El museo de los franciscanos atesora piezas extraordinarias de los Santos Lugares Un trozo de Tierra Santa en Compostela

(José M. Vidal, Santiago de Compostela).- Una joya, una perla sobre Tierra Santa escondida en Compostela. El monumental convento de los franciscanos de Santiago alberga un museo, prácticamente desconocido por el gran público, a pesar de ser uno de los mejor dotados en piezas históricas de los Santos Lugares. Una muestra valiosísima que recorre la historia del país de Jesús. O, como dice, el padre Castro Miramonte, "un trozo de Tierra Santa en Compostela".

La muestra del museo (pendiente de reorganización) se rige por criterios históricos. Por eso, el recorrido se inicia en la prehistoria y concluye con la creación del Estado de Israel, pasando por la época romana y bizantina o las ocupaciones turca y musulmana, a través de piezas originales, procedentes en su mayoría de las actividades del Instituto Arqueológico Franciscano en Tierra Santa.

Vasijas para conservar perfumes y ungüentos, lacrimales, monedas (entre ellas, los famosos denarios de la época de Cristo) y, sobre todo, una enorme cantidad de ánforas y de lámparas de aceite. Las famosas lámparas de las vírgenes necias y prudentes que conocemos por el relato evangélico.

También hay tallas en madera de olivo, representando diversas escenas bíblicas. Desde la última cena a los Reyes Magos o la huída de la Sagrada Familia a Egipto. Un apartado especial está dedicado a la orfebrería y a los ornamentos de les diferentes culturas de Tierra Santa: cristiana, musulmana y judía.

La muestra recoge, asimismo, los libros sagrados de las tres grandes religiones: Una Biblia, una Torá y un Corán, asi como diversos aperos litúrgicos, como rosarios o filacterias.

En medio de una de las salas del museo, destaca la maqueta del Santo Sepulcro, obra del franciscano Bartolomé de las Heras. Una obra extraordinaria, que reproduce no sólo el exterior de una de las basílicas más importantes del cristianismo, sino también los frescos, tallas y mobiliario de su interior.

Otro apartado especial para los preciosos objetos de nácar, una artesanía introducida en Tierra Santa por los franciscanos. Desde dos impresionantes cruces, hasta rosarios, escenas del Evangelio, cajas y cuadros. Como una preciosa reproducción de la última cena, otra del santo sepulcro y otra de la mezquita de Al Aqsa.

Objetos especiales, como un trozo de la tubería del acueducto de Poncio Pilato, que iba desde Wadi Arub al templo de Jerusalén, o la espada de Godofredo de Bouillon o los restos antiguos de la gruta de Belén, con su estrella de bronce marcada con una inscripción y el mármol que la rodea. O un cuadro, en el claustro, en el que aparece el Papa Francisco con hábito franciscano, acompañado de varios frailes, entre ellos monseñor Agrelo y fray Castro Miramonte.

El amor, camino de la paz

Al final, la muestra se detiene en la época de la ocupación británica y la II Guerra Mundial, con sus bombas, proyectiles, arcabuces y cascos. Incluso, un casco perforado por la metralla. Por eso, al lado de los artilugios bélicos, el padre Miramonte mandó colocar un bello cuadro de una puesta de sol, con la siguiente inscripción en varias lenguas: "El amor es el camino de la paz".

Al comienzo de la exposición se encuentra la foto de Fray Juan Rodríguez Legísima(1884-1984), el artífice de este extraordinario museo, que fue inaugurado en 1993 por la Infanta Cristina, siendo presidente de la Xunta, Don Manuel Fraga, y ministro de la provincia franciscana de Santiago, Fray José Rodríguez Carballo, actual número dos de la congregación para la Vida Religiosa.

El convento de San Francisco de Santiago se remonta al año 1214, cuando, según la tradición, San Francisco de Asís visitó la ciudad como peregrino, según recoge una gran lápida en la portería. Dice la tradición que el santo de Asís fue acogido por la familia compostelana de un carbonero llamado Cotolai.

San Francisco le encomendó al carbonero construir un monasterio y, cuando le replicó que no tenía recursos, le mostró un tesoro cerca de la ermita de San Paio do Monte, que le permitiría llevar a cabo la obra. Val de Deus (Valle de Dios) era un terreno propiedad del monasterio benedictino de San Martiño Pinario, que lo cedió a cambio de una cesta anual de pescado, que todavía entregan hoy los franciscanos a las benedictinas de Herbón.

El convento primitivo se vino abajo a comienzos del siglo XVIII y no quedan de él más que cinco arcos apuntados, que se conservan en el claustro principal y el sepulcro de Cotolai. Hoy, gran parte del convento está ocupado por un Hotel Monumento, que da trabajo a 60 personas y proporciona ingresos a la comunidad para los centros sociales que tienen en el convento y para el museo de Tierra Santa, la perla escondida de Compostela. Y es que, como dice el refrán, "por amigo o por hermano, todo el mundo es franciscano".

Volver arriba