“Bueno es mantener oculto el secreto del rey y también es bueno proclamar y publicar las obras gloriosas de Dios” (Tob 12, 7).
El que tiene experiencia de Dios no especula con ella, es discreto, y nunca se cree con derecho a la gracia de sentir dones extraordinarios. Dice Santa Teresa: “Pues consideremos que este castillo tiene como he dicho muchas moradas, unas en lo alto, otras embajo, otras a los lados; y en el centro y mitad de todas éstas tiene la más principal, que es adonde pasan las cosas de mucho secreto entre Dios y el alma”. (Santa Teresa M I, 1, 3) Quien tiene experiencias extraordinarias no especula con ellas, el orante auténtico no las pide. Siempre se debe respetar la intimidad de la conciencia.
Intimidad inviolable: “Nabot respondió a Ajab: «Dios me libre de cederte la herencia de mis padres».” (1Re 21, 3).
Experiencia indecible: “Yo sé de un hombre en Cristo que hace catorce años —si en el cuerpo o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe— fue arrebatado hasta el tercer cielo. Y sé que ese hombre —si en el cuerpo o sin el cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe” (2Cor 12, 2-3).
Sé discreto en decir y en preguntar.