En Jerusalén: Francisco versus Trump
Si alguien sabe perfectamente lo que supone trasladar a Jerusalén la embajada norteamericana es el Presidente de los Estados Unidos. No cabe duda que, desde el punto de vista administrativo, con la presencia de los dos potentes consulados ( en Jerusalén Este y Oeste), los americanos se encuentran bien servidos. Por lo tanto no es este el problema. ¿Qué pretende Trump? ¿Cumplir una promesa electoral que le resulta relativamente fácil, mientras que deja en el baúl de los recuerdos otras propuestas más relevantes para su país?
Antes de plantear lo que supone este paso tan decisivo, es importante tener en cuenta algunos parámetros decisivos. La administración norteamericana se encuentra confrontada a algunos problemas internos, incluso de legitimidad, muy serios en comisiones del Congreso y del Senado, por cuestiones de espionaje y otras hierbas amargas. Por otro lado, la relación con el Kremlin no es tan dulce como se esperaba, ni tampoco se tiene claro como afrontar a Corea del Norte sin crear un conflicto nuclear. Todo esto es una coctelera que pide a gritos una buena cortina de humo.
Tampoco podemos olvidar que los analistas de la Casablanca conocen al dedillo, la débil posición política del Presidente Palestino. Abas. No termina de cerrar el circulo de la reconciliación interior. El proceso de conversaciones con Hamas, auspiciado por Egipto, tiene muchas dificultades, sobre todo si se interpreta en clave electoral. Mahmoud Abas necesita legitimar una breve continuidad en el cargo, para garantizarse su capacidad de elegir un posible sucesor entre sus huestes. Además, justamente anda desesperado buscando un delfín. Unas elecciones presidenciales y, también unas legislativas, llaman a la puerta de su despacho desde hace unos años. Esta debilidad política es bien conocida por los hombres de Trump. Por eso le pillan con el paso cambiado. Este es el momento político para esa maniobra.
Las consecuencias de esta mudanza son múltiples y complejas. Las cancillerías de los países árabes, de manera muy diversa, están reaccionando. Al pairo de sus poblaciones y de sus palestinos, unos con la boca pequeña y otros un poco más alto, protestarán; y, sin duda, alguna manifestación delante de sus embajadas es posible que tenga lugar. En Europa, convocadas por las fuerzas de izquierda, también tendrán lugar protestas en algunas ciudades…
Sin embargo, la peor parte se dará en los territorios palestinos, y en la misma Jerusalén. Probablemente estaremos ante un nuevo levantamiento. Y ojalá me equivoque. Si esto sucede, asistiremos a, una vez más, víctimas por ambas partes. Más numerosas en el lado palestino. Sin olvidar, que esto alimenta a los radicales. A los que no necesitan razones para asesinar, pero que esperan cualquier pretexto para subirse a una furgoneta o a un camión, y llevarse por delante a pacíficos ciudadanos.
Una medida absolutamente innecesaria que en el tablero de Oriente Medio, supone un paso cualitativo muy decisivo. Las conversaciones de paz con los israelíes, desde este momento, tienen un obstáculo añadido. Y al problema interno palestino se le añade un elemento desestabilizador, que no contribuirá a continuar el proceso de convergencia entre Hamas y la OLP. Malos augurios por todos los lados, menos para Trump. Una más, aunque esperada, de este nefasto personaje.
Frente a todo esto, como nos informa Jesús Bastante, el Papa Francisco recuerda: ”respetar el status quo de la ciudad, en conformidad con las pertinentes resoluciones de Naciones Unidas”. Y le recuerda, sin mencionarlo, al Sr. Trump: ”la prudencia para evitar nuevos elementos de tensión en un panorama mundial ya convulso y surcado por tantos crueles conflictos”. Sin duda, una voz necesaria, pero que clama, lamentablemente, en el desierto: "No puedo dejar de mostrar mi preocupación por la situación creada en los últimos días", y añade Francisco: "Jerusalén es una ciudad única, sagrada para judíos, cristianos y musulmanes, con una vocación especial para la paz. Rezo para que tal identidad sea preservada y reforzada, para beneficio de Tierra Santa, Oriente Medio y el mundo entero”. ¿Se escuchará su voz?
Antes de plantear lo que supone este paso tan decisivo, es importante tener en cuenta algunos parámetros decisivos. La administración norteamericana se encuentra confrontada a algunos problemas internos, incluso de legitimidad, muy serios en comisiones del Congreso y del Senado, por cuestiones de espionaje y otras hierbas amargas. Por otro lado, la relación con el Kremlin no es tan dulce como se esperaba, ni tampoco se tiene claro como afrontar a Corea del Norte sin crear un conflicto nuclear. Todo esto es una coctelera que pide a gritos una buena cortina de humo.
Tampoco podemos olvidar que los analistas de la Casablanca conocen al dedillo, la débil posición política del Presidente Palestino. Abas. No termina de cerrar el circulo de la reconciliación interior. El proceso de conversaciones con Hamas, auspiciado por Egipto, tiene muchas dificultades, sobre todo si se interpreta en clave electoral. Mahmoud Abas necesita legitimar una breve continuidad en el cargo, para garantizarse su capacidad de elegir un posible sucesor entre sus huestes. Además, justamente anda desesperado buscando un delfín. Unas elecciones presidenciales y, también unas legislativas, llaman a la puerta de su despacho desde hace unos años. Esta debilidad política es bien conocida por los hombres de Trump. Por eso le pillan con el paso cambiado. Este es el momento político para esa maniobra.
Las consecuencias de esta mudanza son múltiples y complejas. Las cancillerías de los países árabes, de manera muy diversa, están reaccionando. Al pairo de sus poblaciones y de sus palestinos, unos con la boca pequeña y otros un poco más alto, protestarán; y, sin duda, alguna manifestación delante de sus embajadas es posible que tenga lugar. En Europa, convocadas por las fuerzas de izquierda, también tendrán lugar protestas en algunas ciudades…
Sin embargo, la peor parte se dará en los territorios palestinos, y en la misma Jerusalén. Probablemente estaremos ante un nuevo levantamiento. Y ojalá me equivoque. Si esto sucede, asistiremos a, una vez más, víctimas por ambas partes. Más numerosas en el lado palestino. Sin olvidar, que esto alimenta a los radicales. A los que no necesitan razones para asesinar, pero que esperan cualquier pretexto para subirse a una furgoneta o a un camión, y llevarse por delante a pacíficos ciudadanos.
Una medida absolutamente innecesaria que en el tablero de Oriente Medio, supone un paso cualitativo muy decisivo. Las conversaciones de paz con los israelíes, desde este momento, tienen un obstáculo añadido. Y al problema interno palestino se le añade un elemento desestabilizador, que no contribuirá a continuar el proceso de convergencia entre Hamas y la OLP. Malos augurios por todos los lados, menos para Trump. Una más, aunque esperada, de este nefasto personaje.
Frente a todo esto, como nos informa Jesús Bastante, el Papa Francisco recuerda: ”respetar el status quo de la ciudad, en conformidad con las pertinentes resoluciones de Naciones Unidas”. Y le recuerda, sin mencionarlo, al Sr. Trump: ”la prudencia para evitar nuevos elementos de tensión en un panorama mundial ya convulso y surcado por tantos crueles conflictos”. Sin duda, una voz necesaria, pero que clama, lamentablemente, en el desierto: "No puedo dejar de mostrar mi preocupación por la situación creada en los últimos días", y añade Francisco: "Jerusalén es una ciudad única, sagrada para judíos, cristianos y musulmanes, con una vocación especial para la paz. Rezo para que tal identidad sea preservada y reforzada, para beneficio de Tierra Santa, Oriente Medio y el mundo entero”. ¿Se escuchará su voz?