"Dos catedrales. Nada menos que dos, y además universitarias" Catedral de Salamanca: "¡Altos sotos de torres…¡"
Salamanca es cultura excepcional, antigua y moderna y con proyección de futuro, sobre todo por las especialidades que generan sus centros, especialmente universitarios
Uno de los monumentos eminentes del románico español es la CATEDTAL VIEJA, cuyas obras comenzaron en 1140 y cuyo conjunto remata con la “Torre del Gallo”
El templo luce una de las obras pictóricas más grandiosas del arte anterior al Renacimiento. Se trata del retablo del Altar Mayor, obra realizada en 1445 por Nicolás Florentino
“Porque a los señores canónigos esta les pareció harta pequeña, escura e baxa”, decidieron construir una CATEDRAL NUEVA, cuyas obras comenzaron en 1513, finalizándose dos siglos más tarde
Es grandiosa por su elevación y por su sentido arborescente y ascensional y destacan la fachada principal y las puertas del Obispo, y San Clemente , así como la de Ramos y la del Crucero
El templo luce una de las obras pictóricas más grandiosas del arte anterior al Renacimiento. Se trata del retablo del Altar Mayor, obra realizada en 1445 por Nicolás Florentino
“Porque a los señores canónigos esta les pareció harta pequeña, escura e baxa”, decidieron construir una CATEDRAL NUEVA, cuyas obras comenzaron en 1513, finalizándose dos siglos más tarde
Es grandiosa por su elevación y por su sentido arborescente y ascensional y destacan la fachada principal y las puertas del Obispo, y San Clemente , así como la de Ramos y la del Crucero
Es grandiosa por su elevación y por su sentido arborescente y ascensional y destacan la fachada principal y las puertas del Obispo, y San Clemente , así como la de Ramos y la del Crucero
Desde tiempos inmemoriales, Salamanca ha sido asiento y morada de culturales y civilizaciones. En el “Teso de San Vicente”, junto al Tormes, se encontraron una buena parte de sus restos. Importante pieza arqueológica es el verraco-toro a orillas del río. También lo son sus murallas y numerosas inscripciones procedentes del itinerario o calzada denominada “Ruta, o Vía, de la Plata”, que desde Mérida llegaba hasta Astorga-“Ab Emérita ad Astúricam”-, con referencias exactas en el “Itinerario de Anonino”, mapa “oficial” de las calzadas del Imperio romano.
Salamanca perteneció a la provincia romana Lusitania y es fama que fuera sitiada por Aníbal en el año 220 (a.C.) . De la época visigoda hay pocas referencias, pero ya desde el tercer Concilio de Toledo participaron sus obispos en las decisiones político- eclesiásticas de los mismos.
Conquistada bien pronto -a.712- por los árabes, varias veces la ciudad fue recuperada por los ejércitos cristianos, efectuando su reconquista definitiva el rey Alfonso VI, que encargó la colonización de esta parte de su reino, a su yerno el Conde don Raimundo de Borgoña, casado con su primogénita doña Urraca, otorgándole a la ciudad su primer Fuero en 1096. La presencia de los caballeros franceses en la ciudad y provincia explican no pocos de sus topónimos. Con Raimundo de Borgoña llegó el fraile Jerónimo de Perigueux, probablemente el mismo de “El Cantar del Mío Cid”, que sería el primer obispo de la nueva etapa histórica.
Es incuestionable que el mayor acontecimiento urbano salmantino de los tiempos antiguos, tanto en relación con su proyección internacional, como con su riqueza monumental, fue la creación de su “Estudio General”, en 1218, por el rey leonés Alonso IX, que en 1254 transformaría en Universidad Alfonso X “El Sabio”. Este monarca fijó las dotaciones de catedráticos de la Universidad. En el mismo año, confirmó la fundación el papa Alejandro IV, denominándola “una de las cuatro lumbreras del mundo”, junto con Universidades de París, Oxford y Bolonia.
Considerada la Universidad más antigua de España, desde el siglo XV a comienzos del siglo XVII, fue uno de los focos culturales más importantes de Europa y sin duda, el primero en todo el Imperio español. Por sus estatutos se rigieron no pocas Universidades y por sus aulas pasaron la mayoría de los descubridores del Nuevo Mundo, y sus profesores tuvieron excepcional importancia en el Descubrimiento, así como en la política que dirigió el desarrollo de los nuevos pueblos. Con apenas 20,000 habitantes la ciudad, en el curso de 186-87, se matricularon en su Universidad exactamente 6.762 estudiantes.
Salamanca es fundamentalmente, y por encima de todo, cultura. Pero cultura-vida y comprometida con la actualidad. Identificar la cultura en Salamanca con sus piedras y sus monumentos, e intentar descubrir sus huellas culturales solo en el recuerdo de los mismos, constituiría una injusticia.
Salamanca es cultura excepcional, antigua y moderna y con proyección de futuro, sobre todo por las especialidades que generan sus centros, especialmente universitarios. Cualquier día es día de fiesta para la cultura en Salamanca. Basta y sobra con prestarle atención a los programas de las múltiples actividades que honran a quienes inspiran la vida salmantina desde cualquiera de sus niveles, incluidos también, y de modo preferente, los oficiales. La cultura es dinámica en Salamanca.
Y como fiel expresión de la más sabia e ilustrada cultura, Salamanca ofrece un ambiente excepcionalmente grato, siendo proverbial la hospitalidad salmantina que sorprende a propios y a extraños. Siguen teniendo plena vigencia estas palabras de don Miguel de Cervantes en su “Licenciado Vidriera”:”Salamanca, que enhechiza la voluntad de volver a ella, a todos los que de la apacibilidad de su vivienda han gustado”.
Entre los visitantes que atestiguan la veracidad suprema de la frase cervantina, descuella don Miguel de Unamuno, vasco-salmantino, Rector de su Universidad por más señas, y español universal, quien en su poema “Salamanca” la describió con admiración como
“¡Alto soto de torres , que al ponerse / tras las encinas que el celaje / esmaltan/ sol de Castilla/, bosque de piedras, que arrancó la historia/ a las entrañas de la tierra madre/, remanso de quietud/, yo te bendigo/ ¡mi Salamanca¡”
Una y muchas veces, es decir, sempiternamente, estas otras palabras cervantinas sirven de guía “cum laude” a quienes aún no tuvieron la dicha de visitar la ciudad del Tormes: “Advierte, hija mía, que estás en Salamanca, que es llamada en todo el mundo madre de todas las ciencias y de ordinario cursan en ella y habitan diez o doce mil estudiantes, gente moza, antojadiza, arrojada, libre, aficionada, gastadora, discreta, diabólica, y de buen humor…”
En el lenguaje popular, veraz e infalible, “ir, estar,o haber estado en Salamanca” es disponer de un buen caudal y acopio de ciencia y sabiduría. El proverbio latino de “Quod natura non dat, Salmantica non praestat”(Lo que la Naturaleza no da, no puede prestarlo Salamanca), es frase antigua, y todavía usual, alusiva a la inteligencia del estudiante y a la Universidad salmantina. Indica que, por grande que sea la fama de un centro de estudios, si el que acude a él, carece de dotes para estudiar, no obtendrá provecho alguno.
Y, por la “Vía de la Plata”, en sus dos direcciones, por el Antiguo Camino Real de Madrid, - aguas arriba del Tormes-, el de Ciudad Rodrigo u otros cualquiera -Salamanca está bien comunicada, y al alcance de la mano del ferrocarril y hasta de las alas-, estamos ya en una de “Ciudades Patrimonio de la Humanidad”, que con galas mejores privilegia el listado de la Unesco. De tan sorprendente arquitectónico legado es en gran proporción y manera, responsable la piedra extraída de las cercanas canteras de Villamayor, blanda como el asperón que, finamente trabajada, produjo y produce la maravillosa filigrana de un arte que por eso fue llamado plateresco.
Nuestra meta son las dos catedrales. Nada menos que dos, y además universitarias. Universitarias de verdad.
Uno de los monumentos eminentes del románico español es la CATEDTAL VIEJA, cuyas obras comenzaron en 1140 y cuyo conjunto remata con la “Torre del Gallo”, con sus dobles ventanas, sus fuertes nervios e influencia bizantina y aquitana. La cúpula es de gran originalidad arquitectónica y destacan los sepulcros de los siglos XIV y XV.
El templo luce una de las obras pictóricas más grandiosas del arte anterior al Renacimiento. Se trata del retablo del Altar Mayor, obra realizada en 1445 por Nicolás Florentino, y que es muestra típica del arte florentino de la primera mitad del siglo XV. Consta de 53 cuadros, y en su centro acoge la imagen de la Virgen de la Vega, Patrona de la ciudad, de estilo románico, del siglo XII, cubierta con placas de bronce y bellos esmaltes .
En el crucero y Capilla Mayor se ubican interesantes sepulcros y el órgano del siglo XVI, del maestro Salinas, amigo de Fray Luís de León, quien le dedicara una de las odas más sublimes de la literatura universal aureolada de estrofas musicales. La capilla de san Martín está presidida por el sepulcro policromado del obispo Rodrigo Díaz, y valiosas muestras de la pintura mural gótica.
El claustro da acceso a las capillas Talavera, de santa Bárbara en la que se celebraban los exámenes de doctorado, y el Museo Diocesano con el tríptico de Fernando Gallego. En la capilla de santa Catalina se celebraron Cortes y Concilios. En la de san Bartolomé se halla el suntuoso sepulcro de alabastro de don Diego de Anaya y Maldonado, con preciadísima verja de hierro.
También en este caso y “porque a los señores canónigos esta les pareció harta pequeña, escura e baxa”, decidieron construir una CATEDRAL NUEVA, cuyas obras comenzaron en 1513, finalizándose dos siglos más tarde y la que habría de considerarse como una de las últimas y grandiosas manifestaciones del arte gótico en Europa.
La luminosa altitud en la que se desvanece la mirada, hace de la catedral nueva salmantina uno de los más preciados ejemplos. Juan Gil de Hontañón fue su “Maestro Mayor”, a quien le sucedió su hijo Rodrigo en 1526, ay en 1577 Pedro de Gamboa. Intervinieron también Juan de Álava o Ibarra, Rivero, Rada, los Churriguera y Sagarvinaga.
Es grandiosa por su elevación y por su sentido arborescente y ascensional y destacan la fachada principal y las puertas del Obispo, y San Clemente , así como la de Ramos y la del Crucero. Destacan asimismo el Altar Mayor y diversas capillas, como la Capilla Dorada, capilla nobiliaria autónoma con multitud de imágenes, y un interesante Calvario, la capilla del Sudario, la de san Roque, y la de la Virgen de la Soledad. Detrás del Altar Mayor se halla el Cristo de las Batallas, del Cid Campeador, con retablo gótico. La bóveda correspondiente está suntuosamente dorada y policromada y la pintura es de Juan de Montejo.
El coro lo es de Alberto Churriguera. Mención especial, por numerosas razones, reclama el órgano plateresco construido en 1568, al igual que el churrigueresco de 1745. La torre de esta catedral ha sido y es calificada como una de las más bellas de España.
“EL BUEN AMOR” Y “LA FLECHA”
Pero las dos catedrales descritas no son sólo dos. La mayoría de los templos salmantinos son otras tantas catedrales, aun cuando sus proporciones no sean tan grandiosas y carezcan de “cátedras”. También lo son algunos palacios.
La visita al palacio arzobispal conocido como “El Castillo del Buen Amor”, habría de iniciarse en el Colegio del Arzobispo Fonseca –“Colegio de los Nobles Irlandeses”- , (uno de los cuatro Colegios Mayores de la Universidad), que constituye un resumen de lo más selecto de la arquitectura plateresca, que comenzó a construirse en 1527 a expensas del arzobispo Alfonso de Fonseca, obra de los Covarrubias, Diego de Siloé , Pedro de Ibarra y Juan de Álava, con extraordinario retablo de Alonso de Berruguete y un patio considerado como el más bello del Renacimiento español, decorado con 128 medallones.
Visitado el colegio, algunos dirigen sus pasos por la Vía de la Plata hacia el pueblo de Villanueva de Cañedo, a unos 30 kilómetros de distancia, donde se ubica el castillo llamado del “Buen Amor”, precioso ejemplo de la arquitectura civil del Renacimiento, resultado de una historia de amor y pasión protagonizada por el arzobispo Alfonso II de Fonseca. Resulta que este arzobispo, orgulloso y rico señor de su tiempo, hubo de abandonar su Galicia y se estableció en Salamanca, con un numeroso protocolo y servicio semi -regio. Le acompañó la hermosa dama doña María de Ulloa, señora de Combados, gallega bellísima con la que el arzobispo convivía amancebado en su tierra.
La intransigente nobleza salmantina no toleró tales amores eclesiásticos y desdeñaron públicamente al arzobispo y a la dama, objeto de habladurías y murmuraciones. El fiero, rico y orgulloso don Alfonso decidió levantar para su dama un castillo, con más de 40 aposentos y toda clase de lujos, y al que jamás se dignó invitar a la nobleza local salmantina. En tal castillo vivieron su amor don Alfonso y doña María, y allí nació el hijo de ambos, Alfonso III, quien, al igual que su padre, también habría de alcanzar la dignidad arzobispal en la Iglesia y que en el mismo castillo protagonizaría una larga aventura con doña Juana de Pimentel.
Otros, la mayoría de los peregrinos de las catedrales, en vez de desplazarse a pasar unos días con estos recuerdos al “dichoso” castillo -hoy parador- del “Buen Amor”, toman el camino antiguo de Madrid, aguas arriba del Tormes, y a siete kilómetros de distancia, visitan la finca que antes de la Desamortización fuera “Huerta de los Agustinos”, conocida como “La Flecha” , en cuyos alrededores Fray Luís de León escribiera la oda poética, “¡Qué descansada vida”, a la que , entre otros pertenecen estos versos:
“¡Oh monte,0h fuente, oh río, / oh secreto seguro deleitoso ¡/. Roto casi el navío,/a vuestro albo reposo,/ huyo de aqueste mar tempestuoso/. Vivir quiero conmigo, / gozar quiero del bien que debo al cielo/ a solas, sin testigo/ libre de amor, de celo,/ de odio, de esperanza, y de recelo/… Del monte en la ladera/ por mi mano plantado tengo un huerto/, que con la primavera/, de bella flor cubierto/ ya nuestra en esperanza/ el fruto cierto”