La opcionalidad del celibato para el ministerio es una verdad revelada. Presbíteros y obispos tienen derecho divino a ser célibes o casados El papa Francisco adopta el silencio sobre el celibato siempre que puede
El celibato no “caracteriza ni singulariza” el sacerdocio católico (y VIII)
| Rufo González
Este post lo escribo en la fiesta de Santa María Magdalena (22 julio). Como hago habitualmente, tras el rezo de Laudes y el Oficio de Lecturas, medito el evangelio del día (Jn 20,1.11-18). Este año, me ayudo del “Comentario al evangelio diario 2021”, de J. M. Castillo (La religión de Jesús. D. de Brouwer. Bilbao 2020). En los puntos 3 y 4, leo: “Hoy nos resulta difícil comprender la asombrosa libertad de Jesús respecto de las mujeres… Se dio cuenta que una cultura que no reconoce la igualdad, en dignidad y derechos de la mujer y del hombre, es inevitablemente violenta, deshumanizada y deshumanizadora. En esto está la clave que explica la conducta de Jesús con la mujer. Hay que decir, sin miedos, que la Iglesia sólo tendrá solución, autoridad y credibilidad, el día que las mujeres sean en “todo” iguales a los hombres... La “diferencia” es un “hecho”, mientras que la “igualdad” es un “derecho”. La Iglesia no puede firmar la declaración de los Derechos Humanos. Ni puede pertenecer “pleno iure” a la ONU... La sociedad avanza, mientras que la Iglesia sigue estancada. Nuestra esperanza está ahora en el papa Francisco. ¿Cómo nos dejará la Iglesia el día que falte?” (O.c. pág. 254-255).
Esta pregunta está cobrando mucho sentido estos días. La esperanza de cambios se está reduciendo ante ciertas actitudes, manifestaciones y decisiones del papa Francisco:
- No quiere admitir candidatos homosexuales en los seminarios (“ya había mucho mariconeo, como en el Vaticano”).
- “Cotillear es cosa de mujeres; los hombres llevamos los pantalones y debemos decir las cosas”. Evoca el aire de estos textos: “Juzgad vosotros mismos: ¿es apropiado que una mujer rece a Dios con la cabeza descubierta?” (1Cor 11,13). “Como en todas las iglesias de los santos, que las mujeres callen en las asambleas, pues no les está permitido hablar; más bien, que se sometan, como dice incluso la ley. Pero si quieren aprender algo, que pregunten en casa a sus maridos, pues es indecoroso que las mujeres hablen en la asamblea” (1Cor 14,35). “Que la mujer aprenda sosegadamente y con toda sumisión. No consiento que la mujer enseñe ni que domine sobre el varón, sino que permanezca sosegada” (1Tim 2,11-12).
- Como hizo Pablo VI en el Vaticano II, ha prohibido tratar en el próximo Sínodo el celibato opcional y el acceso de las mujeres al diaconado.
Celibato opcional, ordenación de la mujer y pastoral LGTBI son temas que el Papa no quiere ni dialogar. Y cuando se ha dialogado, como en el sínodo sobre la Amazonía, el mismo Papa puso sordina al tema y no dio su consenso a la voluntad mayoritaria. Como Pablo VI al final, se deja dominar por el miedo a escisiones en el entramado de la Iglesia. Pablo VI intentó y “luchó por la opcionalidad del celibato”. Era lógico tras reconocer que “Jesús mismo no puso esta condición previa en la elección de los Doce, como tampoco los Apóstoles para los que ponían al frente de las primeras comunidades cristianas -1Tim 3,2-5; Tit 1,5-6-” (Sacerd. Caelib., 5). Celso Alcaina, buen conocedor de la Curia vaticana, en tiempos de Pablo VI oficial de la Congregación de la Doctrina de la Fe, en un comentario a un artículo mío, en este blog, reconoce el deseo del Papa y minusvalora su responsabilidad personal: “A propósito de la "Sacerdotalis Coelibatus": La encíclica nace de la debilidad de Montini y de la presión de la curia, así como de viejos influyentes cardenales. Yo lo viví en la curia romana. El papa luchó por la opcionalidad del celibato. Era sensible y sufría ante las deserciones generalizadas y ante la falta de clero disponible en regiones de misión, particularmente en el lejano Oriente. No se atrevió a dar el paso, a pesar de su convicción y de haberse reservado el tema en el Concilio. Al final se doblegó. Pablo VI nada tenía de dictador. Era hamlético, tímido y cobarde. Es curioso y triste constatar que algo tan importante como la opcionalidad del celibato dependa de una frase o documento de un jefe” (RD, jueves 23 julio 2015).
Sigue siendo “triste y curioso” esta dependencia de una sola persona. De nada valen las razones para anular la vinculación necesaria entre ministerio y celibato. De nuevo cunde el desánimo en los sectores más amigos de la libertad de los hijos de Dios. Sería suficiente la primera razón, que analicé en el post de la semana pasada, para que el celibato opcional fuera un hecho en todos los ministerios: “La teología y la pastoral de la misericordia”. Las otras razones para implantar el celibato opcional son también potentes: a) La crítica del clericalismo y del sistema de poder. b) La crisis de la pedofilia. c) La belleza de la sexualidad cuyo único objetivo no es la procreación sino la felicidad de los esposos. d) La dignidad primera del bautismo que prohíbe hablar del sacerdote como alter Christus con exclusión de los demás discípulos (P. Royannais: “El incumplimiento de la castidad eclesiástica no es un asunto de faltas personales: es sistémico” 10.02.2024 RD).
El papa Francisco adopta el silencio sobre el celibato siempre que puede.Como hizoel lunes, 12 de noviembre de 2018, en Santa Marta, en la homilía de su misa matutina, comentando la lectura primera procedente de la Carta a Tito (1, 1-9). El comentario del papa se centró en los versículos 5-9 (Ver en “Vatican News 12/11/2018). Recoge todas las cualidades del ministro eclesial, menos una: “administrador de Dios, irreprensible, no debe ser arrogante, ni soberbio, ni enojado ni adicto al vino ni tampoco un hombre de negocios apegado al dinero, capaz de dar hospitalidad, amante del bien, sensible, justo, santo, amo de sí mismo, fiel a la Palabra digna de fe que le ha sido enseñada”.
Curiosamente omite la cualidad no respetada por la ley eclesial: “Que el presbítero sea alguien sin tacha, marido de una sola mujer, que tenga hijos creyentes, a los que no quepa acusar de vida desenfrenada ni de ser unos insubordinados” (Tit 1,6). Coincide con 1Timoteo 3, 2: “conviene que el obispo sea irreprochable, marido de una sola mujer, sobrio, sensato, ordenado, hospitalario, hábil para enseñar”. Los versículos siguientes recalcan la conveniencia de que el obispo sea casado: “que gobierne bien su propia casa y se haga obedecer de sus hijos con todo respeto. Pues si uno no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?” (1Tim 3, 4-5).
Remarca el Papa que “esta es la Palabra de Dios”. Pero silencia que “Palabra de Dios” es también: “que el presbítero sea alguien sin tacha, marido de una sola mujer, que tenga hijos creyentes, a los que no quepa acusar de vida desenfrenada ni de ser unos insubordinados”. Es lamentable que el mismo Francisco, a quien tanto valoramos por su vuelta al Evangelio y su tesón en renovar en el Espíritu la Iglesia, omita esta cualidad revelada, al enumerar las otras. La ley eclesial le impide decir toda la verdad.
La opcionalidad del celibato para el ministerio es una verdad revelada. Los presbíteros y obispos tienen derecho divino a ser célibes o casados. La ley les ha hurtado este derecho y se ha puesto por encima de la Palabra de Dios. Cuando sabemos que “el magisterio eclesial no está sobre la Palabra de Dios, sino que la sirve, enseñando solamente lo que le ha sido confiado...” (DV 10). Es una más de las contradicciones de los dirigentes de la Iglesia: imponen una ley no avalada por la voluntad de Jesús, y encima dicen que quiere cumplir su voluntad. Descrédito al canto.