“En el mes sexto, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús” (Lc 1, 26-31).
San Bernardo, se introduce en la escena de la Anunciación, y en voz baja le susurra a la Virgen Nazarena: “Has oído, Virgen, que concebirás y darás a luz un hijo. Has oído que no será por obra de varón, sino por obra del Espíritu Santo. Mira que el ángel aguarda tu respuesta: ya es tiempo de que vuelva al Señor que lo envió. También nosotros, condenados a muerte por una sentencia divina, esperamos, Señora, tu palabra de misericordia”.
Observamos la localización que hace el evangelista del momento de la Anunciación del arcángel san Gabriel a María: “El ángel, entrando en su presencia”. No dice si fue en casa, camino de la fuente, en la fuente, como se venera por la iglesia Ortodoxa en Nazaret. “Entrando en su presencia”, entrando en su interior, experiencia mística, que dio certeza a la joven María de la elección divina. Su respuesta es referencia permanente. “María contestó: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel se retiró” (Lc 1, 38)
Entra dentro de ti y percibe las mociones consoladoras que Dios te deja gustar.