El teléfono rojo del Papa, número desconocido
En la llamada época de la “guerra fría” entre Estados Unidos y la antigua Unión Soviética se hizo famoso el teléfono rojo, que en caso de emergencia posibilitaba la comunicación directa a los presidentes de ambos países. Una especie de teléfono anti catástrofes.
De lo que no cabe duda es que el teléfono, desde su invención por Antonio Meucci, ha servido para cualificar las relaciones humanas. Una aclaración: Alexander Graham Bell fue considerado el inventor del teléfono, junto a Elisha Gray, pero no fue el inventor, sino el primero en patentarlo. Meucci lo construyó para conectar su oficina (en la planta baja de su casa) con su dormitorio (en el segundo piso), debido a que su esposa estaba inmovilizada por reumatismo.
Todavía recuerdo la centralita de mi pueblo; allí acudía todo el mundo, y por allí transitaba la vida de sus habitantes. El ciclo vital completo: nacimientos, defunciones, bautizos, bodas…alegrías y penas. Todas esas noticias se convertían en el delicado material para los comentarios del pueblo. La gente, no estaba acostumbrada a uso del teléfono y gritaba en la cabina. La intimidad se diluía. Al lugar de encuentro tradicional, las fuentes, se le añadían las conferencias de los familiares o amigos, como medio para enterarse o curiosear la vida de los demás. Eran las notas de sociedad de los pueblos.
En principio no nos imaginábamos un Papa tan telefónico, pero así es y me parece estupendo. Este medio forma parte de una personalidad tan comunicativa como la suya y, sobre todo acorde con su estilo de vida: la elección de Santa Marta, como el lugar en que celebra la eucaristía diaria muy acompañado, y no digamos las comidas, en las que le gusta departir con la gente.
Pero cabe preguntarse por qué llama el Papa por teléfono. La respuesta es clara, porque lo necesita. Estoy convencido que, de vez en cuando, llama a sus amigos más cercanos de la lejana Argentina para saber de las “cuitas” de esas tierras, y también para desahogarse de sus múltiples problemas y situaciones. Uno no corta tan fácilmente las raíces profundas de un árbol, y tampoco sería bueno. Por eso el teléfono es para él el cordón umbilical que le une como buen argentino a su tierra. Con estos interlocutores, sin duda, no dice soy el Papa, sino soy Jorge. Ya conocen bien su voz y el tono de sus palabras.
¿Qué pasa con las llamadas, en las que dice “soy el Papa”? Un amigo, que recibió una de ellas se quedó absolutamente descolocado. Era inesperada, podía ser verdad o una tomadura de pelo. Necesitó tiempo para reaccionar, como relataba recientemente Castillo. El Papa hace estas llamadas, porque la mayoría de las veces son situaciones que le llegan al corazón, y que es la única manera de poder manifestar su cercanía en esas circunstancias. Y llama, porque necesita decirle a esa persona concreta que quiere encontrarse con ella, o simplemente expresarle su compresión, su cariño, su solidaridad. Y me costa que también su email personal es vehículo de comunicación.
Un Papa que no sólo necesita comunicar, sino también, como todos los seres humanos, hablar a los cercanos lejanos y también a los que el Señor ha puesto en su camino. Muchos se identifican con las llamadas de los que sabemos que “han sido agraciados”. Estoy convencido que le faltarían horas para poder comunicarse con las múltiples situaciones de todo tipo que le deben llegar diariamente. En esta línea me uno al hastag: #papallamaacasaldaliga. En su 90 cumpleaños.
Más que teléfono rojo, habría que llamarlo “verde” de esperanza, y como es lógico “número desconocido”, que busca al ser humano necesitado de su palabra.
De lo que no cabe duda es que el teléfono, desde su invención por Antonio Meucci, ha servido para cualificar las relaciones humanas. Una aclaración: Alexander Graham Bell fue considerado el inventor del teléfono, junto a Elisha Gray, pero no fue el inventor, sino el primero en patentarlo. Meucci lo construyó para conectar su oficina (en la planta baja de su casa) con su dormitorio (en el segundo piso), debido a que su esposa estaba inmovilizada por reumatismo.
Todavía recuerdo la centralita de mi pueblo; allí acudía todo el mundo, y por allí transitaba la vida de sus habitantes. El ciclo vital completo: nacimientos, defunciones, bautizos, bodas…alegrías y penas. Todas esas noticias se convertían en el delicado material para los comentarios del pueblo. La gente, no estaba acostumbrada a uso del teléfono y gritaba en la cabina. La intimidad se diluía. Al lugar de encuentro tradicional, las fuentes, se le añadían las conferencias de los familiares o amigos, como medio para enterarse o curiosear la vida de los demás. Eran las notas de sociedad de los pueblos.
En principio no nos imaginábamos un Papa tan telefónico, pero así es y me parece estupendo. Este medio forma parte de una personalidad tan comunicativa como la suya y, sobre todo acorde con su estilo de vida: la elección de Santa Marta, como el lugar en que celebra la eucaristía diaria muy acompañado, y no digamos las comidas, en las que le gusta departir con la gente.
Pero cabe preguntarse por qué llama el Papa por teléfono. La respuesta es clara, porque lo necesita. Estoy convencido que, de vez en cuando, llama a sus amigos más cercanos de la lejana Argentina para saber de las “cuitas” de esas tierras, y también para desahogarse de sus múltiples problemas y situaciones. Uno no corta tan fácilmente las raíces profundas de un árbol, y tampoco sería bueno. Por eso el teléfono es para él el cordón umbilical que le une como buen argentino a su tierra. Con estos interlocutores, sin duda, no dice soy el Papa, sino soy Jorge. Ya conocen bien su voz y el tono de sus palabras.
¿Qué pasa con las llamadas, en las que dice “soy el Papa”? Un amigo, que recibió una de ellas se quedó absolutamente descolocado. Era inesperada, podía ser verdad o una tomadura de pelo. Necesitó tiempo para reaccionar, como relataba recientemente Castillo. El Papa hace estas llamadas, porque la mayoría de las veces son situaciones que le llegan al corazón, y que es la única manera de poder manifestar su cercanía en esas circunstancias. Y llama, porque necesita decirle a esa persona concreta que quiere encontrarse con ella, o simplemente expresarle su compresión, su cariño, su solidaridad. Y me costa que también su email personal es vehículo de comunicación.
Un Papa que no sólo necesita comunicar, sino también, como todos los seres humanos, hablar a los cercanos lejanos y también a los que el Señor ha puesto en su camino. Muchos se identifican con las llamadas de los que sabemos que “han sido agraciados”. Estoy convencido que le faltarían horas para poder comunicarse con las múltiples situaciones de todo tipo que le deben llegar diariamente. En esta línea me uno al hastag: #papallamaacasaldaliga. En su 90 cumpleaños.
Más que teléfono rojo, habría que llamarlo “verde” de esperanza, y como es lógico “número desconocido”, que busca al ser humano necesitado de su palabra.