Ni la demonización, ni la canonización de las redes sociales
Los padres y educadores asisten con mucha frecuencia impotentes ante la irrupción de los videojuegos y las redes sociales en la vida de sus hijos y alumnos. Tenemos que añadir también las series de televisión, que prefiero no citar algunas conocidas para no publicitarlas, en las que les muestran a los jóvenes, la realidad de una irrealidad muchas veces bastante superficial o irrelevante. El enganche de manera adictiva a las redes sociales y a las series de televisión está al orden del día, generando una dependencia patológica, por parte de muchos chavales, que pasan horas y horas del día ante las pantallas, pequeñas o grandes. El corolario de estas situaciones es la tensión familiar y la ruptura de la convivencia en los hogares, como consecuencia de las actitudes muchas veces represivas de los padres. Los gritos, los reproches y las mentiras abundan en las familias. Muchos padres no saben que hacer, se siente impotentes…
Para bien o para mal, las redes sociales y las series televisivas, no son nunca neutrales. Ambas vehiculan valores positivos y valores negativos. En sí mismas, ni son buenas, ni malas. El uso que se hace de ellas es lo que, a nivel personal, las puede convertir en un infierno o una oportunidad. Las redes sociales nos abren de una manera cualitativa a la formación, a la información y a la comunicación. Y, esto de manera fehaciente, ya que aceptamos las propuestas formativas, informadas y comunicativas que nos interesan, y nos son cercanas. Uno puede crear o elegir su propio mercado sin ningún problema. La elección selectiva ante las avalanchas genera madurez y sentido crítico. Por otro lado, las redes sociales y las series televisivas vocacionalmente buscan transmitir sus propios valores que muchas veces no coinciden con los nuestros. Por eso, tenemos que acercarnos a ellas, jóvenes y adultos, con temor y temblor, con serenidad y lucidez,. Un serio discernimiento se impone para aproximarnos, sin prejuicios, a ese mundo telúrico y fascinante.
¿Qué hacer ante muchas situaciones? Sin duda, pedagogos y psicólogos maduros y serios, abogan por el diálogo y la negociación, entre padres e hijos, entre educadores y alumnos, pero nunca en plano de igualdad, sino desde la posición de cada uno. Un dialogo desde la horizontalidad seria nefasto y falsearía la realidad. Nadie puede dejar de ser lo que es (padre, educador), ni ceder un ápice en sus posiciones en pro de un paz ficticia. Otra cosa es ponerse en la piel del otro para intentar consensuar comportamientos sensatos en este campo tan delicado. No obstante los retos que nos plantean las redes sociales y las series televisivas es todavía muy reciente, y la sociedad necesita tiempo para asimilar estos procesos tan complejos. Pero las resoluciones de los conflictos actuales nos servirán posiblemente de guía para otear el horizonte. Los problemas futuros, probablemente serán de otra índole, pero los mecanismos de solución puede que sean los mismos.
Las redes sociales y la series de televisión son, por lo tanto una fatalidad o una oportunidad. Un careo sincero para analizar la situación en cada familia se impone con la ayuda de técnicos (psicólogos, pedagogos..), cuando se sospecha que la situación desborda lo razonable. De se modo se pueden encontrar las mejores soluciones a los problemas concretos de adicción patológica.
Por supuesto que en lo que respecta a la Iglesia, las redes sociales, como dirían los clásicos, es uno de los púlpitos de nuestro tiempo. Seguramente la evangelización de hoy de mañana pase también por estos medios. A pesar de todos los múltiples problemas que plantean, sin embargo la ausencia de estar presente en ellas es letal, ya que por medio de ellas podemos penetrar en determinadas capas jóvenes de la sociedad. La Iglesia necesita buenos comunicadores de las redes sociales, particularmente que sean capaces de crear redes atractivas para los jóvenes. Sin duda de cara al próximo Sínodo de los jóvenes esto puede ser decisivo. Inundar las redes sociales de mensajes “trending top”, con iniciativas, propuestas, plegarias sería estupendo. Los jóvenes de Iglesia deberían crear espacios de sano y sereno debate, para que lluevan “likes” auténticos, creadores de una Iglesia joven y con ganas de rejuvenecerse. El Papa Francisco está muy activo en ellas…
Para bien o para mal, las redes sociales y las series televisivas, no son nunca neutrales. Ambas vehiculan valores positivos y valores negativos. En sí mismas, ni son buenas, ni malas. El uso que se hace de ellas es lo que, a nivel personal, las puede convertir en un infierno o una oportunidad. Las redes sociales nos abren de una manera cualitativa a la formación, a la información y a la comunicación. Y, esto de manera fehaciente, ya que aceptamos las propuestas formativas, informadas y comunicativas que nos interesan, y nos son cercanas. Uno puede crear o elegir su propio mercado sin ningún problema. La elección selectiva ante las avalanchas genera madurez y sentido crítico. Por otro lado, las redes sociales y las series televisivas vocacionalmente buscan transmitir sus propios valores que muchas veces no coinciden con los nuestros. Por eso, tenemos que acercarnos a ellas, jóvenes y adultos, con temor y temblor, con serenidad y lucidez,. Un serio discernimiento se impone para aproximarnos, sin prejuicios, a ese mundo telúrico y fascinante.
¿Qué hacer ante muchas situaciones? Sin duda, pedagogos y psicólogos maduros y serios, abogan por el diálogo y la negociación, entre padres e hijos, entre educadores y alumnos, pero nunca en plano de igualdad, sino desde la posición de cada uno. Un dialogo desde la horizontalidad seria nefasto y falsearía la realidad. Nadie puede dejar de ser lo que es (padre, educador), ni ceder un ápice en sus posiciones en pro de un paz ficticia. Otra cosa es ponerse en la piel del otro para intentar consensuar comportamientos sensatos en este campo tan delicado. No obstante los retos que nos plantean las redes sociales y las series televisivas es todavía muy reciente, y la sociedad necesita tiempo para asimilar estos procesos tan complejos. Pero las resoluciones de los conflictos actuales nos servirán posiblemente de guía para otear el horizonte. Los problemas futuros, probablemente serán de otra índole, pero los mecanismos de solución puede que sean los mismos.
Las redes sociales y la series de televisión son, por lo tanto una fatalidad o una oportunidad. Un careo sincero para analizar la situación en cada familia se impone con la ayuda de técnicos (psicólogos, pedagogos..), cuando se sospecha que la situación desborda lo razonable. De se modo se pueden encontrar las mejores soluciones a los problemas concretos de adicción patológica.
Por supuesto que en lo que respecta a la Iglesia, las redes sociales, como dirían los clásicos, es uno de los púlpitos de nuestro tiempo. Seguramente la evangelización de hoy de mañana pase también por estos medios. A pesar de todos los múltiples problemas que plantean, sin embargo la ausencia de estar presente en ellas es letal, ya que por medio de ellas podemos penetrar en determinadas capas jóvenes de la sociedad. La Iglesia necesita buenos comunicadores de las redes sociales, particularmente que sean capaces de crear redes atractivas para los jóvenes. Sin duda de cara al próximo Sínodo de los jóvenes esto puede ser decisivo. Inundar las redes sociales de mensajes “trending top”, con iniciativas, propuestas, plegarias sería estupendo. Los jóvenes de Iglesia deberían crear espacios de sano y sereno debate, para que lluevan “likes” auténticos, creadores de una Iglesia joven y con ganas de rejuvenecerse. El Papa Francisco está muy activo en ellas…