"Quijano" en el Quijote
No es imposible que Cervantes, al elegir este apellido de origen montañés para su hidalgo, «a quien [sus] costumbres [le] dieron renombre de Bueno», haya querido expresar su admiración por Jerónimo Quijano, importante arquitecto e imaginero religioso de origen santanderino de la primera mitad del siglo XVI. Las obras más señaladas de este arquitecto, particularmente preocupado por la integración de las imágenes en su arquitectura, se encuentran en la Catedral de Murcia, de la que fue maestro mayor, 1526-1541, en Cartagena, 1536, en Orihuela, 1545, en Albacete, 1530 y 1540, y en el colegio San Esteban de los jesuitas de Murcia, 1555.
Podría apoyar esta hipótesis la importancia que reserva Cervantes en la trama de su novela al personaje don ® Jerónimo y a la aventura de las imágenes, llamada también, en razón de su dinámica intencional, la aventura alegórica de los caballeros aventureros cristianos (®[caballero de los] aventureros cristianos). En la línea recta del tema mayor de la verdad, muy característico de la segunda parte, la trama global de la novela culmina con la conversión de don Quijote: la conversión de San Pablo, que se evoca precisamente en la aventura de las imágenes, prefigura la de nuestro caballero andante, ya que este santo fue «caballero andante por la vida, y santo a pie quedo por la muerte», II.58.13.
Nos parece menos serio el invocar como modelo del Alonso Quijano cervantino un homónimo real, mayor o menor, que hubiera vivido en Esquivias, patria de la esposa de Cervantes, al mismo tiempo que nuestro escritor (Clem. 1922.a.). Es bien sabido que Cervantes nunca se integró en esta localidad, con cuyo párroco, tío de su mujer, jamás llegó a entenderse.
|| Alonso Quijano: Así se llama a sí mismo don Quijote a la hora de su muerte: «—Dadme albricias, buenos señores, de que ya yo no soy don Quijote de la Mancha, sino Alonso Quijano a quien mis costumbres me dieron renombre de Bueno.», II.74.9. Efectivamente, tanto sus amigos como el narrador lo llaman cuatro veces en este mismo capítulo final: «Alonso Quijano el bueno».
«Por un padrón del pueblo de Esquivias, hecho en tiempo de Felipe II, se ve que había en él dos vecinos llamados Alonso Quijano mayor y Alonso Quijano menor; y es sabido que Cervantes casó con una señora natural de Esquivias, y fué del mismo pueblo, donde pudo tomar este apellido.», Clem. 1922.a.
En su retrato la prosopografía está al servicio de la etopeya: «Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años; era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza.», I.1.1.
Como lo han hecho notar Unamuno e Iriarte, la descripción física de Alonso Quijano corresponde con la que se da del hombre de temperamento caliente y seco en la obra Examen de ingenios de Huarte de San Juan, publicada en 1575: el hombre de temperamento caliente y seco «tiene muy pocas carnes, duras y ásperas, hechas de nervios y murecillos (músculos), y las venas muy anchas». Es moreno, tostado, verdinegro y cenizoso; tiene la voz abultada y un poco áspera. Tales hombres son ricos en inteligencia y en imaginación, tienen un carácter colérico y melancólico, y son propensos a manías. El autor define el ingenio diciendo que es algo así como la posesión de facultades intelectivas, y dice, en cuanto a su grado elevado, que difícilmente se encuentra hombre de un subido ingenio, que no pique algo en manía, que es una destemplaza caliente y seca del cerebro.
De las cinco veces que se llama a don Quijote Alonso Quijada, cuatro llevan el apelativo de «el Bueno», lo cual hace pensar en Guzmán el Bueno (calificativo antonomástico: el nombre apelativo por el propio): «en tanto que don Quijote fue Alonso Quijano el Bueno, a secas, y en tanto que fue don Quijote de la Mancha, fue siempre de apacible condición y de agradable trato», II.74.17.
¿Hay burla contenida en el nombre y en el apellido que da el autor a don Quijote de la Mancha en tanto que fue Alonso Quijano el Bueno, «a secas», para satirizar la manía nobiliaria tan difundida en España en el seiscientos? Apoya esta sospecha el hecho de que «Don Gonzalo, don Diego y don Alonso eran al parecer los nombres preferidos de los que, siendo plebeyos en España, se confirmaban como caballeros en tierras de Italia o Flandes», M. Romera-Navarro, Crit. II, 321.
¿Será Alonso un homónimo intencionadamente elegido por Cervantes entre los nombres de sus propios enemigos (literarios) para rebautizar a su héroe tras su conversión en hombre sensato al final de su obra? Sabemos que Cervantes no quiere la muerte, sino la conversión de los pecadores (¿de Avellaneda?). También cabría argumentar en sentido inverso que no parece casual que el autor del Quijote apócrifo haya tomado como primera parte de su seudónimo el nombre de Alonso. Como precedente a su tesis sobre la personalidad de Avellaneda, Maldonado de Guevara hace un agudo análisis de sinonimia y homonimia. Si don Quijote es un Alonso ¿será este Alonso homónimo de uno de tantos Alonsos presentados como candidatos a la paternidad del anti-Quijote? García Salinero parece compartir con nosotros esta tesis que, si se analiza de cerca, parece comportar un burlesco círculo vicioso de imposible resolución. ® bueno: Alonso Quijano el Bueno ® Quesada
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Salvador García Bardón, Taller cervantino del “Quijote”, Textos originales de 1605 y 1615 con Diccionario enciclopédico, Academia de lexicología española, Trabajos de ingeniería lingüística, Bruselas, Lovaina la Nueva y Madrid, aparecerá en 2005.