¿Una Iglesia “selfie”?
Estos días tuve, con un buen amigo, una acalorada discusión. Uno de los temas más candentes y de actualidad nos ocupaba. Empezó con una introducción muy clásica: “en nuestro tiempo”. De entrada me lo puso muy fácil. Evidentemente, en nuestro tiempo, los jóvenes éramos jóvenes de nuestro tiempo. En “este tiempo” los jóvenes son muy distintos y eso salta a la vista. Pero él apelaba a una serie de tópicos típicos, salpicando críticas a los maestros, profesores y padres. Para él, ayer, hoy y siempre, los jóvenes tienen las mismas características. No hay nada que los haga diferentes. Lo que hace falta, lo que se necesita es… A partir de aquí, podemos añadir al gusto lo que queramos. Es posible que tuviera razón en algunas cosas, pero no en todo.
La tesis era que, aunque la estética sea diferente, las exigencias, los desplantes, las características son las mismas. La discusión fue derivando por derroteros sociológicos. Datos del pasado y del presente. Evidentemente el aprecio mutuo nos empujaba a empatizar, pero sin ceder un ápice, cada uno, de nuestras posiciones. Tampoco caímos en los ataques subjetivos del estilo: ¿Estarías de acuerdo o aceptarías que un nieto un hijo tuyo hiciera ésto o lo otro? ¿O te saliera así o de otra manera?
Finalmente, como ambos somos “de Iglesia”, la cosa se trasladó a terrenos eclesiales. ¿Donde estay hoy los jóvenes en la Iglesia? ¿Los hay? Los movimientos eclesiales que ofrecen doctrina sólida y segura tienen jóvenes. Todo lo demás es menos significativo. En parte tenía razón. Pero también los hay rondando en Universidades católicas, colegios religiosos, movimientos juveniles…, aunque ahí no existe una estructura sólida de continuidad seria y rigurosa-me replicaba-. Eso está sujeto al “buen hacer y a la buena voluntad del animador de turno”.
La pregunta latente era ¿de qué forma podemos acercarnos a una juventud que tenemos en nuestras manos y cómo podemos hacerles propuestas atractivas?. ¿Cómo hablar de Jesús a esta generación del “piercing”, de los “tatuajes”, de las rastas y de los “jeans” rotos? Todo eso es la misma expresión de rebeldía y autonomía que teníamos nosotros, pero que ahora lo expresan así. Mi amigo, de manera muy severa, afirmaba que no valía la pena perder el tiempo con ellos. Esa juventud esta reventada de hedonismo y nihilismo. Nosotros teníamos el secreto, los valores. También ellos. No cabe duda. ¿Habrá que dejarles que pasten y, si regresan como el hijo pródigo, acogerles paternalmente; y, de momento, sufrir su alejamiento?. Esta es única solución, afirmaba solemnemente mi amigo.
A lo mejor tenemos que dejar las noventa y nueve que van solas…¿Y tú que harías? No lo sé. Y, de pronto, me acordé del Papa Francisco, haciéndose un “selfie” con unos jóvenes. Pues eso, hacerme un “selfie”. Bromeas.
¿Qué puede significar hacerse un “selfie” con los jóvenes? A cada uno el interpretar este gesto. Pero en la sociedad “instagram”, con todos sus defectos y virtudes, la foto ha recuperado su “status”, ya no es simplemente el testimonio de algo que se pone por delante de una cámara: paisajes , personas, cosas.… La foto es el reflejo de la iniciativa y creatividad de los jóvenes. Es cierto que no todo es positivo, desde nuestras coordenadas. Pero hacerse un “selfie” con los jóvenes puede ser el inicio de algo, la posibilidad de un movimiento empático, una complicidad, un reconocimiento. Un “selfie” no justifica nada, ni bendice nada. Por eso hay que “selfiarse” sin miedo con la gente joven.
Hacerse un “selfie” con los jóvenes puede significar, también que aceptamos la diferencia inclusiva e integradora. La “autoexclusión” de los jóvenes, que nos preocupa, no se combate vendiendo una “Iglesia low cost”. No es este el objetivo, sino una Iglesia cercana a ellos, preocupada por ellos, que cuenta con ellos para la foto. Pero para esto tenemos que escucharles atentamente. Su horizonte vital y su mundo simbólico son muy diferentes a los nuestros, por eso la oportunidad del “selfie”, que nos pone, al menos, en el mismo marco. Y, más cosas.
Unos de los temas que los jóvenes acogen con simpatía es la solidaridad, el compromiso. Se sienten cómodos con eso. Lo hemos de aprovechar. El próximo Sínodo de los jóvenes nos tiene que llevar a muchas discusiones de este tipo. Y hay organizaciones que se han apuntado al “Hagan lío” que les dijo el Papa a los jóvenes en Río. Aunque nos cueste hagamos lío con ellos. Tenemos que tocar realidad juvenil para que de ellos puedan salir propuestas significativas para su generación, que tiene, a su manera, sentido y sed de la Trascendencia. Invitarles a participar en un proyecto de transformación. Comprometerse e invitar a otros jóvenes a formar parte de un espacio cristiano de ciudadanía y transformación social. Buscar cuál es la inspiración y la fuerza de arrastre y ver las implicaciones que puede tener en sus vidas.
Hasta aquí, me escuchaba atentamente, mi amigo. Al final nos dimos un abrazo, que sellaba nuestra sincera preocupación desde dos perspectivas distintas. ¡Hay trabajo!
La tesis era que, aunque la estética sea diferente, las exigencias, los desplantes, las características son las mismas. La discusión fue derivando por derroteros sociológicos. Datos del pasado y del presente. Evidentemente el aprecio mutuo nos empujaba a empatizar, pero sin ceder un ápice, cada uno, de nuestras posiciones. Tampoco caímos en los ataques subjetivos del estilo: ¿Estarías de acuerdo o aceptarías que un nieto un hijo tuyo hiciera ésto o lo otro? ¿O te saliera así o de otra manera?
Finalmente, como ambos somos “de Iglesia”, la cosa se trasladó a terrenos eclesiales. ¿Donde estay hoy los jóvenes en la Iglesia? ¿Los hay? Los movimientos eclesiales que ofrecen doctrina sólida y segura tienen jóvenes. Todo lo demás es menos significativo. En parte tenía razón. Pero también los hay rondando en Universidades católicas, colegios religiosos, movimientos juveniles…, aunque ahí no existe una estructura sólida de continuidad seria y rigurosa-me replicaba-. Eso está sujeto al “buen hacer y a la buena voluntad del animador de turno”.
La pregunta latente era ¿de qué forma podemos acercarnos a una juventud que tenemos en nuestras manos y cómo podemos hacerles propuestas atractivas?. ¿Cómo hablar de Jesús a esta generación del “piercing”, de los “tatuajes”, de las rastas y de los “jeans” rotos? Todo eso es la misma expresión de rebeldía y autonomía que teníamos nosotros, pero que ahora lo expresan así. Mi amigo, de manera muy severa, afirmaba que no valía la pena perder el tiempo con ellos. Esa juventud esta reventada de hedonismo y nihilismo. Nosotros teníamos el secreto, los valores. También ellos. No cabe duda. ¿Habrá que dejarles que pasten y, si regresan como el hijo pródigo, acogerles paternalmente; y, de momento, sufrir su alejamiento?. Esta es única solución, afirmaba solemnemente mi amigo.
A lo mejor tenemos que dejar las noventa y nueve que van solas…¿Y tú que harías? No lo sé. Y, de pronto, me acordé del Papa Francisco, haciéndose un “selfie” con unos jóvenes. Pues eso, hacerme un “selfie”. Bromeas.
¿Qué puede significar hacerse un “selfie” con los jóvenes? A cada uno el interpretar este gesto. Pero en la sociedad “instagram”, con todos sus defectos y virtudes, la foto ha recuperado su “status”, ya no es simplemente el testimonio de algo que se pone por delante de una cámara: paisajes , personas, cosas.… La foto es el reflejo de la iniciativa y creatividad de los jóvenes. Es cierto que no todo es positivo, desde nuestras coordenadas. Pero hacerse un “selfie” con los jóvenes puede ser el inicio de algo, la posibilidad de un movimiento empático, una complicidad, un reconocimiento. Un “selfie” no justifica nada, ni bendice nada. Por eso hay que “selfiarse” sin miedo con la gente joven.
Hacerse un “selfie” con los jóvenes puede significar, también que aceptamos la diferencia inclusiva e integradora. La “autoexclusión” de los jóvenes, que nos preocupa, no se combate vendiendo una “Iglesia low cost”. No es este el objetivo, sino una Iglesia cercana a ellos, preocupada por ellos, que cuenta con ellos para la foto. Pero para esto tenemos que escucharles atentamente. Su horizonte vital y su mundo simbólico son muy diferentes a los nuestros, por eso la oportunidad del “selfie”, que nos pone, al menos, en el mismo marco. Y, más cosas.
Unos de los temas que los jóvenes acogen con simpatía es la solidaridad, el compromiso. Se sienten cómodos con eso. Lo hemos de aprovechar. El próximo Sínodo de los jóvenes nos tiene que llevar a muchas discusiones de este tipo. Y hay organizaciones que se han apuntado al “Hagan lío” que les dijo el Papa a los jóvenes en Río. Aunque nos cueste hagamos lío con ellos. Tenemos que tocar realidad juvenil para que de ellos puedan salir propuestas significativas para su generación, que tiene, a su manera, sentido y sed de la Trascendencia. Invitarles a participar en un proyecto de transformación. Comprometerse e invitar a otros jóvenes a formar parte de un espacio cristiano de ciudadanía y transformación social. Buscar cuál es la inspiración y la fuerza de arrastre y ver las implicaciones que puede tener en sus vidas.
Hasta aquí, me escuchaba atentamente, mi amigo. Al final nos dimos un abrazo, que sellaba nuestra sincera preocupación desde dos perspectivas distintas. ¡Hay trabajo!