El cine a través de los ojos de la Teología "Robot Salvaje": la difícil paternidad
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Creo que ha sido la mejor película de 2024. Una apasionante joya del cine en el género de animación, que suscitó en mí una constante pregunta poética –¿y si...?"
La humilde sencillez imaginativa, la invitación a la introspección y lo agridulce de esta obra fabulística la convierten en algo poderoso, crudo y meditativo
Vibrantes personajes y paisajes expresionistas contrastan a la perfección con el impresionismo de la cuidada estética de la animación
Vibrantes personajes y paisajes expresionistas contrastan a la perfección con el impresionismo de la cuidada estética de la animación
| Alexandre Freire Duarte
Tras una prolongada ausencia, vuelvo, por un tiempo incierto, a estos comentarios teológico-espirituales sobre películas sobresalientes con la que considero la mejor película de 2024: “Robot Salvaje”. Esta obra es una apasionante joya del cine en el género de animación, que suscitó en mí una constante pregunta poética –“¿y si...?” – y respuestas mucho mejores para el momento actual que el reciente texto de la Santa Sede sobre la Inteligencia Artificial.
La humilde sencillez imaginativa, la invitación a la introspección y lo agridulce de esta compasiva y conmovedora obra fabulística, la convierten en algo poderoso, crudo y meditativo (cuando no contemplativo) en su transcurso, al ritmo de conflictos temáticos internos (a veces con granos de escepticismo).
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Los vibrantes personajes y los paisajes expresionistas contrastan a la perfección con el impresionismo de la cuidada estética de la animación (que se asemeja a una suma de brillantes acuarelas en movimiento). Las cámaras se mueven astutamente por el espacio resultante de este contraste, con una modestia que permite a la naturaleza (ella misma casi con emociones) abrazar a los personajes, creando un minucioso mundo de asombro.
Fue difícil elegir tres temas sobre los que reflexionar teológicamente entre la topera que nos presenta esta obra. Pero conseguí llegar a algo que creo ser satisfactorio. El primero de ellos es el hecho de que nuestra persona está a la distancia de un despegue, por amor generoso, de los instintos que nos programan antes de nuestro consentimiento. Pero si nos desprogramamos de lo exclusivamente biológico y abrirnos a los demás, adquiriremos habilidades que, por tontas que puedan parecer a muchos, muestran que el amor crístico y cruciforme es el polo magnético del sentido de nuestra vida. Aquel para cuya búsqueda nunca estamos preparados, pero que es nuestra alegría.
Luego, en segundo lugar y en línea con lo dicho anteriormente, recordar que sólo sabremos dónde están “nuestros muertos” cuando sepamos dónde están “nuestros vivos”. Afligidos por las máscaras de funciones incógnitas y actitudes que se cree que son las únicas apropiadas; endurecido por nuestros desengaños; hostiles por los dolores estériles de la servidumbre rígida, no damos el paso hacia una vida personal en el Señor Jesús. Aquel en Quien los vivos viven y que nos advierte que no busquemos a los muertos (en realidad, a los «muy vivos») sino en una comunión de espíritus donde nuestra mera individualidad se desvanece en el Corazón de Cristo, porque cesan todas las diferencias accesorias y la mayor cercanía está en la distancia absoluta.
Por último, saber –todos los que somos mamás y papás– que el poder de la bondad transmitida, a distintos costes y con dolor gozoso, a nuestros hijos puede cambiar el mundo cuando descubran, entre lo convencional, la aventura de navegar en por el corazón filtrado por la razón. Y todo esto, dando lo mejor de nosotros mismos, según los criterios mesiánicos de Jesús, día tras día y empeño tras empeño, en medio de miedos, alborozos, preocupaciones y pesares que acabamos por no querer cambiar por nada. De hecho, en todo esto vemos la sombra de la Cruz que se extiende hacia el Sepulcro vacío.
En resumen: “Robot Salvaje” muestra que morir de y por amor es vencer a la muerte en el poder de dar lo que somos, en lo que revela el verdadero rostro de la libertad, la cual nos sitúa voluntariamente al lado de los más desamparados. Al lado de alguien que ni siquiera se da cuenta de lo mucho que se le quiere porque sigue involuntariamente apegado a su “ego” primitivo y privado.
(EEUU, Japón; 2024; dirigido por Chris Sanders; con a voz de Lupita Nyong’o, Pedro Pascal, Kit Connor, Bill Nighy y Stephanie Hsu)
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