Visita a los lugares donde se celebró la Conferencia del CELAM de 1979 La sede de la conferencia de Puebla, tierra sagrada
El lugar donde se celebró la famosa tercera Conferencia General del Episcopado de América Latina, del 27 de enero al 12 de febrero de 1979, apenas ha cambiado
Puebla sigue siendo un auténtico vivero vocacional. De los que ya quedan pocos, incluso en América Latina
Cardenal Porras: "Palafox es uno de vuestros grandes obispos santos. Fue uno de los primeros defensores de los indios, todo un adelantado a su tiempo”
Y es que, al beato Palafox se le reconoce como precursor de los cimientos de Puebla, de buena parte del patrimonio de la Angelópolis
Cardenal Porras: "Palafox es uno de vuestros grandes obispos santos. Fue uno de los primeros defensores de los indios, todo un adelantado a su tiempo”
Y es que, al beato Palafox se le reconoce como precursor de los cimientos de Puebla, de buena parte del patrimonio de la Angelópolis
“Estamos pisando tierra sagrada”. El comentario bíblico es del cardenal Baltazar Porras, que camina a mi lado, nada más bajar del autobús, que nos dejó a la entrada del seminario palafoxiano, el lugar donde se celebró la famosa tercera Conferencia General del Episcopado de América Latina, del 27 de enero al 12 de febrero de 1979.
El lugar apenas a cambiado en los últimos 40 años. Un enorme edificio de ladrillo visto, con cabida para más de 300 seminaristas. Porque Puebla sigue siendo un auténtico vivero vocacional. De los que ya quedan pocos, incluso en América Latina.
Rodeado por una cerca de piedra, lo primero que se ve al acceder al recinto son varios campos de fútbol y una gran estatua del beato Juan de Palafox. En la base de la estatua, una inscripción que reza así: “He formado el colegio seminario que ordena el santo concilio de Trento siguiendo puntualmente su decreto en su fundación”.
El padre Gustavo, que hace de cicerone del grupo de teólogos del tercer encuentro iberoamericano de Puebla, va mostrando las distintas estancias. Primero, un enorme comedor con pequeñas mesas redondas de cuatro comensales. Al fondo, una gran inscripción ‘Seminario Palafoxiano’ y, al lado, el acostumbrado retrato de la Virgen de Guadalupe.
Ni una sola placa sobre la celebración en el recinto de la conferencia del Celam. Solo, un recordatorio de la visita de Juan Pablo II, para inaugurarla, y un gran mural, que ocupa la pared entera del fondo del comedor.
El mural, pintado al estilo de Mino Cerezo, comienza con una alegoría del Espíritu Santo, la Encarnación, la muerte y la resurrección de Cristo. En lugar destacado, el escudo del Papa Wojtyla, con la M de Maria sobre fondo azul y, a su lado, la silueta de la bellísima catedral de Puebla.
Tras la visita al comedor, pasamos a la capilla, donde se celebraron todos los actos litúrgicos del evento. Se trata de un amplio y moderno templo semicircular, con mucha luz, procedente de las numerosas vidrieras de colores que tapizan las paredes.
El altar presidido por un bello Cristo. A su izquierda, la Virgen Inmaculada. A la derecha, un gran cuadro del beato Juan de Palafox y sus reliquias en una hornacina en forma de custodia.
El Padre Gustavo Rodríguez, que siempre fue un cura comprometido, nos contaba su vivencia de aquellas fechas históricas: “Los 300 y pico seminaristas que había entonces desalojaron el edificio, para poder alojar a los obispos y, como los dormitorios eran corridos, se dividieron con pequeños tabiques, para preservar la intimidad de los prelados”.
Ya entonces en la frontera, el padre Gustavo participó en la Asamblea paralela que muy cerca, en el convento de las carmelitas, montaron las comunidades de base y los teólogos de la liberación, entre ellos Gustavo Gutierrez o Hugo Asman.
A la salida, el cardenal Porras me pide que le haga una foto ante le gran estatua de Palafox y, al devolverle el móvil, me dice: “Este es uno de vuestros grandes obispos santos. Fue uno de los primeros defensores de los indios, todo un adelantado a su tiempo”.
Y es que, al beato Palafox se le reconoce como precursor de los cimientos de Puebla, de buena parte del patrimonio de la Angelópolis, en 1646 fundó la Biblioteca Palafoxiana, la primera en América Latina, ordenó concluir la construcción de la Catedral, ayudó a poner fin a la situación de corrupción política, nepotismo administrativo y contrabando, ayudó a los indígenas y españoles pobres, saneó la hacienda de Nueva España y ordenó el pago de salarios dignos.
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